Practicar lo que se predica

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

No fue suerte habernos salvado del modelo venezolano como algunos piensan.  Tuvimos personas dispuestas a defender los principios de libertad y moral durante la década ganada. Hay que agradecerles a ciertos candidatos opositores al régimen y a otros individuos, que a pesar de la difícil situación de ese momento de la historia, defendieron esas causas en diferentes medios de comunicación y redes sociales.

Llegamos a tener, salvo contadas excepciones, a la peor calidad de personas liderando poderes e instituciones públicas claves durante el gobierno pasado.  Amorales cuya meta era que el sistema corrupto persista en el tiempo para  continuar enriqueciéndose con él.

Nos dimos cuenta.  Nuestras familias nos enseñaron a ser honrados.  Los colegios nos educaron con ética y cívica.  Materias olvidadas que hay que rescatar en el sistema educativo si queremos una sociedad que no permita abusos.

Asignaturas incómodas para los regímenes dictatoriales.  Los cómplices del socialismo del siglo XXI prefirieron  esforzarse en adoctrinar a los alumnos en las cosas que les interesaban.  Quisieron eliminar la libertad de enseñanza.  El derecho de los padres de educar a sus hijos según sus convicciones.

Fracasaron.  Los ecuatorianos sabemos que somos libres para educar a nuestros hijos como queramos.  No nos gusta el aleccionamiento propagandístico con el que nos sofocaron durante una década en los medios que acapararon con ese fin, ni la imposición de ideas en las escuelas o colegios.

Lo que más despreciábamos era el doble discurso.  La ciudadanía los rechazaba cuando exhibían los productos de su nueva riqueza.  Existía incongruencia entre lo que hacían y decían.  Con sueldos de funcionarios públicos viajaban en primera clase con sus familias, hacían fiestas, se compraban bienes, iban a restaurantes y clubes de lujo con ropa cara, cuando simultáneamente declaraban que se oponían a eso.

Una sociedad inteligente promueve la prosperidad para que cada individuo que tenga los medios, gracias a su dinero obtenido honestamente, tenga la posibilidad de decidir si hace o no esas cosas; pero ellos se proclamaron enemigos de ese comportamiento.

Si hubieran practicado lo que predicaron, nadie los hubiera humillado en esos lugares o en las redes sociales.  Habrían sido calificados como personas coherentes.  Pero todo era fachada para enriquecerse a costa de los contribuyentes.

Hoy vivimos un ambiente de integración.  Celebramos que Lenín asista a reuniones en todos los sectores de la sociedad.  Es el presidente de los ecuatorianos.  Algunos podrán estar de acuerdo o en desacuerdo con su gobierno, pero él ha comprendido que las dignidades públicas no están para dividirnos, sino para unirnos.

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