Más allá del honor

Edwin Ortega
Guayaquil, Ecuador

En estos tiempos en que los principios y la retórica han sido pisoteados y reemplazados por un cúmulo de despropósitos y coyunturas materialistas, cuando más allá del bien y el mal se impone la decisión del que “más tiene” sobre el más desposeído, cuando se persigue a quienes levantan la voz y se soslaya a los que forman parte de la argolla, cuando los entes llamados a impartir justicia la proveen a los que “logran” acceder a ella por la vía más rápida; aparece de pronto, la imagen de alguien que puede dar garantía y fe de que aún podemos creer en los intangibles, en la verdad socrática o en la quimera platónica. Haber pertenecido a la generación que fue testigo de la vida de un ex piloto de combate, oficial de marina y senador de los Estados Unidos de Norteamérica es ser afortunado.

En estos tiempos de anti valores, en donde la corrupción campea y la tergiversación de los conceptos eternos ha sido marginada por los vicios de la humanidad, aparece John McCain. Sin ser fiel seguidor de las políticas de las grandes potencias, me permito llamar a la reflexión en lo que un ser humano en vida dio por su nación.

Oficial de Marina, como piloto de combate, fue destacado a a la guerra de Vietnam en donde su caza bombardero fue derribado en 1967 y tomado prisionero por más de cinco años. En el cautiverio mantuvo la fe y la esperanza de ser liberado y así fue, escribiendo su historia en un libro titulado Father´s Faith. Se retiró en 1982 y un año después se enroló en el partido republicano del cual fue senador desde 1985. Participó en la campaña presidencial para 2008 en donde ganó el demócrata Barack Obama. De familia naval, padre y abuelo, almirantes cuatro estrellas, llevaba en la sangre el concepto de honor, además de una innata rebeldía, pues en sus diarios de combate llegó a escribir acerca de los políticos: “son unos completos idiotas mis comandantes civiles…”.

Su rebeldía marcó su personalidad a lo largo de su vida, desde la academia naval de Annapolis hasta su trajín en la política, en donde tuvo polémicos encuentros con funcionarios de su partido como de la oposición demócrata.

Entre sus últimos deseos, fue que Donald Trump no asista a su velorio, lo que a más de cumplirse su hija, en sus palabras manifestó el orgullo haya tenido Estados Unidos de Norteamérica como uno de sus hijos destacados a John McCain III.

¿Podremos despedir así a nuestros políticos?, claro que sí. Lo hicimos con Sixto Durán Ballén hace poco más de un año, a quien a pesar de que aún permanecía en el poder Rafael Correa, se pudo seguir los protocolos de ley y despedir como corresponde a uno de los más destacados estadistas de la era republicana moderna ecuatoriana.

Lo hecho por McCain a lo largo de su vida, demuestra que a su país se puede servir desde distintas plataformas, teniendo como común denominador el servicio denodado y el riesgo que conlleva desafiar al sistema.

Más allá del honor de haber combatido cual guerrero medieval en una guerra asimétrica como la de Vietnam; retornar a casa, y dedicarse a la política tiene como corolario, que mientras se tengan claros los objetivos de entrega a sus conciudadanos, la percepción de estadista y el arrojo heredado de la casta familiar naval, hicieron de McCain todo un personaje en la dialéctica política y social de nuestra generación.

Se va un grande, cuyos discursos de despedida, en particular los de Clinton, Bush hijo y Obama tuvieron como común denominador la entereza del marino de guerra y político estadista para enfrentar los problemas en la vida.

Sí señores, aún existen cuadros que alberguen los más caros valores institucionales, principios de ética y moral inquebrantables, servicio a prueba de todo y lo más importante la grandeza humana; pues dentro de sus principales obras radica la enmienda McCain, en la que se abolía el mal trato a los prisioneros de guerra.

Vidas ejemplares como ésta representan la punta de lanza para quienes hemos perdido casi toda la fe en el sociedad política, empero; con testimonios como éstos, potenciamos nuestra fe y nos proyectamos, sino por el mismo sendero, sí por rutas con el eco de que sí se puede luchar contra corriente y lograr lo mejor en la conducción de masas para su desarrollo y bienestar.

La vida de McCain es tan bien el fiel testimonio para generales y almirantes que creen en intangibles, aquellos que no tienen métrica pero cuya práctica genera transformación de conciencias y comportamientos, redundando en la mejora continua de la sociedad.

Vaya tranquilo comandante McCain, y cómo dijo: “Los muros ahondan problemas, derribarlos alivianará nuestras vidas considerablemente”; para ello más que capacidad se necesita de valentía y nobleza, recursos muy escasos en nuestra sociedad.

McCain nos deja de legado que para ser un héroe y guerrero no se necesita de un uniforme o de un cargo público, se necesita de honestidad, amor patrio y sentido de solidaridad a prueba de todo.

Se fue un marino de guerra, se fue un estadista… deja el legado de una vida ejemplar.

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