¿Qué conocemos de Bolivia?

Jorge Calderón Salazar

Jorge Calderón Salazar

Guayaquil, Ecuador

Bolivia no fue la excepción al momento de ser el caldo de cultivo perfecto para que, llevado por la ola populista del socialismo del siglo XXI, llegué al poder Evo Morales en el 2006 y para mantener la hegemonía política aplicó el libreto visto en otros países. Este partía de la “refundación” a través de la redacción de una nueva constitución, luego la elección presidencial con las nuevas reglas, ejercer control sobre los otros poderes del Estado, hacer nuevamente cambios constitucionales para facilitar la reelección indefinida (aunque en el último referéndum la población voto NO a un nuevo cambio constitucional), entre otras estrategias. Todo esto se ratificaba con constantes llamados a las urnas y así ir desarticulando la oposición.

La presidencia Morales se ha caracterizado por la introducción de reformas que dan al Estado una mayor participación en la economía. Dichas reformas iniciaron con la nacionalización del sector de hidrocarburos al principio de su gestión, cuando emite el decreto supremo 28.701 en el cual toma control de la producción de este recurso a través de la empresa pública Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). Se establece que toda empresa que explote petróleo en el país sea mixta, donde YPFB tendrá al menos el 51% del capital, encargándose de las condiciones, volúmenes y precios de la cadena de comercialización para el mercado interno y externo, dejando para las empresas petroleras el 18% de los ingresos y el resto para el Estado.

De igual manera continuó con la estatización de otros importante sectores como electricidad, telefonía, transporte, entre otros; promulgó leyes para reformar los diversos poderes del Estados, el sector agrícola, educación, etc. Adicional a ello, producto de la bonanza de los precios de los comodities a nivel mundial suscitado en los últimos años, Bolivia ha recibido en ingresos desde la asunción del poder de Evo lo equivalente a todo lo recibido en su historia económica.  Incluso ha estado por encima de la media de crecimiento económico de América Latina, con niveles superiores al 4%, a decir del gobierno esto se debe al Modelo Económico Social – Comunitario Productivo instaurado en el país, pero el “milagro económico boliviano” está sustentado en el importante ingreso de divisas derivado de la subida de precios del gas natural (cuyos contratos de exportación están firmado a largo plazo) y del petróleo.

Pero el auge económico no ha permitido desarrollar otras actividades económicas alternativas, tal es el caso que el 85% de las exportaciones están concentradas en los recursos mineros e hidrocarburíferos, dejando de lado a sectores que poco terreno han ganado en estos años como el turismo, agroindustria, y servicios.  Asimismo, el alza de ingresos fiscales ha llevado a que el gobierno aumente las inversiones públicas (en algunos casos innecesarias), el gasto corriente,  los subsidios, y para continuar financiando el mismo el endeudamiento externo creció vertiginosamente a altas de interés. Si bien los indicadores de pobreza señalan que se redujo en 30%, en gran medida es por los programas sociales atados a los ingresos temporales que se registran.

De igual manera, cabe señalar que Bolivia pasó de US$700 millones a US$20.000 millones en reservas (su punto más alto) y ahora se ubican en aproximadamente 9 mil millones de dólares a agosto de este año, este ahorro le permitió sortear la caída de precios de las materias primas entre 2014 y 2017, pero el mismo se está diluyendo a causa del déficit fiscal y comercial persistente especialmente en los últimos 5 años.  La consecuencia principal del déficit fiscal es el retraso en el pago de los bienes y servicios contratados al sector privado, en algunos casos las contrataciones de los proyectos y licitaciones son objeto de denuncias de casos de corrupción, lo que genera desconfianza en la población.

La preocupación del gobierno en este sentido ha llevado a plantear una ley contra la mentira, y penalizar la “difamación”, esto atenta a la libertad de expresión  e institucionalidad boliviana.  Esto sumado a la negativa de Morales de ir a una nueva reelección a pesar de perder hace dos años el referéndum que lo facultaría para ello.  Vemos así como un bastión más del socialismo del siglo XXI se une al “selecto grupo” de Venezuela, Argentina y Ecuador que se ve inmerso en serios problemas reflejados en casos de corrupción, abultado gasto público, altos niveles de endeudamiento externo, creciente déficit fiscal, cambios de las leyes para perennizarse en el poder, toma de la institucionalidad del país, etc.; es notorio que estos países así como tienen la receta para instaurarse en el poder, tienen la receta para perjudicar e hipotecar el futuro de su país y su gente. (O)

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