Nicaragua entierra a otro adolescente que luchaba por la libertad de su país

«Tenía una idea de libertad para su país y ese fue el delito: ir a las marchas y protestar«. Dilcia mira de reojo al féretro cobrizo donde descansa su sobrino Matt Andrés Romero, de 16 años, amante del fútbol y que murió mientras luchaba por la «libertad de Nicaragua«.

Detrás de unos lentes que desdibujan el sufrimiento de a quien le han arrebatado lo más profundo se esconde esta mujer, la única de la familia que se siente con fuerzas para dar la cara ante los medios de comunicación y explicar cómo están tras perder a uno de los suyos.

Matt falleció este domingo durante la marcha «Somos la voz de los presos», una manifestación a favor de la liberación de los detenidos en las protestas contra el presidente Daniel Ortega.

La versión policial dice que el joven fue víctima del «fuego cruzado que ellos mismos provocaron», en alusión a los que participaban en la marcha antigubernamental, pero su tía -escoltada por la madre y la abuela del pequeño- está segura de que no. «Yo tengo mis testigos».

Uno de sus hijos, un niño de 14 años, estaba con Matt en la marcha y le contó que lo atacaron los paramilitares. Primero con piedras y después con «tiros de AK». Y el joven, «por defender a una señora», recibió un tiro en el lado izquierdo del cuerpo.

«Ellos (los policías y los paramilitares) disparan a matar y ya está. No tienen que ver si son niños, adultos o ancianos. Solo cumplen órdenes«, proclama con un halo de voz débil mientras señala la caja, cubierta con una bandera de Nicaragua y un trofeo que el pequeño ganó en una liga del barrio.

A Matt le encantaba el fútbol. Era portero en su equipo. «Uno de los mejores», comenta uno de los chavalos (joven) que espera debajo del techo de uralita para darle el último adiós a este jovenzuelo inquieto que deja a un hermano de tres años y a una madre -trabajadora del Estado- que gritaba desgarrada en el cementerio.

Después de caminar con banderas azul y blancas y clamar Justicia durante unos seis kilómetros, volteando la mirada a cada esquina para ver si había policías o paramilitares, los centenares de personas rodearon el foso donde descansará Matt.

En una caja fúnebre cobriza, comprada por su familia porque no quisieron aceptar el féretro que les dio el Gobierno, reposan ahora centenares de flores.

Este joven, según la Federación Coordinadora Nicaragüense de ONG que trabaja con la Niñez y la Adolescencia, es uno de los 29 menores de edad que hay entre los cientos de muertos durante más de cinco meses de protestas en el país.

Sus amigos y su familia apuntan con su voz a lo más alto. A los que ellos consideran culpables de esta y de las centenares de muertes. A todos -el presidente Daniel Ortega o la Policía- les llaman «asesinos» mientras piden por una «Nicaragua libre», como soñaba Matt.

No tienen temor ninguno. Ahora que les quitaron un pedazo de ellos mismos «¿cuál es el miedo?», se pregunta lacónica Dilcia sin poder levantar la vista del suelo.

Mas como reza una pancarta entre la multitud: «No se muere quien se va, solo se muere que se olvida». Y los amigos de Matt lo tienen claro. Por eso, con una suelta de globos y de una paloma, lo gritan: «Prohibido olvidar». EFE

(I)

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