Nos faltan tres, nos falta la verdad

Carlos Jijón
Quito, Ecuador

Siempre creí que el gobierno del Presidente Lenín Moreno debía hacer todo lo que esté a su alcance para salvar la vida de los tres periodistas del diario El Comercio secuestrados por el Frente Oliver Sinisterra, esa disidencia de las FARC comandadas por un guerrillero ecuatoriano, alias Guacho, convertido en el jefe de un cartel que controla la producción de cocaína en el Putumayo colombiano para exportarla a Sinaloa. Y si ello incluía canjearlos por tres delincuentes de poca monta presos en cárceles ecuatorianas, como lo exigían, yo era de la opinión que debíamos aceptarlo.

Porque creo que la vida de todo ser humano es sagrada. Y creía entonces, y lo creo aún, que el gobierno tenía la obligación moral de  hacer todo lo humanamente posible para salvar la vida de esos tres ecuatorianos íntegros y valerosos, y porque estoy convencido que siempre la vida de las personas tienen más valor que la razones de Estado. Así lo expresé esos días, junto a otros periodistas que pensaban como yo, y tuve la oportunidad de decirlo también en voz alta en una reunión a la que fui invitado, en mi calidad de director del sitio La República, en el Salón Amarillo del Palacio de Carondelet con el Presidente Lenín Moreno, junto a un grupo de directores de medios de comunicación.

El ambiente de la reunión era tenso, casi luctuoso, y tuvo lugar unos dos días antes que se revelara que los periodistas habían sido asesinados. Además del Presidente, y del Secretario Juan Sebastián Roldán, estaban el entones ministro de Defensa, Patricio Zambrano, que parecía pintado en la pared y quien llevaba realmente el protagonismo del tema, el del Interior, César Navas. Tras el informe de los ministros, hubo una breve discusión entre Navas y el periodista Miguel Rivadeneira, director de la radio de El Comercio, muy reputado por su conocimiento de temas militares, antes de que yo pida la palabra para expresar mi convicción de que el gobierno debía aceptar el canje y hacer todo lo necesario para salva la vida de los periodistas. Mi posición, sin embargo, fue rebatida de inmediato por el director del sitio La Posta, Luis Eduardo Vivanco, que estaba sentado al frente mío.

Luis Eduardo, a quien conozco desde hace mucho tiempo y a quien respeto como periodista y ser humano, empezó diciendo que un gobierno no negocia con criminales. No registré más que en mi memoria sus argumentos, pero en resumen sostuvo que mi posición era irresponsable, que si se llegaba a canjear los prisioneros por los secuestrados, la sociedad corría un grave peligro, no solo porque afectaba la dignidad de un Estado, sino porque nos enfrentaríamos al riesgo de que, envalentonados por nuestra debilidad, los criminales secuestren a otros ecuatorianos para exigir más prebendas. Que cederles un corredor para pasar la droga por territorio ecuatoriano, como también exigían, era simplemente inadmisible, y que poner en riesgo la seguridad del resto de los ciudadanos lo era en mayor grado.

Yo contra argumenté que lo que necesitábamos era que nos entreguen con vida a los periodistas. Que luego podíamos atacar militarmente a Guacho, recapturar a los presos liberados, y que obviamente,  una vez rescatados los nuestros, nada nos obligaba a respetar lo del corredor para que trafiquen droga. Alguien dijo, no recuerdo quién, que si ya era suficiente indigno negociar con criminales, le parecía peor luego no cumplir con lo pactado. Arguí que lo peor que podía ocurrir en realidad era que asesinen a los muchachos. Pero mis razones no convencieron a Luis Eduardo, y aunque nadie más intervino en la discusión, sentí que mi opinión era minoritaria.

El Presidente zanjó la controversia diciendo que el gobierno estaba haciendo lo necesario para traer con vida a los periodistas sin que se afecte el bien común. Yo creí entender en ese momento que sus palabras significaban que el canje no era una opción, pero recuerdo claramente que no lo expresó de esa manera, ni con la contundencia que ahora he escuchado en el audio grabado subrepticiamente y que ha filtrado La Posta. En realidad en esa reunión a la que yo asistí, el único que expresó públicamente ese criterio en contra del canje fue Vivanco.

Respeto ese criterio, aunque no lo comparta, y sé que en ese momento una gran mayoría pensaba así. Yo hubiera actuado distinto, yo hubiera indultado a los prisioneros y procedido al canje para entreguen a los periodistas. Y una vez estos sanos y salvos, la situación era distinta. Pero yo no era parte del gobierno ni siquiera simpatizante del mismo. Creo que el Presidente Lenín Moreno hizo lo que honestamente pensó que debía hacer en el cumplimiento de su deber para con la Patria y creo que el fracaso fue rotundo. Lo que no me impide reconocer que poco a poco el nuevo Ministro de Defensa ha pacificado la frontera y restablecido la normalidad. No puedo dejar de sumarme al justo clamor de los deudos de las víctimas a que se conozca toda la verdad. Este texto quiero contribuir a ello.

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