El presidente venezolano, Nicolás Maduro, jura hoy un segundo período de gobierno con el que aspira llegar a 12 años al frente de la revolución bolivariana, un compromiso que asume en medio de múltiples interrogantes sobre la legitimidad de su reelección.
Tras seis años en el poder a Maduro lo cuestiona no solo la población, que durante su mandato ha visto cómo el país se ha sumido en la peor crisis económica de su historia, también gobiernos de América y Europa que han mostrado su preocupación por las condiciones en las que se encuentra Venezuela.
Desde que fue elegido en 2013, tras ocupar provisionalmente el cargo luego de ser «ungido» por el fallecido presidente Hugo Chávez, Maduro ha sostenido que convertirá a Venezuela «en potencia», pero la realidad del país caribeño es otra.
Mientras asegura que los venezolanos viven prósperos y felices y que no lo son en mayor medida por la «guerra económica» que asegura «impone» el gobierno de Estados Unidos al emitir sanciones contra su Administración, el país vive una espiral hiperinflacionaria que el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima llegue a 10.000.000 % en 2019.
Enderezar la crítica economía es la principal asignatura pendiente de Maduro, un exchofer de autobús de 56 años sin carrera universitaria, que prometió durante toda su campaña de reelección reparar las fallas que a lo largo del dominio chavista han depauperado los ingresos y condiciones de vida de los venezolanos.
Después de la elección del pasado mayo, que ganó con casi el 70 % de los votos y en la que no participó el grueso de la oposición, Maduró se concentró en ejecutar el llamado «plan de recuperación económica» para lograr «la prosperidad» que prometió durante la campaña y que no logró durante sus primeros seis años de gestión.
El autodenominado «presidente obrero» ha sido calificado de «dictador» por sus detractores, quienes además lo acusan de violar los derechos humanos, de limitar la participación en los comicios con prohibiciones electorales sobre sus adversarios y de mantener en prisión a políticos opositores.
También lo señalan por haber «acabado con el Estado de Derecho», al considerar que todas las instituciones de Venezuela han actuado bajo sus órdenes.
Una de esas supuestas órdenes fue la de despojar de sus competencias al Parlamento, de contundente mayoría opositora, a través de una sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), órgano cuyo presidente, Maikel Moreno, ha manifestado su lealtad a Maduro.
Maduro es igualmente señalado por impedir la «libertad de expresión», pues en su Administración han cesado su actividad al menos 55 medios de comunicación, según datos del Instituto de Prensa y Sociedad (IPYS) de Venezuela.
Con todo, sus colaboradores aseguran que el jefe del Estado, quien cuenta con una amplia carrera dentro de la Administración pública, es un hombre sencillo y con «dotes de negociación» aprendidas durante su pasado sindicalista.
Su entorno más cercano lo describe también como una persona sensible, sencilla, risueña, bastante metódica y que le gusta trabajar de noche.
Sobre Maduro se cierne también, desde su llegada al poder como «heredero» de Chávez, un misterio, pues son poco certeros los datos correspondientes a su infancia y adolescencia.
El mandatario pocas veces habla de sus padres y dice que ambos han fallecido. Un sector de la oposición dice que nació en Colombia, lo que lo imposibilitaría para ser presidente, pero hasta ahora nadie ha presentado pruebas.
Está casado con Cilia Flores, quien también ocupó altos cargos en el chavismo como el de procuradora general y presidenta de la Asamblea Nacional, y es tía de dos hombres que fueron condenados en 2017 por cargos relacionados a narcotráfico en Estados Unidos.
Como pareja presidencial no tienen hijos, pero sí los tuvieron de relaciones anteriores.
El hijo del jefe de Estado, Nicolás Maduro Guerra, de 28 años, ocupa un escaño en la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), órgano plenipotenciario integrado solo por chavistas y no reconocido por numerosos gobiernos.
Tras ser durante la gestión de Chávez diputado, presidente del Parlamento, canciller y vicepresidente, y cumplido ya un mandato, Maduro busca sumar seis años más a la cabeza del gobierno chavista.
En medio de la preocupación de los países vecinos, Maduro dice contar con el apoyo de «los pueblos del mundo» aunque parece cada vez más aislado.
13 de los 14 países americanos que conforman el Grupo de Lima le instaron a que no asuma la Presidencia y la Unión Europea (UE) también ha pedido nuevas elecciones presidenciales al no reconocer los comicios de mayo.
Con todo, el chavismo se ha encargado de hacer ver que al menos cinco jefes de Estado y más de una decena de delegaciones internacionales confirmaron su presencia en el acto de hoy como una muestra de apoyo extranjero.EFE