Aborto, parte de la violencia que nos duele a todos

Steven Neira Camba
Guayaquil, Ecuador

Actualmente se debate en la Asamblea Nacional la despenalización del aborto en cinco causales. Este paquete de reformas al Código Orgánico Integral Penal (COIP) no sólo trata el tema del aborto, sino también el maltrato animal, la lucha contra la corrupción, etc. Y por increíble que parezca, al final, todas las propuestas se votaron en bloque, es decir, o se aceptan o rechazan todas. En otras palabras, se redujo a: “salvé un perro y maté un bebé”.

He escuchado y leído que por ser hombre no tengo derecho a opinar sobre la despenalización del aborto, pero quisiera puntualizar que el aborto, al ser la terminación de una vida y no la “interrupción del embarazo”, lo cual me parece un eufemismo burdo (porque la vida no “continúa” después del aborto), me afecta como ciudadano, porque afecta al bien común, porque, aunque no tengo útero tengo consciencia, la cual me exige levantar la voz por aquellos que no la tienen.

Luego, se ha puesto muy de moda en los sectores del feminismo radical el argumentum ad passiones, que es una falacia que pretende manipular las emociones del público en lugar de recurrir a argumentos racionales. Frases como “a ti no te han violado”, parecieran ser argumentos, pero son discursos que no resisten el menor análisis. De ser así, muchas del colectivo feminista que, ni son madres, ni mucho menos han pasado por esta terrible tragedia de la violación, podrían opinar.

El aborto no es es progreso

A ciertos “líderes de opinión” les gusta maquillar el aborto como “progreso” o “derecho”, y acto seguido, mencionan como referencia a países europeos y citan a la ONU o a organizaciones internacionales. Como si no fuera de total conocimiento que Planned Parenthood trafica órganos de fetos y actualmente son investigados por el FBI, o que la ONU les sirve de paraguas para presionar a países latinoamericanos de manera que puedan llevar adelante su agenda. Aquí se inyecta mucho dinero. Dinero que también sale de nuestros bolsillos, porque cuando nos ventean un pañuelo verde que dice “aborto seguro, legal y gratuito”, no sólo exigen legalizar un crimen, sino también que éste sea financiado. Por tanto, como hombre, pero sobre todo como ciudadano, me incumbe el tema.

El aborto no es progreso, es violencia. Que sea una propuesta de reforma al COIP, no tiene nada que ver con “derechos” sino con la consecuencia de un fracaso social. Porque quiere decir que el Estado ha fracasado en dar una verdadera solución a la violencia en el país. La pregunta no es: “¿Enviaremos presa a la mujer que abortó?”. Ese cuestionamiento pretende jugar con las emociones de la opinión pública. La verdadera cuestión es, si se considera que la mujer, a pesar de haber pasado por la tragedia de una violación, está facultada para abortar a su hijo. Si no puede atentar contra la vida de su propio violador, ¿por qué habría de ser despenalizado el atentar contra una vida que es igual de inocente que ella? El argumento de las “cientos de mujeres” que van a la cárcel por aborto cae estrepitosamente desde el momento en que no tenemos cifras reales, porque tales “cientos de mujeres” no existen más que como un argumento emocional, que cae muy bien en entrevistas, pero no para eliminar una vida. El único pronunciamiento oficial por parte de un delegado del Consejo de la Judicatura fue en marzo del 2018, quien indicó que hasta la fecha ninguna mujer se encontraba en prisión por el delito de aborto.

El aborto es violencia

Como ciudadano no me cansaré de repetirlo, porque se pretende presentar al aborto como “solución” a la mujer que ha sido víctima, lo cual, ni proporciona alivio y ayuda a la mujer, ni mucho menos castiga al verdadero culpable. Se deben generar reformas legales que endurezcan el castigo y la persecución a los violadores, y no la pena de muerte para el niño en el vientre o la revictimización de la madre, porque a diferencia del embarazo, el aborto sí es una verdadera revictimización de la mujer que ha sido violentada. No es posible que el Estado considere al aborto como un asunto de “salud pública”, cuando bajo este procedimiento entran dos personas a un hospital, y sólo una sale viva; y el niño concebido termina en una funda, para ser arrojada en un basurero.

Hace unas semanas fue nefasta la noticia del fracaso social sucedido en Quito, donde una mujer fue violada por varios hombres en un bar. Ante este espectáculo aberrante, muchos colectivos feministas quisieron aprovechar la situación para hacer preguntas hipotéticas, fantaseando con que hubiera quedado embarazada, para cuestionar a la ciudadanía de si sería factible enviarla a la cárcel por abortar. De lo que nos queda una lección que ya sabíamos desde el inicio es que, a estas feministas de nuestros tiempos, no les interesa la mujer, ni su vida e integridad, y lo que promueven no es progreso sino una subversión de los valores y un fracaso social. Ya New York aprobó hace unos días el aborto hasta los 9 meses, pero esto no fue algo repentino, sino que, es el resultado de un trabajo bien orquestado desde el año 73, cuando se aprobó el aborto por violación. Esto no es feminismo, esto es agenda ideológica.

Como ecuatoriano, creo y estoy convencido, de que es nuestro deber y nuestro derecho alzar la voz y decirles a los 137 asambleístas: #SalvemosLas2Vidas

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