El sistema de pensiones

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

El sistema previsional de reparto está en caos alrededor del mundo.  La demagogia, la corrupción y la mayor expectativa de vida lo han consumido.   Llegar a la época de jubilación se convierte en incertidumbre en lugar de paz y satisfacción por un retiro digno.

Nuestro modelo de seguridad social está inspirado en una lógica que busca que las personas dependan del Estado.  Ese “ogro filantrópico” como lo describe Octavio Paz.

En pocas áreas es tan tentador para un partido o un gobierno ofrecer beneficios en los que se entrega de todo a cambio de nada.  Contraviniendo principios básicos del aseguramiento.

Esto es fácil de hacer porque la opinión publica desconoce que el beneficio sectorial otorgado a unos pocos tendrá que ser pagado por toda la comunidad de aportantes.

En un modelo de reparto, como el que se basa el monopolio público del IESS, la demagogia tiene posibilidades infinitas, limitadas solamente por la imaginación o falta de ella.

Cuando el demagogo ofrece casas, es probable que en seis meses o en un año, alguien note que no fueron construidas.  Cuando se ofrecen beneficios de seguridad social, es difícil que alguien perciba el déficit que se genera en las cuentas.

Mientras tanto, se multiplican las leyes, reglamentos y resoluciones para regular la seguridad social, dificultando su comprensión.

Mantener la administración de este monstruo burocrático con decenas de miles de funcionarios públicos es costoso y debe ser pagado por relativamente pocos aportantes, generando una profunda injusticia, porque ese modelo implica privilegios.

El incremento de la relación entre el número de años durante los cuales se recibirá pensión de vejez y el número de años durante los cuales se paga cotizaciones, tiene un impacto negativo sobre el monto de las pensiones.

La solución es cambiarnos a un sistema de capitalización individual en el que exista libre competencia de administradores de fondos de pensiones, exenta de los vaivenes del populismo, permitiendo que cada aportante pueda elegir la administradora de pensiones (AFP) de su predilección en función al servicio y rentabilidad que ofrezcan cada uno de ellas.

Para que cada trabajador pueda ser dueño de parte de una empresa, se genere ahorro nacional rentable y con él: inversión y productividad.  Un círculo virtuoso.

Ese sistema podría permitir que los que decidan continuar aportando al IESS lo puedan hacer, así como también el derecho de poder cambiarse a cualquier otra AFP que estime conveniente para su caso.

El remedio a la quiebra del IESS no es incrementar los aportes o atrasar la edad de jubilación.  Implica cambiar del sistema de reparto al sistema de capitalización individual.  Caso contrario, el problema de fondo se mantiene: el IESS es un monopolio público mal administrado desde casi siempre.  Un círculo vicioso que ha tocado fondo.

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