El costo de la ideología

Gonzalo Orellana

Londres, Reino Unido

Cuando miras al gobierno de Lenin Moreno y lo comparas con el de su predecesor, quizás el cambio más llamativo sea su ausencia de ideología. Evidentemente hay mejoras en términos de calidad democrática, de respeto a los DDHH y la corrupción por ahora no parece ser la característica predominante en los funcionarios públicos como en el gobierno pasado.

¿A qué me refiero con ser menos ideológico? Pues a que a diferencia de durante los años de Correa, las decisiones parecen tomarse con más sentido común y menos dogmatismo. Al correísmo le encantaba enmarcar todas sus decisiones en términos de la lucha de clases, el bien contra el mal, el antimperialismo y cuanta tontería le sirviera para permanecer en el poder y seguir enriqueciéndose. Pero además en muchos de los miembros del gobierno anterior, incluyendo el presidente había un convencimiento de que lo ideológico debía imponerse a lo pragmático.

Miremos algunos ejemplos de cómo quitar el velo ideológico puede beneficiarnos a todos: un buen ejemplo es la política aérea del gobierno. El Correísmo invirtió grandes cantidades de dinero para promocionar turísticamente el país, sin grandes resultados, en parte porque la política aérea era absurda. Todo se fundamentaba en fortalecer la empresa pública Tame. La obsesión de Correa con las empresas públicas era casi patológica, olvidando que más importante que quien es el dueño de la empresa es el rol que esta tiene en la sociedad. El rol que las empresas aéreas tienen es traer turistas al Ecuador y permitir que los ecuatorianos viajen. El resultado de este dogmatismo fue un número muy reducido de aerolíneas llegando al país y una empresa pública enorme que no dejó más que pérdidas durante los 10 años de correísmo y todavía lo sigue haciendo. El gobierno actual invierte considerablemente menos en promoción turística y sin embargo el número de turistas crece, porque ahora se promueve y facilita que lleguen empresas extranjeras. De hecho en los dos años de Moreno han llegado más aerolíneas y se han abierto más rutas nuevas que en los 10 años de Correa.

¿Otro ejemplo? La política de telecomunicaciones, en este caso se hizo algo parecido: limitar inversiones de empresas privadas para favorecer a la empresa pública. Con el discurso de que el espectro es un bien público,  que es cierto, y con el objetivo de sacarle la mayor tajada a las empresas privadas, lo único que se consiguió fue bajas inversiones y que el acceso a telecomunicaciones sea más caro para los ciudadanos. Según el ministro de telecomunicaciones actual, el Ecuador solo utiliza el 26% del espectro, cuando nuestros vecinos están por arriba del 60%. El gobierno actual plantea concesionar nuevas frecuencias del espectro para que el sector privado invierta, compita y la sociedad se beneficie con servicios más bajos.

A nivel de política exterior el dogmatismo lo copó todo, al punto que la lucha antimperialista era más importante que las relaciones comerciales, turísticas o de protección de emigrantes del Ecuador. Si nos fijamos en quienes son nuestros principales socios vemos que EEUU y Europa son regiones con las que deberíamos mantener las mejores relaciones. Durante el correísmo nos acostumbramos a ver a líderes autoritarios visitar nuestro país: Venezuela, Bielorusia, Irán o Turquía por citar algunos. No importaba que nuestro nivel de comercio con ellos fuera mínimo o que estar asociado con esos regímenes nos diera mala reputación. El gobierno de Moreno ha tomado la decisión correcta de priorizar las relaciones con países democráticos y de enorme relevancia para la economía ecuatoriana. Capítulo aparte fue el mantener a Julian Assange en la embajada ecuatoriana en Londres, sin importar que eso dañara la relación con EE.UU y Reino Unido o que fuera un enorme acto de hipocresía defender a un supuesto defensor de la libertad de expresión mientras se perseguía, enjuiciaba y encarcelaba a periodistas en Ecuador.

La mayoría de problemas de una sociedad se resuelven con sentido común, mirando experiencias exitosas aplicadas en otros lados y consultando a expertos. La ideología suele dejar esas tres cosas de lado, lo que hace que casi inevitablemente se tomen decisiones equivocadas, aun cuando pueda haber buenas intenciones. El gobierno actual hace bien en quitar ese velo ideológico de las decisiones económicas y de política internacional.

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