Los presidenciables

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez

Guayaquil, Ecuador

Se quedó sin bases el discurso que justificaba la elevada presión tributaria actual porque servía para mantener a los maestros, médicos y policías.  Al final, no tenemos educación de calidad, atención médica, seguridad ni justicia. 

Transitar por las calles de las ciudades del Ecuador se ha convertido en un deporte de aventura.  Si lo apuñalan, espero que tenga vigente un seguro de salud privado (además de sus aportes al IESS al día), porque caso contrario, es posible que pueda ver o llegar hasta la luz al final del túnel.

Y si por alguna razón los policías, menores en número, sin equipamiento ni el entrenamiento adecuado, llegaren a capturar al delincuente, es muy probable que alguno de los órganos de la función judicial lo libere para que se vengue del policía y de la víctima.  Sin contar, que el policía podría ir preso si es que miró mal al criminal durante la aprehensión.

Y así vamos.  Los delincuentes de cuello blanco (arroz verde) o de baja ralea campean o se fugan impunemente del país, mientras el Estado se queda sin excusas por su ineficiencia en las indagaciones de oficio o en su gestión para lograr sancionar a los culpables para reivindicar a los honestos, desmotivándonos a continuar por esa senda.

Es difícil avanzar con un Estado con cinco funciones que no provee los requerimientos básicos para vivir, pero que sí está repleto de servidores que, para justificar su puesto, generan trabas a la vida de los ciudadanos productivos.

No vamos a llegar a ningún lado sin educación, salud, seguridad (como competencia exclusiva del gobierno central) y con una función judicial que decepciona diariamente a la sociedad civil. 

Todo esto suena a despilfarra, corrupción y negligencia en la administración de la cosa pública. 

A los servidores públicos y a las autoridades designadas por elección popular les pagamos para que tomen decisiones diligentes en favor del bienestar común;  no para que trabajen para las próximas elecciones y convertirse, con el dinero de nuestros impuestos, en posibles candidatos a la presidencia.

La mejor carta de presentación para aspiraciones personales futuras es cumplir a cabalidad en el puesto público en el que actualmente se desempeñan.  Los ministros de educación, salud y del interior deben ejecutar sus respectivas misiones sin excusas.  Lo mismo tendrían que hacer las personas encargadas de administración de justicia.  No están haciendo su trabajo y los electores y la ciudadanía en general, toma nota de aquello.

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