A propósito

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Es impresionante la proliferación de noticias falsas en el mundo. Con una habilidad pasmosa, información, relatos y fotografías de los más increíbles personajes se retocan, modifican y retuercen con la clara intención de nublar la visión de un público cada vez más desorientado.

Artistas del engaño e ingeniosos aprendices están dispuestos a disfrazarse, atestiguar y dar por cierta cualquier información que, en apariencia, sirva para escandalizar y de paso ratificar la vileza del personaje por ellos escogido para su escarnio. Todos hemos caído en el engaño en algún momento. Pero estas noticias falsas o fake news tienen un rol mucho más peligroso y demoledor.

Sirven para agredir y desprestigiar a las instituciones que durante siglos han sido sinónimos de rectitud y sigilo. Cualquier denuncia, por disparata que sea, es aceptada al pie de la letra si contiene un ataque a la Iglesia Católica, a los bancos y a los regímenes establecidos. El ataque, aparentemente dirigido contra algún líder político, contiene en esencia un ingrediente tan disparatado que finalmente termina por favorecer al acusado, quien atrapa la ocasión para desmentir la patraña, cosa que termina por beneficiarlo, levantar su alicaído prestigio, y sobretodo le permite distraer al gran público de las reales acusaciones que pesan sobre él.

Y así se logra cambiar de tema y desviar el odio contra el personaje hacia sus “cómplices de ocasión”, las todo poderosas instituciones, que el gran público teme y detesta, porque le impiden hacer su voluntad en la vida. La Iglesia Católica, que profesa la religión más difundida en el mundo occidental, es por supuesto blanco permanente de todos sus detractores. Comunistas, socialistas, nihilistas y afines, cultos y creencias opuestas, etc. no pierden oportunidad de lanzar piedras contra su rival histórico. Y por supuesto, los horrores de sus representantes la desprestigian a diario.

De igual manera, el odio a la banca y al sistema capitalista en general, alimentado por los episodios de codicia y abuso contra el ciudadano común que han existido y han sido ampliamente destacado , tiene un terreno fértil que solo espera ser abonado para convertirse en una aseveración incontestable y definitiva. Igual ataque sufren el ejército y la policía pues representan el brazo fuerte del sistema imperante, y no pueden ser queridos ni entendidos por definición.

Bajo este infausto panorama, cualquier historieta bien o mal narrada explota la buena fe del lector para seguir cavando la fosa a las detestables pero milenarias instituciones y sus representantes. ¿A dónde nos lleva todo esto? A una creciente desconfianza en todo y todos. El Papa es un taimado, el presidente un ladronzuelo, los congresistas unos pícaros, los jueces unos corruptos. Quizás merecido el desprecio que estos personajes causan, pero ampliamente peligrosa su proliferación. Porque la pregunta es : ¿Qué nos queda si esas fuerzas desaparecen ? ¿Qué autoridad, moral, política o de fuerza, tendrá el peso específico para ser respetada una vez que todo se destruya?

¿Involucionaremos hacia el mesianismo de hace algunos siglos? Si todos los líderes son tontos y corruptos, ¿quiénes quedan ? ¿Y qué hacen sus críticos por cambiar, más allá de la queja zumbona y permanente ? Hemos perdido el sentido de las proporciones y el respeto elemental a lo establecido. Las convulsiones sociales de la época parecen ser un reflejo de esta crisis de valores. Queda en el aire el interrogante sobre cuál será el siguiente paso …..

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