Cruzada no religiosa

Heytel Moreno

Guayaquil, Ecuador

Cruzada es un término con varios significados. Uno de los más importante es la serie de guerras religiosas impulsadas por la Iglesia Católica durante la Edad Media conocidas como Las Cruzadas. Dichas campañas o expediciones militares tenían como finalidad recobrar Jerusalén para la cristiandad, así como otros lugares considerados sagrados. La palabra encuentra su origen en la cruz de tela usada como insignia en la ropa exterior de los que formaron parte de esta empresa de reconquista de Tierra Santa. Según la historia el término se extendió para incluir a todas las guerras emprendidas en cumplimiento de un voto.

No me pronuncio sobre Las Cruzadas de la Edad Media, pero sí opino sobre la necesidad de una campaña en nuestra época. Me pronuncio en contra de la guerra, incendios provocados, saqueos, destrucción de bienes de la comunidad, y en contra de todo lo que atente contra derechos, garantías y libertades esenciales del ser humano, so pretexto de protesta social. Hoy debemos negarnos a seguir por la ruta de un camino que no conduzca indeleblemente a la paz, sin importar la época.

Al ver en la actualidad actos que atacan a una de las iglesias sin las cuales no hubiera existido cruzada alguna, me resulta inevitable dejar de pensar en las razones que la motivaron.

Sería muy difícil para nosotros adaptarnos a la forma de comunicación que tenían en aquel entonces; y, más complicado aún, sería intentar limitarnos a la información a la que podían acceder, sin la cual resulta inalcanzable el conocimiento que necesitamos para vivir en sociedad.

No me cabe la menor duda que la respuesta a los actos que alteran toda forma de convivencia en sociedad es una sola y, en consecuencia, no dejaré de insistir en que la educación es lo único en lo que debemos ser radicales; por ello la necesidad de democratizarla. Esa es nuestra mejor arma y más grande fortaleza gracias a los medios que hoy tenemos, pero también es nuestra principal debilidad. Quizá es utópico decir que hay que ponerla al alcance de todos, pero podemos ubicarla al alcance del mayor número de personas, sin importar la creencia -ideológica o religiosa- de cada uno; sin adoctrinamientos de ninguna clase.

Se dice que la información es poder, pues yo no lo creo. La información está a un click o a un enter de distancia. Eso quiere decir que la gran mayoría de ciudadanos tenemos la información a nuestro alcance, pero nada hacemos con ella si es que no somos capaces de procesarla, tabularla, analizarla, entenderla y compararla. No podemos ser simples antenas repetidoras de todo lo que vemos, leemos o escuchamos. Es necesario que tengamos nuestra propia visión y conclusión de todos esos caracteres que en forma de palabras, frases u oraciones hemos leído. Sólo así llegamos al pleno conocimiento.

En Ecuador hay más celulares que habitantes -e incluso son más costosos que nuestras laptops-. Esto nos deja claro que la información no es el problema, considerando que los teléfonos inteligentes tienen la capacidad para darnos toda clase de datos gracias al internet. Con tanta información a la que tenemos acceso deberíamos ser mínimamente sabios. La realidad que enfrentamos es que estamos muy lejos de serlo, sumamente lejos. Y ese es el principal problema. No debemos permitir que nadie nos llene con su conocimiento. Debemos ser capaces de obtener nuestro propio conocimiento para poder decidir sabiamente.

Es decir, debemos ir por la información, obtener el conocimiento y, tratar de buscar sabiduría en nuestras decisiones. Creo que fuimos educados en la idea de que conocimiento y sabiduría eran sinónimos. Más de una vez escuchamos que determinada persona era sabia por el simple hecho de tener acumulada información en la cabeza. Esa afirmación era errada, ya que se podía tener la información e incluso el conocimiento, pero no la sabiduría, ya que ésta es más bien una posición ante la vida. Y esa es la posición que debemos procurar de cara al futuro.

La sabiduría de vida es algo que sin duda alguna tiene relación con la experiencia, con la forma de entender las cosas en relación con el mundo que nos ha tocado vivir. La sabiduría a la que nos referimos es la del respeto del otro, la capacidad de entender lo que es diferente y todo aquello que a uno lo hace sentir que pertenece a algo que nos contiene a todos nosotros, la comunidad humana. Parecería que no es difícil entender que una mente no educada no es capaz de comprender el significado del respeto al otro, de la misma forma que un vaso no puede contener el océano.

Necesitamos entonces una sociedad en la que garanticemos a las personas un camino a esa sabiduría de respeto. Los actores políticos deben entender que ninguna otra obra es más importante en la actualidad, que una campaña social que reivindique valores, que se traduzca en una iniciativa comunicacional cuyo objetivo sea influir positivamente en la conducta de los ciudadanos.

Coincidimos plenamente con el relato de Mario Vargas Llosa en su Libro Rumbo a la Libertad, cuando dice que las instituciones políticas no harán brotar el desarrollo a menos que estén precedidas por una transformación de la mente. Si no se da un cambio de valores, la conducta prevaleciente echará a perder o interrumpirá el progreso que resulte de las reformas institucionales. Si no luchamos por ese cambio, no será viable ningún proyecto y, lo que es peor, ningún Estado.

El resultado de esta campaña no religiosa la verán futuras generaciones. Los actores sociales, políticos, religiosos, etc., deben tener como propósito sensibilizar y concienciar sobre la problemática social, y ofrecer alguna conducta alternativa o solución a este problema que hoy debemos enfrentar. Resulta imprescindible transformar la cultura de modo que la reforma institucional se sostenga desde el punto de vista político y los miembros de la sociedad puedan responder a las nuevas oportunidades de forma adecuada. Esa es la cruzada o campaña que necesitamos. Si bien debe preocuparnos lo que sucede en el planeta que vivimos, debemos empezar preocupándonos por lo que sucede en el pedazo de tierra que compartimos a diario: Ecuador. ¡Iniciemos la campaña!

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