
Guayaquil, Ecuador
Nos encontramos viviendo a una velocidad cada vez mayor. El año voló, y lo mismo hizo la década. No es solamente el tiempo, es la velocidad en la que suceden las cosas.
Con el desarrollo tecnológico las cifras de producción de contenido y viralización del mismo son absolutamente impresionantes. Se calcula que en el 2017 se subían -en un minuto- 600 videos a youtube, se descargaban 13,000 aplicaciones de iPhone, se registraban 70 dominios nuevos y se producían 700,000 búsquedas en Google. Me arriesgo a dar estas cifras de hace dos años para que podamos verlo.
Es un torbellino de competencia e interconexión en el que se debe aprender a gestionar el cambio adecuadamente. No podemos correr sin propósito solo porque el mundo va rápido; debemos ser muy ágiles en sopesar la información a un paso que ni nos atrase, ni nos precipite. Sin embargo, esto que suena tan fácil explicado en palabras, se puede volver una trampa en la vida misma, simplemente porque ya no hay recetas de éxito, tan solo me permito hacer énfasis en la necesidad de no perderse en la realidad virtual.
Dicho esto, la gestión corporativa acelera a niveles no vistos dentro de un contexto de mayores frentes e hipertransparencia. La empresa ya no solo debe producir buenos resultados de cierre de año, sino que debe gestionar el consumo de clientes impacientes que caminan hacia la inmediatez. Además, debe cuidarse, el triple, de problemas en sus productos debido a la exponencialidad de la exposición de un error y el daño que este puede causar. La gestión de la reputación es un tema clave en este entorno. Las falencias en este sentido hoy se perciben con menor esfuerzo.
La estética incrementa su huella en la forma en que se concibe el mundo. Los usuarios migran de una plataforma social a otra, pero enfoquémonos en Instagram; el mainstream de Instagram nos lleva de la mano hacia el placer de la belleza, las mentiras para embellecer y deja entrever, para quien observa, el área gris del alma humana. Quizá billones de cortinas de humo, lo cual vuelve más interesante el ejercicio de la observación.
Entonces, se acaban el año y la década; con mayores desafíos, con mayor conocimiento y con mayor desconocimiento, en algunos casos, de cómo gestionar el nuevo conocimiento. Puede parecer un juego de palabras, pero estamos inmersos en ese círculo. Nada se descarta, todo juega un rol a gran velocidad y a gran emoción, bienvenido 2020.