Marcar todos como leídos

María Cristina Bayas

Quito, Ecuador

Hay gente en el mundo que, ahora mismo, se pregunta cómo terminar con la angustia de tener cientos de correos electrónicos sin leer en su bandeja de entrada.

Este no es, como podría parecer a incauta y primera vista, un problema menor; por lo menos para aquellos que padecen de trastorno obsesivo compulsivo, ansiedad desenfrenada, o simple y llana incapacidad para enterrar el pasado.

Borrar la cantidad de información que contienen esos correos podría llevar a posteriores preguntas que no tendrían solución. Eliminarlos llevaría a contrafácticos despiadados.

Para quienes evalúan esta posibilidad, descartar toda esa correspondencia no es fácil. Para ellos, sentarse frente a la pantalla y dar la orden de eliminar 778 emails (¡y vaya que es peor si llevan la categoría de urgente!), es sentir la adrenalina de estar siendo perseguido por un oso descomunal.

Basta con preguntarse si alguno de esos correos contiene información sensible. O datos, fechas, memorias, pistas. El 2020 sería tan sencillo si se pudiera no entrar en este dilema. Permitir que estos correos sobrevivan sería una encrucijada asequible de resolver si no fuese agresivo con la psiquis o con el ojo mirar, al costado de cualquier aplicación, la nubecita roja que contiene el número exacto de mensajes que el sujeto en cuestión no quiso, no pudo, o no tuvo el valor de leer. Se vuelve relevante la pregunta de si es más leve vivir con la curiosidad acerca de la información perdida al eliminar los mensajes o si es mejor soportar, a diario y por siempre, el globito rojo en el iris.

Es prudente concluir que, observar día a día el teléfono y experimentar en cada aplicación la sentencia de todo lo que se ignoró en el año, podría ser peor que tomarse el tiempo de repasar cada uno de los emails que se dejó de lado o de exterminarlos por completo. Algunos individuos, los determinados, saben cómo simular lo último. Van a sus dispositivos y pulsan el botón que lleva a marcar todos los correos como leídos.

Estas personas deben ser casos de estudio psicológico. Deberían ser manuales para la caracterización de un héroe. Estos personajes no solo alcanzan la audacia de acabar con los mensajes que nunca revisaron, sino que se atreven aún a borrar fotos de su galería, conversaciones de whatsapp, aplicaciones que no les sirven, carpetas llenas de archivos, notificaciones de Facebook y cualquier elemento que consideren un peso en la memoria de su smartphone y de su existencia.

Para estos seres es fácil seguir adelante con su vida también fuera del mundo virtual. Tienen la misma capacidad de ignorar que la que suelen tener los meseros cuando algún cliente desea ordenar cualquier cosa. Pueden ir a sus dormitorios, identificar todo lo que no han usado en cierto lapso de tiempo, y botarlo directamente a la basura. Ellos pueden acabar con todo porque sienten que así logran resurgir; tienen la destreza de escribir una nueva crónica con su vida, ya sin la memoria alborotada.

La escala de la practicidad puede medirse del 1 al 10. Después, a partir del 11, está el talento de marcar todo lo no leído como si lo hubiera estado.

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