Greenpeace afirmó este jueves que le sonaron como un «elogio» las declaraciones en las que el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, tildó a la organización ecologista de «porquería» y «basura», por provenir de alguien interesado en destruir el medio ambiente.
«A lo largo de la historia, nuestra posición crítica a quien promueve la destrucción ambiental ya causó muchas reacciones desequilibradas de los más diferentes personajes. Estamos tan sólo ante otra de ellas. En estos casos, la incomodidad de quien destruye el medio ambiente suena como elogio», afirmó la organización internacional en un comunicado en que respondió al gobernante.
Greenpeace dijo lamentar que un presidente de la República presente «una posición tan inadecuada para el cargo que ocupa».
El líder ultraderechista, cuya política ambiental es permanentemente criticada por los ambientalistas, ya ha atacado en otras oportunidades a Greenpeace y a todas las organizaciones ecologistas.
Bolsonaro, que llegó a responsabilizar a los grupos ecologistas de los incendios que afectaron a la Amazonía el año pasado, volvió a la carga contra Greenpeace al ser interrogado este jueves sobre las críticas de la organización a los cambios que introdujo esta semana en el Consejo Nacional de la Amazonía Legal.
«¿Quien es Greenpeace? ¿Quien es esa porquería llamada Greenpeace? Eso es una basura. Hagan otra pregunta», afirmó el jefe de Estado al ser interrogado sobre una nota en la que el grupo ecologista dijo que el nuevo Consejo Nacional de la Amazonía Legal «no tiene planes, metas ni presupuesto».
En su respuesta al jefe de Estado, Greenpeace recordó que tiene casi medio siglo de vida y actúa en 55 países, incluyendo Brasil, en donde defiende el medio ambiente hace 28 años y ha colaborado con las autoridades denunciando crímenes ambientales.
«En Brasil hemos criticado y combatido las políticas del Gobierno (de Bolsonaro) que provocaron aumento de la deforestación y desmantelamiento de los órganos de fiscalización, así como nos posicionamos contra los absurdos ataques a los derechos de los pueblos indígenas», afirmó la organización.
El grupo afirmó que es una organización sin fines lucrativos, «con independencia financiera y política», y que seguirá «trabajando incansablemente por la defensa del medio ambiente, de la democracia y de los derechos de las poblaciones, sin importar a quien irrite».
La polémica surgió luego de que Bolsonaro transfiriera el control del Consejo de la Amazonía desde el Ministerio de Medio Ambiente a la Vicepresidencia de la República, a cuyo titular, el general de la reserva Hamilton Mourao, le encomendó acciones para la protección y el desarrollo sostenible del mayor bosque tropical del planeta.
Para Greenpeace, el nuevo consejo, sin representantes civiles, «ni planes, metas o presupuesto», sólo busca engañar a la opinión pública y a los inversores internacionales, ya que ni pondrá fin a la «política antiambiental» del Gobierno de Bolsonaro «ni combatirá la deforestación ni los crímenes ambientales».
La deforestación en la Amazonía brasileña saltó un 85 % el año pasado, desde 4.219,3 kilómetros cuadrados en 2018 hasta 9.165,6 kilómetros cuadrados en 2019, su mayor nivel desde 2016, de acuerdo con las mediciones de satélite del estatal Instituto Nacional de Pesquisa Espacial (INPE).
Ese crecimiento fue atribuido por los ecologistas a las medidas de flexibilización de la fiscalización y a la retórica antiambientalista de Bolsonaro, que defiende la explotación económica de la Amazonía y el fin de la demarcación de nuevas reservas indígenas.
Pese a las críticas, el jefe de Estado presentó esta semana a consideración del Congreso un proyecto de ley para permitir la minería, la explotación de petróleo y la construcción de hidroeléctricas en las reservas indígenas.
«En el último año asistimos a un planeado desmonte de los órganos de protección y fiscalización ambiental, que resultó en un aumento de la deforestación, y en el incendio del bosque y de la imagen de Brasil nacional e internacionalmente», según Greenpeace. EFE