Mark Rothko cautiva 50 años después de su muerte

Nueva York.- La armónica combinación de colores de Mark Rothko sigue cautivando al mundo del arte 50 años después de su fallecimiento, y mientras que sus creaciones ocupan las paredes de algunos de los museos más importantes del mundo, las casas de subastas venden cada año sus obras por decenas de millones de dólares.

Considerado como una de las figuras del arte contemporáneo más destacadas gracias a sus coloridos y grandes cuadros de rectángulos y finas capas de color con las que hipnotizaba al público, Rothko, nacido en Lituania en 1903, nunca quiso encasillarse en un movimiento, pero se le identificaba con el expresionismo abstracto.

«Pintaba un color de fondo y probablemente pintaba varios más diluidos por encima para que pudieran apreciarse. Luego pintaba rectángulos sobre eso», ha explicado el hijo de Rothko, Christopher Rothko, sobre su proceso creativo.

«A menudo sus pinturas se elaboraban rápidamente (…), pero luego paraba y se quedaba mirando la pintura durante mucho tiempo hasta proceder al siguiente paso», ha dicho sobre el extenso e innovador proceso creativo del pintor, que emigró a EE.UU. a los 10 años junto con su familia.

La enorme influencia de Rothko en el arte del siglo XX queda patente no solo por su constante presencia en los grandes museos del mundo como el Met, el MoMA o el Thyssen Bornemisza de Madrid y el valor que alcanzan sus codiciados cuadros en las grandes subastas, donde se desembolsan decenas de millones de dólares por una sola obra, sino también por la Capilla de Rothko, situada en Houston (Texas).

Este monumento, que cerró el pasado mes de marzo para unas extensas renovaciones, supone una nueva oportunidad para sus seguidores para celebrar al artista, ya que volverá a abrir sus puertas escasos dos meses después de cumplirse medio siglo desde su fallecimiento.

Un particular espacio de forma octogonal, se ha convertido con el tiempo en un lugar de culto para los amantes del arte, que desde 1971 alberga 14 colosales obras de Rothko, aunque en este caso va más allá de los alegres colores que le hicieron famoso.

Aquí pueden verse inquietantes cuadros en negro y morado oscuro que incorporan distintas texturas, que miden hasta 4,5 metros de alto por más de tres metros de largo, y que quedan iluminados gracias a un enorme tragaluz situado en el techo.

Aunque el lugar fue construido por orden de John y Dominique de Menil, herederos de una fortuna petrolífera, se considera uno de los espacios en los que disfrutar con mayor intensidad del poder tranquilizador de las creaciones del estadounidense de origen lituano.

Tanto es así que la capilla, que no se adhiere a ningún credo en concreto y que recibe unos 55 000 visitantes al año, se utiliza como un santuario para potenciar el diálogo entre las distintas religiones y un centro para los derechos humanos, así como un lugar de meditación.

Un lugar que impacta incluso a Christopher Rothko, que dijo no haber estado «preparado» para el momento cuando entró en el espacio por primera vez.

«Casi me fui sin nada, pero me quedé un par de minutos y terminé estando ahí como una hora y 15 minutos. Ni siquiera sé decir dónde se fue el tiempo», ha explicado el vástago de Rothko a la radio pública estadounidense NPR.

Este era el claro objetivo de Rothko para la capilla, que según Suna Umari, una de las representantes del centro, quería que las pinturas fueran «una ventana al más allá».

«Él decía que los colores brillantes hacían que la vista parara en el propio lienzo, pero los oscuros hacían que fueran más allá», agrega.

La oscuridad de los cuadros, sin embargo, también eran señal del estado de ánimo de Rothko, que decidió quitarse la vida el 25 de febrero de 1970. EFE

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