Ocultar información en tiempos de coronavirus

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

Muchos de los dilemas éticos que surgen durante la pandemia del Covid-19 gravitan alrededor de la idea de que es una crisis inusitada, que ha llevado a gobiernos a tomar decisiones que en condiciones normales no habrían tomado. Una de esas decisiones, en la amplia mayoría de países, es esconder las cifras de contagiados y muertos y demás datos relevantes, con total ausencia de transparencia. Como cuando el Ministro de Salud en Chile, Jaime Mañalich, dijo que el Ministerio cuenta a los muertos como recuperados porque ya no tienen capacidad de contagio.

Los medios de comunicación se enfrentan a un problema similar, viviendo con el temor de publicar información que pueda agravar la crisis o generar una histeria colectiva. Dilemas similares a los que se manejan en cualquier guerra, con respecto a la información que puede salir al público y la que no, por temor a compartir información perjudicial para los intereses de un país. Esto lleva al irrespeto al derecho a la información, que ha sido pisoteado en momentos de crisis desde hace muchísimos años, pero el problema está en que la restricción al acceso a la información puede también desproteger el derecho a la vida, porque no permite que la ciudadanía entienda las magnitudes de la situación a la que se enfrentan.

 La ausencia de información verídica por parte de las vocerías oficiales no hace más que debilitar las instituciones democráticas y dar entrada a los especuladores y a las noticias falsas. Con respecto al número de cifras, entra el dilema de sí se quiere ser un gobierno edulcorante que maquilla los números para no verse mal políticamente, o un gobierno que es dolorosamente honesto. También hay que entender que, el origen de esta problemática radica justamente en la ocultación de información de vital importancia por parte de la dictadura de Xi Jinping en asociación con la Organización Mundial de la Salud con respecto al brote del coronavirus. Sí ocultar la información fue la enfermedad, ocultarla otra vez no puede ser la cura.

Durante el encierro, muchos estamos buscando información sobre las condiciones del país donde vivimos y como se están enfrentando a la pandemia. Queremos información sobre número de contagiados por sectores y número de muertos que se acoplen a la realidad, número de camas y ventiladores disponibles, número de trabajadores de salud están enfermos, contagios y muertes por rangos de edades, toda esta información es de suma urgencia para entender verdaderamente que es lo que está pasando. Esta información también es crucial para científicos, economistas, investigadores en distintas áreas, que pueden construir sus investigaciones basándose en tales cifras y posteriormente presentar propuestas.

 Pero la ausencia de transparencia, que en este caso ha sido ajena a cualquier ideología política, es lamentable. Se entiende que existen situaciones en las que la información compartida pueda ser contraproducente y que no se puede ser 100% transparente porque eso implicaría actos como compartir nombres de los infectados, que podría traducirse a una persecución dañina hacia el enfermo que es lo que menos se necesita.  Pero también es importante recalcar que no es momento para permitir que traten temas graves con algodones e intenten suavizar una situación tan peligrosa como ésta.

La ausencia de información verídica lleva por ende a los ciudadanos a informarse por cualquier vía sin importar quién sea el mensajero, ya que están urgidos por información. Allí entran los especuladores, los políticos que pescan a río revuelto y los que comparten noticias falsas quien sabe con qué interés. Sí se permite que la imagen de un gobierno se debilite tanto para llegar a ese punto de desconfianza por parte de los ciudadanos, y que los medios de comunicación estén maniatados por tener un montón de información que no pueden confirmar, allí entran los antisociales que comparten cualquier pistolada buscando likes y una oportunidad para hacer proselitismo. Desafortunadamente, muchos se lo creen. Y entre esos agitadores irresponsables, están personas responsables (periodistas, científicos, etcétera) que sí comparten información valiosa con pruebas fehacientes, pero se le pone la misma etiqueta de fake news y entre tanto ruido en redes sociales la información queda enterrada sin llegar a su destino. Hay sobreinformación de información basura. Los datos importantes tienen que hacerse públicos también para hacer contrapeso a la infoxicación, independientemente del daño que generen en la imagen de una administración. No es momento de pensar en reelecciones, ni en tasas de aprobación, ni en el predominio de ideologías políticas.

Haciendo uso de la información basura con la que muchos moldean la historia a su conveniencia, distintos políticos se jactan diciendo que en su país ya se está aplanando la curva y planean el regreso a las calles, cuando la realidad es otra y esa falsa sensación de seguridad que promueven podrá ser la causante de una segunda ola de Covid-19. Lo más doloroso e irresponsable, es el disimulo de las cifras de fallecidos. Mentir sobre las cifras de fallecidos es burlarse de los muertos, de los familiares en duelo y del dolor de todo un sector. Creen que no contar a un muerto en una cifra es negar su fallecimiento. Y sí, algunos países no dan abasto para registrar a todos los muertos, pero también es inconcebible que nieguen e/o ignoren el aumento desenfrenado en las muertes por síntomas relacionados con el coronavirus.  

De igual manera, la toma de buenas decisiones requiere de buena información para avalarlas. Por ejemplo, las personas de distintos sectores que deban salir a las calles el 4 de mayo en Ecuador tras la declaración del proceso de distanciamiento físico, necesitan que las autoridades le expliquen a detalle con información contrastada y de calidad las razones por las que el país está preparado para pasar a esa etapa. Si no hacen esto, es una bomba de tiempo que va a causar más infectados y, en consecuencia, va a retrasar aún más en materia de salud a un lugar que ya está muy golpeado.

Las conversaciones sobre estos dilemas de esconder información en tiempos de crisis se mantendrán vigentes y sigue sin haber una respuesta clara. La pandemia que vivimos es inédita para la mayoría e incluso en los sistemas que se creían más perfectos se han visto falencias. La restricción de derechos fundamentales no puede ser excusada por la crisis actual y la coyuntura no es un pretexto para tapar la verdad. La verdad debe de buscarse exhaustivamente y compartirse a gran escala, por más que sea dolorosa. Ojalá haya un cambio en la estrategia informativa de esta crisis que permita que se junten los distintos sectores y que, tanto ciudadanos bien informados como gobernantes transparentes sin motivaciones políticas, trabajen juntos para salir adelante y evitar más pérdidas.

Ojalá que eso no sea una utopía. Ojalá.

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