Empezamos la pelea

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Arrinconado contra las cuerdas, el lcdo acaba de lanzar dos certeros jabs de derecha contra el piponazgo estatal de izquierda que ayudó a crear. La pelea con su sombra es incierta. El público, convencido hace un instante de la inevitable derrota, aplaude con incredulidad ante el resurgir de la esperanza. Vamos en buen camino. Pero aún muy lejos de la victoria final.

Faltan varios rounds contra la corrupción, favorecida por los jueces del encuentro, y otros tantos para recuperar la confianza en un peleador sin táctica, errático y hasta simplón. Para voltear el resultado, las cifras tienen que salir del rojo. Los tres jueces, los multilaterales, los acreedores y los ecuatorianos tienen que tener las cuentas claras. Y creer en ellas sin refugiarse en los argumentos de siempre: el tongo, los jueces comprados, el complejo de eternos perdedores.

Esta es una pelea de largo aliento, con relevos, ya que al próximo presidente le corresponderá continuar la pelea contra la hydra de siete cabezas, cuya característica es el rebrote de dos cabezas por cada una cortada. Todos estamos con el boxeador local. Pero necesitamos más que comentarios parciales y opiniones interesadas. Necesitamos derrotar al adversario demagogo y mentiroso, aquel que habla de valores etéreos mientras al trabajador le meten una paliza en la vida real.

A aquel que habla de economía sin tener una idea clara de cómo cuesta ganar dinero con esfuerzo porque siempre ha vivido del cuento. A ese que es tan generoso con el dinero ajeno y tan amarrete con el propio. Aquel que no duda en favorecer a los suyos en sobreprecios y contratos a dedo porque la plata ya es de todos.

Las medidas se han tomado por desesperación y no por convicción. Falta aún sembrar en la población las verdaderas razones de la crisis. Que el público comprenda que los fondos estatales no son inagotables. Que la eficacia privada es muy superior a la inmovilidad estatal. Qué hay que frenar la corrupción con transparencia.

Animar a los contratistas a denunciar la corrupción y a los funcionarios públicos a no encubrirla ni desearla. Aumentar las penas y reforzar los controles antes y no perseguir después la leche derramada. Apuntalar la educación y la preparación para que los futuros profesionales tengan conocimiento, ética y solvencia en sus actos. De poco le sirve al país una pléyade de profesionales mediocres escondidos detrás de miles de escritorios y a la caza de oportunidades con el doble discurso.

Aplaudo las medidas. Van por el camino correcto. Respaldo los recortes, aunque podían y deben ser mayores. Espero de las autoridades y las fuerzas del orden el respeto a las decisiones tomadas. Que la sinrazón no sea nuevamente actora de desmanes y abusos. Que los regionalistas insensatos archiven sus discursos incendiarios y los cambien por propuestas positivas en aras de la equidad y el desarrollo equilibrado de sus provincias.

Es a través de la paz y no de la agresividad que se logran acuerdos duraderos. Todos queremos un país llevadero y equilibrado. ¡No lo desestabilicen por ambiciones pequeñas! Que este sea el primer paso para racionalizar las instituciones, desterrar el clientelismo político y el piponazgo, y que con objetividad y honradez se redimensione el tamaño del Estado hacia niveles de eficiencia y cifras positivas.

Lo que el Ecuador gane en resultados palpables justificará de largo la pérdida de “soberanías» y otras palabras huecas y rimbombantes que solo encubren codicias sindicales y de argolla. Y que todos podamos respirar tranquilos, con empleos y emprendimientos sin odio ni persecución, sino con apoyo del sector público. Esa es la meta. La pelea ha empezado. No desmayemos.

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