Solo el FMI

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

No nos engañemos. No le demos más vueltas. Solo un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) puede evitar el total colapso del Estado, la economía y la sociedad ecuatoriana. Naciones vecinas como Colombia, Perú o Chile tienen suficientes reservas para soportar la contracción de todo su aparato productivo como la que vienen experimentando. En el caso de Colombia dichas reservas superan los 50 000 millones de dólares. Ese no es nuestro caso, ni de lejos. Como se sabe, el Gran Ladrón que vive hoy cómodamente en Bélgica, y que nos gobernó por más de una década, el que decía saber de economía, y que ha sido reconocido como el más corrupto gobernante que ha tenido el Ecuador en su vida republicana, dicho individuo se encargó de dilapidar la gigantesca bonanza económica que tuvimos gracias a los altos precios internacionales del petróleo, una bonanza que no volveremos a tener en el futuro. Y encima dejó al país con una deuda externa –de origen chino en gran parte– que fue contraída a tasas de interés y plazos de usureros. Y hoy él y su pandilla de ladrones tienen el descaro de proponer dejar de pagar la deuda externa que ellos mismos negociaron y aceptaron, y de dar clases de moral al país.

En fin, el Ecuador simplemente no tiene los recursos económicos para salir del abismo en que está cayendo. No los tiene el Estado. No los tiene la empresa privada. No los tiene nuestra frágil clase media. Debemos aceptarlo: esos recursos deben venir del exterior. Aquí no los tenemos, a menos que nos salgamos de la dolarización. Y la institución que puede suministrarnos los miles de millones de dólares que necesitamos (y con urgencia) a tasas de interés razonables (no como las que contrajo el jefe de la mafia) y a plazos largos no es ni el Banco Mundial ni el Banco Interameri,cano de Desarrollo ni la Corporación Andina de Fomento. El único que tiene esa capacidad financiera es el FMI, que cuenta con recursos que bordean el trillón de dólares.

El FMI de hoy no es el FMI de los años 70 u 80. En él se ha dado una larga y dolorosa curva de aprendizaje sobre sus políticas de ajustes, condicionalidades y otros mecanismos similares. Pero el FMI no puede a la vez que facilita fondos administrar las economías de las naciones que los reciben. Esa es una tarea que les corresponde hacer a los países que recurren a su financiamiento. El reciente ejemplo de Argentina es ilustrativo de los límites que tienen las políticas del FMI si los Gobiernos que se benefician de su financiamiento son tan torpes y erráticos como el que lideró el Sr. Macri.

Un acuerdo con el FMI requiere que nos presentemos y definamos como una nación cohesionada, convencida de la necesidad de trabajar de manera unida y solidaria en la consecución de ciertos objetivos nacionales. Una sociedad que ha aprendido finalmente de sus errores y que está dispuesta a evitarlos en el futuro. Pero una nación con una clase dirigente que siga pensando en sus intereses personalistas y no en los del país, que siga atrapada en la lógica electoral y no comprenda la lógica de la historia, donde un partido político llega al extremo de votar en contra de una ley –una ley con muchas reformas positivas– solo por el hecho de que su rival votó a favor de ella, no solo que no podrá presentarse al Fondo Monetario Internacional con seriedad, sino que está llamada a fracasar con FMI o sin FMI. (O)

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