Los cubanos sabemos que derribar estatuas es algo muy serio

Vicente Morín Aguado

Miami, Estados Unidos

Un Tsunami originado en los Estados Unidos se extiende por el occidente cristiano, en la cresta de la ola saltan estatuas derribadas por los manifestantes, una práctica nada nueva para nosotros los cubanos, obligados por el comunismo de Fidel Castro a una diáspora universal cuyo centro coincide, y no es casual, en los Estados Unidos.

La revolución castrista comenzó a derribar estatuas desde los meses iniciales de 1959. Una prueba elocuente aún puede verse en la llamada Avenida de los presidentes, rediseñada con el preciso objetivo de borrar el pasado de una nación. Eduardo Galeano, bíblico adalid literario de la izquierda latinoamericana, dejó su elocuente impresión de lo sucedido en El Libro de los abrazos, Madrid, 1989:

“En La Habana, a un paso de la Casa de las Américas, hay un raro monumento: un par de zapatos de bronce en lo alto del gran pedestal. Los solitarios zapatos pertenecían al servicial Tomás Estrada Palma. El pueblo en furia volteó su estatua y eso fue lo único que quedó.”

“Mientras el siglo nacía, Estrada Palma había sido el primer presidente de Cuba, bajo la ocupación colonial de los Estados Unidos.”

Estrada Palma alcanzó las máximas magistraturas de la República en Armas, institución civilista creada por un pueblo en rebelión, ante la historia un monumento imperecedero al espíritu democrático de los fundadores de la nación cubana, esos que estaba derribando de sus pedestales la revolución de 1959.

La presidencia de 1902 tampoco era casual, antes conoció a José Martí en los Estados Unidos, exilio obligado de muchos patriotas rechazados por diversos gobiernos autoritarios latinoamericanos. Solo viviendo en una democracia amparada por un estado de derecho, pudo el apóstol fundar un partido político con la misión temporal de organizar la guerra contra España y fijar los fundamentos republicanos heredados de las generaciones rebeldes anteriores.

Don Tomás sucedió a Martí al frente del Partido Revolucionario Cubano, disuelto como Martí quería, al concluir la guerra, porque ni por asomo deseaba aprovechar prestigios anteriores para ganar ventajas políticas en el nuevo estado por crear.

Otra estatua de Estrada Palma fue derribada por la naciente revolución en Santiago de Cuba. ¿Por qué borrar la dignidad histórica del ilustre patriota?

Sencillamente porque el propósito de Fidel Castro era liquidar la democracia cualquiera que fueran sus aciertos y defectos. Junto al nuevo orden político, el comunismo se apropiaría de la nación toda, incluyendo su historia, su alma virtuosa y pecadora a la vez, alma humana al fin, para crear un “hombre nuevo” al decir del Che Guevara.

El nuevo sujeto de la historia contemporánea, semejante a un androide, no podía tener la libertad de hurgar libremente en su pasado. Cualquier remembranza, al cabo del tiempo devenida en comparación con su presente, sería perniciosa para los fundadores del socialismo hecho estado, que ya José Martí había calificado inequívocamente “La esclavitud moderna”, al reseñar la obra del sociólogo Herbert Spencer en un artículo escrito y publicado desde su modesto apartamento neoyorquino.

Dentro de Cuba, por decreto, bajo vigilancia uniformada, acompañada de aplausos, desapareció el águila del monumento a las víctimas del Maine, numerosas inscripciones en mármol o bronce fueron borradas, los nombres de calles, pueblos, territorios y ciudades, con siglos de existencia, se cambiaron, sobre todo si correspondían al santoral católico, prohibido junto al obligado ateísmo que se impuso en el sistema de enseñanza, otra apropiación absoluta del nuevo estado totalitario.

Carnavales y festejos de la navidad serían desvirtuados hasta desaparecer. La familia terminó intervenida al decretarse prácticas discriminatorias que determinaban el acceso a las universidades, los mejores puestos de trabajo o hasta la libertad de movimiento, según fuera demostrada la fidelidad o infidelidad al proceso revolucionario.

Los que escaparon del infierno tardaron 20 largos años en volver a encontrarse, cuando el dictador, sintiéndose seguro, decretó un perdón mínimo selectivo, a los infieles.

Por eso decimos que derribar estatuas es algo muy serio. En el caso cubano, el estado usurpador practicó además un amplio proselitismo del cual no es una excepción el poderoso vecino del norte, proclamado desde los comienzos mismos de la revolución castrista, el mismísimo imperio del mal.

Un centenar de millas de la corriente del golfo nunca fueron sufientes para separar a ambas naciones. El poder de atracción de la mayor terminó creando una segunda Cuba en el exilio, un país singular a donde vino a parar, en lo posible, esa historia que estaban borrando.

Sin embargo, lo curioso es que el mismo universo de ideas que había terminado por engendrar la nueva Cuba de Fidel Castro, también encontró espacio en los Estados Unidos. Era natural que, con lógicas desproporciones, los elementos afines se juntaran en similar propósito:  destruir el país símbolo de cuanto rechazaban los profetas del paraíso terrenal.

La relación iniciada por Fidel Castro con varios líderes afroamericanos en Nueva York, destacó Malcolm X, partió de una indudable empatía generada por denominadores comunes: El odio a la nación estadounidense, del cual se deducen ciertos paradigmas como el desprecio por la propiedad, la estigmatización de la riqueza-ajena-, junto a un estadio insurreccional permanente, bajo el apego ambivalente a diversas interpretaciones de la doctrina marxista, especialmente el uso de la violencia para alcanzar los objetivos políticos.

Martin Luther King Jr. ha sido relegado al rincón inofensivo de los santos porque a fin de cuentas derrotó, no al sistema norteamericano, sino a los Black Panthers. Los restos del comunismo disfrazado terminaron escondidos en La Habana, unos escribiendo memorias, como Assata Shakur, otros curiosamente fomentando el Hip Hop cubano, tal fue el caso de Nehanda Abiodun.

Bajo el manto de intercambios culturales, africanistas, músicos y demás representantes de una corriente reivindicadora de la negritud nacional, se han paseado por las calles libres del Harlem que un día retara a los blancos, hospedando al guerrillero de la Sierra Maestra. Lo interesante es que, en Cuba los nuevos cuestionadores del racismo provocaron la siempre alzada mandarria del estado totalitario.

Un artículo publicado por el investigador Roberto Zurbano en The New York Times (13 de marzo de 2013), bajo el título “Para los negros en Cuba la Revolución no ha comenzado”, resultó inadmisible para la estructura gobernante en la Isla. Cuestionar el sistema Made in USA, perfecto, preguntar sobre la validez del sistema Hecho por Fidel Castro, herejía imperdonable.

La defensa de la nación, siempre amenazada por el imperio malévolo del norte, lapida cualquier ejercicio de opinión. El vespertino Juventud rebelde se encargó de colocar la piedra:

“Cuando se trata de acabar con la Revolución, a sus enemigos no les interesa si inventarse una caribeñísima y soberana nación «mandinga» o el archipiélago independiente Sabana-Camagüey… Lo importante es partir el cake, porque una sola Cuba, sin las cuchilladas correspondientes, es muy difícil de tragar.”

Zurbano terminó despedido de su cargo de Director editorial de la Casa de las Américas. ¿Se ubican? Cruzando la calle podría ponerse en los zapatos del “servicial Don Tomás”, según le calificara el retórico Galeano.

La lección es, En Cuba, mis negritos están agradecidos de su revolución. En los Estados Unidos, con una revolución por hacer, pues derriben estatuas con entera libertad. Las que deban tumbarse en casa, las decide desde el poder, el Partido Comunista.

La comunidad de prófugos de la justicia, exiliados y otros norteamericanos que se consideran amenazados por las leyes de su país, alcanza una cifra imposible de contar, dada la naturaleza misma de su situación. No obstante, su actividad es intensa, basta consultar el sitio AfroCubaWeb para enterarse de un movimiento considerable de intercambio que incluye visitas de la conocida Brigada Venceremos, integrada en su 46va edición por miembros del Black Lives Matter, durante el verano de 2015.

Estas visitas de extranjeros funcionan bajo estricto control del sistema partido-estado, incluyendo supervisión de los órganos de la SE-policía política- y el orden interior. Las autoridades cubanas están especializadas en disimular sus actos de tal forma que muchos incautos no perciben el asunto. Otros lo aceptan porque agarraron un tour en condiciones económicas ventajosas o están cumplimentando un marcado deseo político.

En dirección contraria, los cubanos consiguen salir de su país-prisión y montarse en el deseado pájaro de aluminio. Siempre serán evaluados antes de concederles la posibilidad del viaje, aunque no es totalmente previsible que se mantengan fieles a sus promesas revolucionarias previo a saltar el mar.

Por tales motivos no es fácil evaluar la sinceridad de cuánto dicen y hacen nuestros compatriotas al encontrarse con patrocinadores extranjeros como Assata o Nehanda. Puede suceder que tales patriotas anden lejos de las ínfulas Warm Gun de las panteras, pero si ellas ofrecen una vía de protagonismo fuera del encierro isleño, serán bienvenidas con mayor o menor entusiasmo ante sus ideas.

Así y todo, desde La Habana claman por Jalil Muntaqim y Mumia Abu Jamal, se realizan audiovisuales identificados con los postulados del Black Lives Matter, sin olvidar a la República de Nueva Afrika.

La conexión alcanza la Venezuela chavista bajo control del castrismo. Antes de ser incorporado a la lista negra de los narcotraficantes bajo recompensa, el ex alumno de la escuela superior del partido comunista de Cuba, siendo gobernante de su país, aprovechó una visita a Nueva York para reunirse en Harlem con Opal Tometi, cofundadora de BLM.

No es extraño que la ideología hecha estado en la Plaza de la Revolución, responsable al institucionalizar el derribo de estatuas, sea fuente de inspiración para semejantes prácticas destructivas en los Estados Unidos.

Nehanda Abiodun; Cheri Dalton pistola en mano, asaltando un camión blindado repleto de dinero, es reconocida por los raperos cubanos “La Madrina del Hip Hop”. Sus ahijados Magia López y Alexei Rodríguez, quienes compartieron escenario con el gran Usher de visita en la Isla, integran desde hace dos décadas el dúo Obsesión. Ellos son responsables directos de incitación al crimen cultural:

Durante el 2011, los promotores del turismo consideraron necesaria la remodelación del fastuoso monumento al Mayor General José Miguel Gómez, sucesor de Estrada Palma en la presidencia de Cuba. La consabida estatua volvió a su sitio en la mencionada Avenida de los presidentes, identificada “Calle G” del sistema postal.

La vuelta de la estatua a su sitio motivó una canción de los aventajados alumnos de la ex pantera, fallecida en su jaula cubana el pasado año. El texto, titulado “Nueva Calle G”, dice en referencia a la efigie ilustre:

“No entiendo qué hace ese tipo ahí, después de una Revolución que se hizo aquí”. “Hago un llamado al graffiti cubano. ¡Si no la tumban vamo’ la graffiteamo’! …TÚMBENLO”.

Cualquier semejanza con lo que ocurre en los Estados Unidos no es pura coincidencia. Sin embargo, ahora mismo en La Habana, filmar a un policía y subir a las redes sociales las imágenes, significa desde 3 mil pesos de multa a prisión si el acto es reincidente o concurren circunstancias “agravantes” en detrimento del orden público.

EPILOGO: Las cenizas de Fidel Castro están incrustadas en una piedra, muy cerca al mausoleo que guarda los restos de José Martí. También a corta distancia de este altar sagrado de la patria, yace Tomás Estrada Palma. Los tres en el cementerio de Santa Ifigenia, Santiago de Cuba.

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