Más allá de la cuarentena

Gonzalo Orellana

Londres, Reino Unido

Han pasado casi 6 meses desde que la mayoría de países del mundo impuso cuarentenas como forma de combatir el coronavirus. Aunque quizás sea temprano para evaluar la efectividad de las medidas que los gobiernos tomaron para controlar este nuevo virus, hay algunas conclusiones que podemos empezar a sacar.

La cuarentena como medida de control del covid-19 se impuso como resultado del ejemplo de China, un estado autoritario y cuya información es poco transparente lo que hace difícil determinar si su cuarentena fue tan efectiva como han querido venderla al mundo. La cuarentena estuvo apoyada por muchos epidemiólogos que la vieron como la única alternativa, pero su duración y efectividad deben ser analizadas a profundidad.

Empecemos por definir cuál es el objetivo de la cuarentena ante la aparición de un nuevo virus para el cual no hay vacuna ni inmunidad. De acuerdo con los epidemiólogos el objetivo de la cuarentena es reducir la velocidad de contagio del virus, lo que permite a los gobiernos y sociedad ganar tiempo. Tiempo para incrementar las camas de hospital, contratar personal médico, cambiar comportamientos sociales, adaptar negocios, etc. El problema es que muchos, incluyendo quienes gobiernan, esperan que las cuarentenas hagan algo que no pueden hacer: blindarnos por completo del virus. El otro problema es que el costo de las cuarentenas es enorme, no solo en términos económicos sino también de salud: los incrementos de suicidios, de casos de depresión y ansiedad, así como la cancelación de todo tipo de tratamientos médicos durante meses está teniendo un impacto gigante en la salud de millones de personas. Dicho de otra forma: las cuarentenas salvan vidas al reducir los contagios, pero también cuestan vidas.

La duración y la rigidez de la cuarentena inciden directamente en la contracción económica que los países están enfrentando, es así como vemos que el PIB de Suecia, país donde no se estableció cuarentena, donde no se cerraron negocios ni colegios se contrajo menos de un 7% en el segundo trimestre, por el contrario, países como España e Italia que impusieron cuarentenas rigurosas se contrajeron más del 12% en el mismo periodo. Vale decir que el número de muertes por millón de personas en Suecia fue menor que el de España o Italia.

Esta menor caída durante este año seguramente tendrá implicaciones de largo plazo, cuanto más cae una economía más empresas cierran y más empleos se destruyen. Estas empresas tardaran años en ser reemplazadas por otras y los trabajos tomaran aún más tiempo en ser recuperados o quizás nunca lo sean. Es decir, una contracción menos profunda en el corto plazo significa un mayor potencial de crecimiento en el mediano y largo plazo.

De la mano de las cuarentenas los gobiernos del mundo han implementa un larga y creativa lista de restricciones, algunas de ellas completamente inútiles para combatir el virus, pero muy eficaces para hacer daño a la economía, miremos algunas:

El gobierno de Perú prohibió la venta a domicilio o el “delivery” de cualquier cosa. Esta práctica que tuvo incrementos enormes en el mundo entero producto del cierre de restaurantes y tiendas fue la tabla de salvación de muchos negocios, sobre todo pequeños, que de no haber sido por los ingresos generados con esta modalidad de venta habrían quebrado. Esto ayuda a explicar por qué la economía peruana se contrajo la escalofriante cifra de 30% en el segundo trimestre, una de las caídas más brutales que se haya visto hasta ahora a nivel mundial. Esta rigidez de la cuarentena no ha impedido que casi 700 mil personas se contagien y casi 30 mil hayan muerto, según cifras oficiales, las cifras de muertes en exceso hablan de más de 70 mil. Una de las conclusiones más claras es que entre más estricta sea la cuarentena en el papel más violaciones va a generar en la realidad, reduciendo su eficacia.

Otra medida muy popular en varios países es el cierre de fronteras, lo cual tendría sentido si es que el virus no ha llegado a tu país. El problema es que varios países las han mantenido indefinidamente aun cuando el virus ya se ha expandido. ¿Qué sentido tiene que Colombia y Argentina mantengan sus fronteras cerradas cuando ambos han llegado a tener más de 12 mil casos diarios? Esto es como si un fumador de 20 cigarrillos diarios le preocupe el humo que exhala alguien a su lado. Lo que si genera esta medida es que miles de personas que se encuentran varadas en el exterior no puedan volver o tengan que pagar precios absurdos para poder abordar uno de los escasos «vuelos de repatriación» disponibles. Estos y otros países bien harían en abrir sus fronteras y dejar que quien quiera volver o mejor aún visitar y «hacer el gasto» lo haga cumpliendo con protocolos de bioseguridad, pues esto tendría un impacto absolutamente marginal en la evolución del coronavirus en dichas naciones.

Cuando la cuarentena empezó en India, el gobierno pidió a sus ciudadanos que la cumplieran en sus lugares de origen, se estima que eso implicó el movimiento de alrededor de 150 millones de personas desde ciudades grandes a pueblos y zonas rurales, en muchos casos esos ciudadanos que volvían a casa llevaban el virus con ellos. Las semanas de cuarentena en la India ha significado un incremento alarmante de la pobreza, destruyendo los avances que se habían conseguido en los últimos 20 años. La cuarentena lejos de detener o controlar el coronavirus en India lo propago de manera exponencial. India tiene ahora más de 4.5 millones de casos y crece a más 90 mil casos al día. Un claro ejemplo donde el remedio es peor que la enfermedad.

Hasta el momento en que escribo este artículo se han contagiado oficialmente 28 millones de personas y muerto cerca 900 mil personas, ambas cifras seguramente implican subregistros. Pero aun si el número de muertos está por arriba de un millón o quizás se acerque a dos millones, estos números palidecen ante los 195 millones de puestos de trabajo que la Organización Internacional del Trabajo estiman se perdieron tan solo en los 3 meses desde que empezaron las cuarentenas. Peor aún, según la ONG Oxfam se estima que 500 millones de personas podrían caer en la pobreza producto de la crisis generada por el coronavirus y por las medidas en algunos casos extremas que muchos gobiernos han tomado.

El mundo confundió a la epidemia de covid con un huracán, pensó que si se encerraba en su casa y cerraba la puerta la epidemia iba a pasar e íbamos a estar todos bien. Este enfoque es equivocado por varias razones: el coronavirus se expande aun con cuarentenas, paso de estar únicamente en China en diciembre a estar prácticamente en todo el mundo en mayo. La crisis de salud desatada por el coronavirus no iba a durar 3 meses, siendo realistas aún con una vacuna a finales de 2020, el proceso de producir y vacunar a suficiente cantidad de personas para que el virus deje de propagarse tardara otros dos ó 3 años. Pero el error más grave es querer resolver un problema con soluciones no sostenibles, el mundo debe adaptarse al coronavirus y entre más rápido lo haga más rápido podrá enfocarse en los otros problemas con los que tenemos que lidiar y que siguen estando ahí.

Por mucho que nos disguste y más allá de que tengamos miedo, la realidad es que habrá gente contagiándose de coronavirus por los próximos 2 ó 3 años y quizás más. También por mucho que nos apene seguiremos escuchando de gente de que muera por coronavirus, sobre todo gente de la tercera edad. La solución para reducir ese riesgo no está en las cuarentenas o en encerrarte en tu casa o no mandar a tus hijos al colegio. La solución está en adaptarnos y protegernos. Al Ecuador el coronavirus lo golpeó duro, como lo ha hecho o está haciendo con otros países, mostró las falencias del sistema de salud, las miserias de ciertos políticos y las limitaciones del gobierno para enfrentar una crisis como esta.

Pero el gobierno también ha mostrado sensatez para reabrir los distintos sectores y apertura para que sean dichos sectores quienes propongan protocolos para enfrentar al virus. El gobierno también ha mostrado valentía para tomar medidas criticadas en su momento por el miedo de muchos como por ejemplo abrir restaurantes y dejar que los vuelos internacionales regresen. Y lo es aún más en buscar que niños y jóvenes vuelvan a clases, probablemente la decisión más importante de todas. Es hora de dejar el miedo.

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