El declive del petróleo

Gonzalo Orellana

Londres, Reino Unido

Es una obviedad decir que el 2020 ha sido un año malo, malísimo. Lo ha sido para la salud pública, para la economía mundial y claramente para la economía ecuatoriana. Una de las razones por las cuales ha sido tan mala para la economía de nuestro país es porque este ha sido un año terrible para el petróleo, de hecho, es probable que el 2020 se recuerde como el inicio del fin del petróleo.

Y no, no estoy hablando solo del hecho de que el precio del petróleo haya sido negativo durante una semana en mayo. Tampoco me refiero a la enorme contracción de demanda del petróleo durante el 2020, producto de las cuarentenas impuestas en casi todos los países. Tampoco me refiero al hecho de que las empresas petroleras privadas más grandes del mundo hayan dado de baja de sus balances más de $170 mil millones durante el primer semestre del 2020, sobre todo reservas petroleras que con el precio actual y esperado del barril no son financieramente rentables de explotar. Tampoco me refiero a que Exxon Mobil, quien fuera la empresa más valiosa del mundo en 2011 hoy vale menos que Zoom, la empresa de comunicaciones que fue fundada apenas en aquel mismo año.

Me refiero al hecho de que lo peor está por venir. La empresa British Petroleum, la más antigua gran empresa petrolera del mundo en septiembre publicó su informe sobre el futuro de la industria petrolera en el que ponía tres escenarios: en los tres escenarios pronosticaba el pico del petróleo, entiéndase el momento en que el consumo de petróleo solo empezara a descender. El escenario más optimista ponía como pico el 2025, el más pesimista lo ponía en 2019, es decir ya pasó. Pocas semanas más tarde la OPEP en un análisis similar contradecía las fechas dadas por BP pues cree que el pico llegaría entre 2035 y 2040. Lo interesante del análisis de la organización de productores y exportadores de petróleo no es la fecha que mencionan, sino que por primera vez en la historia reconoce que estamos por llegar al pico en un documento oficial. Si los mayores interesados en vender petróleo creen que la demanda eventualmente va a bajar, entonces apaga y vámonos, es el fin de la industria tal y como la conocemos.

El enorme impacto que el Covid tuvo en la economía en 2020 es parte del problema, pero no el único. En 2020 por primera vez tenemos que la manera más barata de producir energía es a través del sol y el viento, se estima que en 2021 por primera vez se invierta más a nivel mundial en energía renovable que en combustibles fósiles. Esto tiene un impacto enorme en la industria y son justamente las empresas petroleras privadas las que están dando los primeros pasos para salir de una industria en declive. El CEO de BP a manera de broma decía que ellos esperan hacer más dinero con la venta de café en sus estaciones que con la venta de petróleo. Empresas como Equinor, Eni y Total, las empresas petroleras de Noruega, Italia y Francia tienen previsto invertir más en energía renovable en los próximos años que en desarrollar campos petroleros, de hecho, estas y varias otras empresas ahora prefieren llamarse a sí mismas empresas de energía y no petroleras.

Si las empresas ex petroleras están cambiando para sobrevivir, los países petroleros también deben hacerlo. De hecho, el fin del petróleo es probablemente uno de los fenómenos geopolíticos más interesantes de las próximas dos décadas. Así como la búsqueda de petróleo ha generado un sin fin de conflictos, el declive de esta industria también lo hará. Regímenes autoritarios basados únicamente en la riqueza petrolera van a sufrir enormemente.

¿Qué debe hacer Ecuador para adaptarnos a un futuro en que el petróleo sea barato y eventualmente no rentable? Cuando yo estaba en la universidad, no es hace tanto, mis profesores hablaban de que Ecuador debía prepararse para el día en que sus reservas petroleras se acabaran, hoy el Ecuador debe prepararse para cuando sus reservas petroleras sean no viables de ser explotadas, un enorme cambio de paradigma. Esto tiene implicaciones de muchos tipos, económicamente las más importantes son: exportaciones, ingresos públicos y costo de transporte.

Aunque el 2020 ha sido muy malo para las exportaciones petroleras, por el contrario, ha sido bastante bueno para las no petroleras que a septiembre muestran un crecimiento de 9%. De hecho, el crecimiento de las exportaciones no petroleras es una historia positiva que no recibe el reconocimiento que merece. Ecuador pasó de exportar $2.5 mil millones en 2000 a $13.6 mil millones en 2019. Mantener un crecimiento de exportaciones del 9% de manera sostenida no es fácil, pero tampoco imposible, ese es justamente el promedio al que crecieron las exportaciones en Ecuador desde que nos dolarizamos.

El segundo es quizás más difícil. Compensar la caída de ingresos al estado producto del petróleo no va a ser fácil, de hecho, no lo ha sido este año, según Cordes los ingresos petroleros para el gobierno hasta noviembre han sido de apenas $440 millones, versus los más de $2 mil millones que esperaba: la diferencia es aún más notoria cuando pensamos que durante varios años del correismo, el gobierno llegó a tener ingresos petroleros por encima de los $5 mil millones.

Esta enorme reducción de ingreso se ha tenido y se tendrá que seguir compensando con ajustes en el gasto público: empresas públicas que daban pérdidas, instituciones estatales que aportan poco, contrataciones excesivas con tinte político más que técnico, reestructuración de la deuda que reducirán los pagos en los próximos años y también con medidas como las tomadas para racionalizar los subsidios a los combustibles.

El 2020 pasará también a la historia como el primer año en que el gobierno ecuatoriano gano dinero con la venta de gasolinas: $51m hasta septiembre del 2020, considerablemente mejor que los $474m en subsidios en el mismo periodo del 2018. Esto debido al incremento del precio hacia niveles más acordes con el verdadero valor de la gasolina, aunque todavía por debajo del precio en nuestros países vecinos. En el mundo actual en que el precio del petróleo se mantendrá bajo no tiene sentido subsidiarlo. Mas aún en los próximos años, cuando la revolución de los autos eléctricos va a hacer que el precio de la gasolina y diésel deje de ser una variable tan relevante.

El declive de la industria petrolera es una buena noticia para el planeta, pues nos permitirá acercarnos a la reducción de emisiones que necesitamos para evitar que el calentamiento global pase de 2 grados centígrados. También es una buena noticia que regímenes corruptos y autoritarios como Irán, Rusia o Venezuela van a tener que replantear su supervivencia. Para Ecuador será un golpe duro, pero nos obliga a replantearnos varios de las cosas que hemos hecho desde que nos convertimos en país petrolero: ¿Qué tamaño debe tener el estado? ¿A quién debe beneficiar el gasto público? ¿Cómo explotar de manera sostenible nuestros recursos naturales, sobre todo en lugar tan sensibles como la Amazonia? Ecuador tiene enormes riquezas que muchas veces el petróleo opacó e impidió su desarrollo. Hoy tenemos que reevaluarlas.

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