Autoritarios o moderados, ¿Quién ganará las elecciones?

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

Si la llamada ley del péndulo tiene algún sentido en la política electoral ecuatoriana lo es en referencia a la alternancia que, desde el retorno a la democracia en los años 80 del siglo pasado, se ha dado entre líderes autoritarios y moderados en la elección de presidente de la República.

Esta no ha sido perfecta, pues no siempre a un líder autoritario le ha sucedido uno moderado y viceversa. Sin embargo, la oscilación entre ambas opciones es una regularidad política innegable. La opción por uno u otro tipo de líder se ha dado, por lo general, en el marco de una crisis económica. Los electores han favorecido a quienes, a su entender, podían resolver dicha crisis. Solo en el ascenso de Correa a la presidencia parece que factores de orden político más que económico inclinaron a su favor la decisión de los votantes. De él se esperaba no solo un mejor manejo de la economía, sino un cambio global de la forma de hacer política.

La relación de esta variable con otras, como el perfil de los posibles candidatos finalistas, los altos índices de desempleo y subempleo que afectan a los ecuatorianos y el temor a que se caiga la dolarización, nos permite afirmar que el próximo presidente de la República será Guillermo Lasso.

Cuando hablamos de líderes autoritarios nos referimos a aquellos candidatos que son percibidos por el electorado como capaces de usar la fuerza y pasar por encima de las leyes y las instituciones democráticas para imponer sus decisiones: los clásicos políticos de mano dura. Cuando hablamos de líderes moderados, en cambio, hacemos alusión a aquellos candidatos que son vistos por los electores como políticos que gobernarán basados no en la fuerza, sino en la prudencia. Cuando la gente vota por un líder autoritario lo hace pensando que sabrá imponerse, cuando elige a un líder moderado, lo elige confiando que no convertirá la política y la administración pública en una aventura.

Una revisión de la competencia electoral en Ecuador desde 1979 nos revela lo siguiente: a Jaime Roldós, un líder moderado, le siguió León Febres Cordero, un líder autoritario. A este le sucedió Rodrigo Borja, moderado. Y a él, rompiendo la alternancia, Sixto Durán Ballén, moderado también, que fue sustituido por el autoritario Abdalá Bucaram. Después de este vino Mahuad, un técnico moderado, y luego de Mahuad, Lucio Gutiérrez, cuya primera demostración de autoritarismo fue el golpe de Estado que acabó con el gobierno de su antecesor. A Gutiérrez, en otra ruptura de la alternancia, le sustituyó Correa. Y a este, si los apagones en el sistema informático del CNE no hubieran llevado a la presidencia a Moreno, le habría sucedido Lasso, un moderado. De todas maneras, los propios “correístas” escogieron al moderado Moreno para ocupar el puesto de su autoritario antecesor.

Ahora, le tocaría el turno a un líder autoritario. Pero, como afirmaba en un artículo anterior, ese líder no existe. Tomando en cuenta esta ausencia y el hecho de que Arauz no es nada y Yaku vive fuera de la realidad, los electores favorecerán al único candidato que, hasta ahora, ha dado indicios de que sabrá gobernar de manera equilibrada.

Prudencia y experiencia, esas han sido las cualidades que los electores han visto en los líderes moderados que han llegado a la presidencia del Ecuador (cómo hayan gobernado en la práctica es otro asunto). Ni Arauz ni Pérez tienen estas cualidades. El primero ofrece instaurar las nueve justicias en la Tierra, excepto la justicia divina, y el segundo propone exportar barriles de agua. ¿Quién queda, entonces? Lasso. Por él -aunque a veces desbarre con ideas absurdas como la de permitir el libre porte de armas- votará la mayoría de los ecuatorianos en las próximas elecciones.

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