Entre tradición, marketing y pandemia, la rosca de Reyes perdura

En una pugna por la innovación y mantener las tradiciones, la rosca de Reyes logra perdurar en América Latina, donde cada 6 de enero se vende masivamente, a pesar de las complicaciones por la pandemia y la incertidumbre económica.

La rosca de reyes es un pan elaborado con una masa dulce con forma de aro adornado con rodajas de fruta confitada, escarchada o cristalizada de colores variados. Puede rellenarse de nata montada o crema, en la actualidad también de moca, trufa o chocolate, y se introducen en su interior sorpresas, normalmente contiene figuritas de cerámica o de plástico, que los comensales llegan a encontrar en alguna rebanada. Se sirve el día 6 de enero, denominado día de Reyes.

Martín Baltazar no solamente lleva el nombre de un rey mago en el apellido sino que, con 27 años y casi 15 de experiencia, es uno de los maestros panaderos mexicanos encargados de mantener viva la tradición de la rosca de Reyes a pesar de los inconvenientes provocados por la pandemia de la covid-19.

«Ha bajado un poco la venta pero seguimos vendiendo», dice Baltazar con resignación en entrevista con Efe.

Durante 2020 las celebraciones de las tradiciones se vieron truncadas como nunca antes con el encierro aconsejado por las autoridades sanitarias para luchar contra la propagación del coronavirus.

A pesar de esto, en América Latina se hace justicia al dicho «las penas con pan son buenas», por lo que la tradicional rosca de Reyes se mantiene presente en pastelerías y panaderías, listas para ser degustadas tanto por los fervientes religiosos como los ateos.

Esta costumbre llegó a Latinoamérica como parte de las tradiciones españolas y representa el encuentro de los tres Reyes Magos – Melchor, Gaspar y Baltasar- con el recién nacido niño Jesús que se llevó a cabo el 6 de enero y que se conoce como el Día de la Epifanía.

Según se cree, la forma circular de la rosca y su decoración representan la corona de los tres Reyes Magos y, en México, dentro de la rosca se guardan pequeños muñecos de plástico que simbolizan a Jesús recién nacido.

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