El río que presenció crímenes de Pinochet invita a meditar a través del arte

Santiago de Chile.-Hace más de 50 años, el emblemático río Mapocho, que recorre de este a oeste Santiago de Chile, funcionó como el sangriento escenario de numerosas ejecuciones acometidas a manos de militares durante la dictadura de Augusto de Pinochet (1973-1990).

Otra atmósfera distinta envuelve ahora la escena, y en la vereda del río, desde donde el pasado octubre un manifestante fue arrojado por un policía, se erige este martes, a modo de minúsculo remanso de paz, una plataforma metálica que invita a reflexionar sobre la historia escondida tras este flujo de agua.

Se trata de «Un río de sangre», una de las últimas creaciones del reconocido artista visual chileno Iván Navarro, que estará vigente hasta finales de enero en el marco del festival cultural «Santiago a Mil».

 Fotografía de la instalación metálica del artista Iván Navarro sobre el río Mapocho hoy, en Santiago (Chile).

«Está instalación representa la relación del río como testigo de la violencia estatal chilena que sigue vigente a día de hoy», explicó a Efe el artista desde París, donde expone su último trabajo.

Durante la dictadura de Pinochet, en la que murieron más de 3.000 personas -de las cuales más de 1.200 son detenidos desaparecidos-, el Mapocho dio sepultura a decenas de asesinados que fueron luego arrojados al agua.

ESCENARIO DE LA REPRESIÓN POLICIAL

El último episodio que manchó el expediente del río, que bordea la Plaza Italia, en la que se celebran las marchas más importantes de la capital, tuvo lugar el 16 de octubre, cuando un agente de Carabineros arrojó a un menor de edad por encima de un puente al canal causándole heridas graves.

Este episodio dio la vuelta al mundo y sirvió para denunciar la represión policial durante la crisis social que vivió Chile entre 2019 y 2020, la más grave en tres décadas de democracia, que dejó al menos una treintena de fallecidos y miles de heridos.

El caso volvió desatar críticas de organismos internacionales como la ONU, Human Rights Watch (HRW) o Amnistía Internacional (AI), que señalaron un uso desproporcionado de la fuerza por parte de los agentes.

«Es impresionante ver el río desde arriba conociendo el significado que carga, un río que contempló violaciones a los derechos humanos en dictadura y en democracia tras el estallido social», señaló a Efe Daniela Valdés, una de las primeras transeúntes que acudió a ver la instalación.

En octubre de 2019, el alza en el precio del billete de metro hizo estallar una ola de protestas sin precedentes en el país austral, que en poco tiempo se convirtió en un clamor popular por un modelo económico más justo y una revuelta contra el sistema económico, de fuerte carácter neoliberal.

Las manifestaciones cesaron en el país tras la celebración, el pasado 25 de octubre, de un plebiscito en el que casi el 80 % de los chilenos votaron por cambiar la actual Constitución, heredada de la dictadura.

La obra de Navarro consta también de un mapa que establece una correlación entre las calles de la capital chilena y las partes del cuerpo, un cuadernillo que se le entrega a los visitantes que se suben a la plataforma, que solo tiene aforo para una persona.

«El mapa representa una ciudad devastada por catástrofes que constantemente la transforman en un campo de guerra: terremotos, inundaciones, explosiones y actualmente una pandemia», alegó.

El festival «Santiago a Mil», una de las citas culturales más relevantes del año, inicialmente programado hasta el 24 de enero, se extenderá este año de manera indefinida hasta lograr exponer todas las obras según las restricciones impuestas por la pandemia, explicó a Efe su directora, Carmen Romero.

«Este año enfrentamos una de nuestras ediciones más difíciles y pondremos prioridad a la necesidad de exponer a nuestros artistas locales, uno de los gremios más afectados por la crisis sanitaria», explicó.

Además de decenas de artistas nacionales, también expondrán obras de teatro, de forma virtual y presencial, artistas internacionales de más de 18 países de la talla de la norteamericana Laurie Anderson o el director alemán Stefan Kaegi. EFE

Más relacionadas