Sobre el fraude

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Es evidente que quienes reclaman son los que han perdido. Es una reacción natural, humana e instintiva. Si la distancia es cercana, la frustración es aún mayor. Y si el organismo rector ha despertado dudas, es obvio que surjan voces de desagrado y cuestionamiento. Pero el hecho cierto es que existe una ley vigente, un sistema de vigilancia y revisión establecido, y una obligación que debe cumplirse frente al País.

El CNE no se reduce a la señora Atamaint, cuyas previsiones han sido desmentidas por el propio organismo que preside, no es únicamente correista, como lo fue hace cuatro años, ni la tendencia del voto fue alterada luego de un conveniente apagón cuyos efectos aún no se aclaran. Hay entonces diferencias indiscutibles.

Es hora, por lo tanto, de entender las prioridades. Para el Ecuador, la primera es elegir un presidente para los próximos cuatro años de entre los dos candidatos más votados. Los plazos, la forma y los requisitos están normados por la ley electoral, no por los decires de los candidatos perdedores, y mucho menos por sus pretensiones. Paralizar el País es un acto anti democrático y peligroso. Y respaldar las dudas no tanto en aras de la transparencia sino para beneficios partidistas y personales resulta impresentable.

Por supuesto, para los amantes del caos y las teorías de conspiración, habrán siempre argumentos que “ refuercen “ sus teorías. Pero no pasarán de allí por la simple y sencilla razón que no son demostrables en la práctica. Y esa es su debilidad y también su fortaleza.

Mientras pidan lo imposible, su argumento se mantiene. Para el resto, la tarea es otra. Determinar con su voto cuál de los dos candidatos finalistas encarna de mejor manera los anhelos de un solo país, no los de un grupo minoritario o la suma de varios. Y allí, el tema se vuelve muy simple. Hay que escoger entre la libertad y el dogal. Entre el esfuerzo y la vagancia. Entre el respeto a la ley o la transgresión permanente. Entre el pasado y el presente. Entre la apertura y el estancamiento. Entre mantener al dólar fuerte o debilitarlo con experimentos estatistas. Entre permitir la opción del progreso o hundir al país en el fracaso de los regímenes “socialistas “.

Y eso es mucho más importante que la opinión de analistas interesados, de políticos oportunistas y profesionales fracasados. Es el deseo mayoritario de un pueblo el que determina el rumbo a seguir, y hay que respetar y entender que esa es la única opción en democracia.

Hasta hoy, la maraña burocrática de un Estado obeso y mal administrado, herencia de los tontos útiles de las izquierdas giratorias que fueron absorbidas por el populismo correista y hoy se dicen independientes, es la principal responsable de la lentitud, imprevisión y fracaso de la salud, la economía y la educación en todos los países que la han aplicado.

Hasta hoy, las cortapisas al empresario y al emprendedor en base a impuestos y recaudaciones abusivas, han sido la tónica para mantener viva a una estructura ineficaz y terriblemente lenta. Es hora de cambiar con nuestro voto una administración centralizada y torpe por una dinámica y eficaz. Es hora de mirar a nuestro alrededor y constatar el fracaso, el éxodo y la pobreza social que caracterizan al populismo. Es hora de entender que un grupo de prófugos de la justicia no pueden ni deben tomarse por asalto las instituciones de un país, porque el resultado es nefasto para los que han vivido esa realidad.

Miremos la crisis argentina, la tiranía venezolana, el horror nicaragüense, y reflexionemos sobre la libertad que queremos. El Ecuador tiene una gran oportunidad para salir del marasmo. ¡No la desperdiciemos una vez más!

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