El efecto Pepe Le Pew

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

Muchos recordamos a ese romántico zorrillo enamorado de la tierna gatita Penélope la cual huye de su olor, luego de que ella se haya pintado una raya blanca en su lomo negro, siempre por circunstancias diversas y demasiado cómicas.  El feminismo ha buscado, de cierto modo con un poco de éxito, desaparecer ese genial animalito con acento francés que ridiculiza el extendido mito de la “peste” que emanan las personas de esta nacionalidad, por el supuesto poco aprecio al baño diario.

Facebook se ha encargado de salvar a Pepe le Pew de la censura por lo que las reproducciones de sus episodios superan en pocas horas las 200 mil vistas. La tesina es que es una caricatura “que llama al acoso”, creo que tremenda incongruencia ni siquiera hubiera salido en los desternillantes diálogos de los Animaniacs.

¿Cómo entender, desde otra perspectiva, el efecto Pepe Le Pew en un caso real? Por Twitter han circulado varias reacciones por la intromisión en una charla en la Universidad de Houston en Estados Unidos brindada por las autoras Mónica Ojeda y Cristina Rivera Garza. Todo parecía normal (como un típico episodio de Looney Tunes) cuando de pronto sus pantallas se tiñeron de sangre. Varias personas (entiéndase también del sexo femenino) irrumpieron en el conversatorio mostrando imágenes de mujeres asesinadas. ¡Un 8 de marzo!

El Caimán Blanco Asesino de Ojeda cobró forma frente a sus ojos, ya no como un monstruo caricaturesco como Taz, sino como un macabro villano de Batman (el Killer Croc). ¿Qué implica esto? Si bien, el acto es reprochable, el mensaje es claro: el feminismo como ese Pepe Le Pew pestilente regó su aroma en un grupo amplio de gente, la misma que ha mostrado un desacuerdo a este colectivo de forma contundente y violenta.

El sistema occidental democrático es la Penélope que huye del feminismo “pepelepewista” y su hedor posmoderno. Pero tal es la pestilencia que este movimiento no huele su “perfume” hasta cuando éste se vuelve tan intoxicante como el gas hilarante del Guasón.

Mónica Ojeda, tal vez sin saber el poder que desataba, alimentó su ‘Killer Croc’ blanco, llamando al odio y motivando la quema de iglesias en Chile y México, así como la piratería y censurando a autores que no estaban en su línea ideológica de izquierda feminista por el mero hecho de no “ser nombrada”. Un caso concreto fue arremeter contra el académico y ensayista Antonio Sacoto a quien junto a Daniela Alcívar y María Fernanda Ampuero tacharon de “dinosaurio”.

Cada mala actitud ha ido dentando a este reptil que hoy juega en su contra. La “maestra del gótico andino” tiembla de la misma forma cuando Stephen King habla de payasos malditos. La diferencia es que King logra dominar sus demonios, los de Ojeda se le están yendo de las manos.

Es hora, principalmente, de que entiendan los “nuevos intelectuales” –que dicho sea de paso son bastante mediáticos– que no son intocables, ni dioses. A veces la realidad puede hacer que se caigan de bruces y que su burbuja se reviente de una manera fea y dolorosa. Hay que cambiar el discurso, las estrategias, y el modelo de percibir.

Dejen de censurar y extiendan puentes de unidad y de diálogo, no sólo con sus semejantes sino con los contrarios. Sean demócratas. Sus engendros se les está yendo de las manos y les puede devorar, ya sea completamente o miembro por miembro. Existe un sabio refrán que reza: “quien siembra vientos, cosechará tempestades”.

Den vuelta de timón, analicen con cabeza fría la situación y vean que pueden también ustedes ser censuradas. Recuerden que al final, Pepe Le Pew pudo casarse con su amada Penélope tras ponerse perfume. Quizá ustedes necesiten darle un buen baño a sus ideas, pero empezar poniéndoles un poco de aroma más delicado sería un buen inicio.

Pepe Le Pew

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