Rumbo a la democracia

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

En dos artículos publicados en este medio -el 27 de noviembre del año pasado, el uno, y el cuatro de enero de este año, el otro-, señalaba que, desde el retorno a la democracia en los años 80 del siglo pasado, en las elecciones para presidente de la república, la mayoría de ecuatorianos había venido votando no por partidos ni ideologías, sino por personas. Desde entonces, afirmaba, se ha dado, en dichas elecciones, una alternancia entre líderes autoritarios y moderados, cuyo triunfo ha tenido como trasfondo una crisis económica.

Frente a la crisis, decía, los votantes habían optado o por el líder que percibían como capaz de imponer su voluntad para superarla, incluso a costa de la ley (líder autoritario), o por aquel que, gracias a su experiencia y prudencia, mostraba indicios de que no embarcaría al país en una aventura (líder moderado).

Afirmaba, de otro lado, que, en las actuales circunstancias, y puesto que no había entre los candidatos a la presidencia una figura autoritaria descollante, los votantes se inclinarían por el líder que mejor encarnara la sensatez. Es decir, por Guillermo Lasso. La gente, sostenía, quiere trabajo y seguridad. Por eso, “el discurso asistencialista no tendrá suficiente acogida en las próximas elecciones. Tendrán acogida, en cambio, las propuestas mesuradas en las que esté muy clara la forma de realizarlas. La gente ya no quiere sobresaltos ni experimentos, quiere estabilidad; una de cuyas condiciones es el mantenimiento de la dolarización”.

A lo dicho en noviembre y enero, y a la luz de los resultados de la segunda vuelta para la elección de presidente de la república, cabe agregar lo siguiente:

  1. En efecto, la gran mayoría de ecuatorianos sigue votando, como hace cuarenta años, por personas más que por partidos o ideologías. No obstante, el voto ideológico ha aumentado y es posible que, en el futuro, esta tendencia se afirme. Al hablar de ideología nos referimos a una visión intelectualmente estructurada de la sociedad, de la forma de organizarla y del manejo del poder político. La ideología, en este sentido, no es exclusiva de los partidos o movimientos políticos, sino, también, de las organizaciones y movimientos sociales. Lo que hemos visto en estas elecciones es que a los votos ideológicos de izquierda o derecha se han sumado los votos que responden a las ideologías del feminismo y el ambientalismo.
  2. Se ha repetido hasta el cansancio que, supuestamente, en el último proceso electoral la gente se hartó de la oposición correísmo-anticorreísmo. Los resultados electorales nos muestran, sin embargo, que fue precisamente en torno a esta oposición, que es al mismo tiempo oposición autoritarismo-democracia, que la gente decidió su voto.
  3. Puesto que la victoria de Lasso es el triunfo de la opción democrática sobre la opción autoritaria, la eficacia de su gobierno va a tener mucha importancia en el afianzamiento de los valores democráticos en la población ecuatoriana. El afianzamiento de estos valores gracias a una buena gestión pública inclinará a los votantes en favor de las opciones moderadas, que, siempre, están más cerca de la democracia que del autoritarismo. Si el próximo gobierno desempeña eficazmente sus funciones y, de paso, fortalece las instituciones públicas, contribuirá a que la personalización de la política electoral vaya perdiendo terreno.
  4. En la Costa, especialmente en el sector rural, la opción autoritaria está más enraizada que en la Sierra. ¿Por qué? Porque, especialmente en Manabí, más allá de los beneficios que pudieron haber recibido del correísmo, quienes votaron por Correa, en su tiempo, y por Arauz, ahora, comparten los mismos valores y forma de ver el mundo de sus líderes políticos. Trump no habría triunfado en los Estados Unidos si sus valores, prejuicios y sentimientos no hubieran coincidido con los de una gran parte de la población estadounidense, sobre todo, la de los blancos pobres y los habitantes del agro.
  5. El capital político de un líder autoritario es transferible a su Delfín y puede, como se demostró en estas elecciones, permanecer casi intacto, a pesar de que haya transcurrido un período de gobierno de por medio. Es posible, también, que en el caso ecuatoriano este sea el tiempo máximo de duración de dicho capital. Dos períodos electorales seguidos con el líder fuera del poder efectivo son, probablemente, demasiados para que su capital político pueda mantenerse y ser transferido. El paso del tiempo, más una gestión pública adecuada, terminarán por sepultar a Correa. Con el triunfo de la opción moderada representada por Lasso, el correísmo ha entrado en la fase de disolución. Los discursos contemporizadores de Correa, Arauz y sus seguidores están dirigidos a contener el declive de la opción autoritaria, disfrazándose de moderados, y a garantizar la impunidad de los delitos cometidos por los “revolucionarios ciudadanos”.
  6. El voto mayoritario en favor del candidato que no ofrecía milagros ni dádivas refleja dos cuestiones importantes en relación con el mejoramiento de la cultura democrática en el país. La primera es que la mayoría de ecuatorianos no quiere regalos de los gobernantes, sino que estos creen las condiciones necesarias para que puedan cumplir sus proyectos vitales. Y la segunda, que el voto en favor de Lasso es también, un voto contra el clientelismo típico de la opción autoritaria. Como estrategia política, el clientelismo busca crear una relación de dependencia entre los ciudadanos y quienes controlan el poder político. El clientelismo anula la individualidad y convierte a los clientes en marionetas de los poderosos. Tiene, pues, un profundo impacto antidemocrático, pues una verdadera democracia solo puede forjarse con individuos autónomos.
  7. El purismo político, expresado en la promoción del voto nulo en la segunda vuelta electoral, no tuvo acogida dentro de la población ecuatoriana con una mayor conciencia democrática. El purismo político no es más que una de las formas que asume la intolerancia y que, por eso mismo, trabaja en favor de la causa autoritaria. A los puristas políticos les interesa la autosatisfacción moral y, encerrados en los estrechos límites de sus creencias, son incapaces de actuar en beneficio del bien común. A ellos les importa más el espejo que la suerte del país.
  8. En la segunda vuelta, el voto nulo superó apenas en seis puntos el total de la primera vuelta. Esto significa que la gran mayoría de personas que votaron por Hervas y Pérez -alternativas moderadas frente al autoritarismo correísta- se mantuvieron en la tendencia a la moderación que, para la segunda vuelta, se había concentrado en Lasso. La promoción del voto nulo se hizo en contra de esta tendencia y, por esta razón, tuvo un respaldo muchísimo menor del que esperaban sus propulsores. Los promotores del voto nulo demostraron así, y contrariando la tendencia a la moderación política que apoyaba la mayoría de ecuatorianos, ser extremistas. Y el extremismo, como sabemos, está mucho más cerca del autoritarismo que de la democracia. Los impulsores del voto nulo -ha quedado claro para el país- no son demócratas. Se sienten, por ello, mucho mejor navegando en las aguas del conflicto gratuito que en las de la estabilidad democrática.
  9. Los resultados de las encuestas electorales presentadas por empresas como Clima Social, de Santiago Pérez, y Perfiles de Opinión, de Paulina Recalde, o por personas como Omar Maluk, son un ejemplo del uso de estos instrumentos de conocimiento como instrumentos de propaganda política. Hay demasiada deshonestidad intelectual en este campo. Y la deshonestidad de los encuestadores durante los últimos catorce años ha servido para fortalecer el autoritarismo y socavar la democracia.
Guillermo Lasso, tras triunfar en la segunda vuelta electoral del 11 de abril de 2021. Foto subida a Instagram por Guillermo Lasso.

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