La imagen de Aylan Kurdi, el niño sirio ahogado en una playa turca en 2015, removió conciencias en Europa, y fue también el detonante para que el periodista español Rafael Vilasanjuan se planteara el libro «Las fronteras de Ulises», en el que desmonta «mitos y mentiras» que han convertido a inmigrantes y refugiados en «arma perfecta» de la ultraderecha.
En una entrevista con Efe, Vilasanjuan recuerda que es periodista, pero que su vida ha estado ligada a la ayuda humanitaria, como en su etapa de Médicos Sin Fronteras, donde llegó a ocupar la secretaría general mundial de la organización entre 1999 y 2005.
Actualmente sigue vinculado a asuntos internacionales, en el cargo de director del Departamento de Análisis y Desarrollo Global del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona, centro que investiga retos de salud del mundo.
Vilasanjuan, con la imagen de Aylan en la cabeza y en plena llegada de refugiados sirios a Europa en 2015, dice que observó el desconocimiento a su alrededor sobre qué son los refugiados y en qué se diferencian de un inmigrante económico.
Los refugiados, detalla, están protegidos por el Derecho Internacional, leyes que incorporaron los estados europeos y que obligan a acoger a todas aquellas personas que huyen de su país a causa de conflictos.
El inmigrante sale por razones económicas: «Un inmigrante va a otro país porque las condiciones materiales son muy duras, no porque se esté persiguiendo su vida», remarca.
«Pero ante la crisis 2015, -critica Vilasanjuan- los Estados europeos equipararon los refugiados a las personas inmigrantes, se difundió esa confusión y se justificó cerrar fronteras».
Crisis triple para criminalizar al refugiado
El director de Análisis del ISGlobal explica en el libro, recién publicado por la editorial Destino, que Europa llegó a esa situación con la mezcla de tres crisis: la económica, la de seguridad provocada por los ataques terroristas y la crisis identitaria.
«Con esas tres crisis, -dice- el refugiado es el arma perfecta para la ultraderecha. Se le puede poner como criminal, como causa del empeoramiento material de las personas nacidas en Europa y como una persona que cambiará nuestra identidad, pero todo eso son mitos y mentiras».
En la obra, Vilasanjuan rechaza todos los argumentos que los partidos europeos de extrema derecha han utilizado para ganar adeptos, ideas que, dice, «casi nadie ha combatido».
El Gobierno alemán, en un principio, según recuerda, acogió el primer millón de refugiados que llegaron a Europa, y, hoy por hoy, remarca el autor, aportan más a las arcas públicas alemanas de lo que costó su integración.
Subraya que la cultura europea es muy fuerte: «Tenemos la herencia de la Antigua Grecia, los derechos humanos de la Revolución Francesa. No deberíamos temer nada, deberíamos estar buscando la manera de integrar en esos pilares a la gente que llega».
El libro destaca que la «verdadera identidad europea» está en peligro si cierra sus fronteras: «En una Europa envejecida, si queremos mantener el estado del bienestar, tenemos que acoger a gente, y lo podemos hacer de manera regulada y ordenada».
«Debemos pensar en marcos regulativos para integrar de manera eficaz a las personas inmigrantes, porque sin ellas no podemos mantener el bienestar que nos hace diferentes», asegura.
Y concluye: «España, para que su economía vaya bien, hasta el 2050 necesita acoger alrededor de un millón de personas inmigrantes cada año, y todo lo que vaya en contra de esa dirección lastrará nuestra economía».
Narra con mano de periodista el transcurso de la guerra en Siria, los refugiados y las barreras que Europa les pone de por medio.
Es un viaje inspirado en el regreso de Ulises a Ítaca que, para Vilasanjuan, representa «la manera que tenemos de construir un mundo libre frente a los que nos quiere tiranizar», además de ser un paralelismo del mismo mar Mediterráneo al que se enfrentan los refugiados en su camino a Europa. EFE (I)