Colombia lleva producción sostenible de café a otro nivel

En los 7.000 árboles que tiene sembrados en su finca en Colombia, Edison Vasco no cultiva un café cualquiera. Con cada grano que brota va tras algo más que una buena taza. Propone un cambio tan especial como las notas de su bebida, al apostar por una producción limpia y respetuosa con el medio ambiente.

«No es un café común y corriente; es un café amigable con la naturaleza», dijo a Efe Vasco, quien empezó hace más de seis años en el municipio de Jericó, un proyecto productivo con una visión sostenible de la caficultura.

Su propuesta con la agroempresa Vasher fue más allá de distanciar sus cultivos de fungicidas, herbicidas y fertilizantes. Quiso impactar a toda la cadena productiva y poner en marcha una estrategia ambiental que prioriza el cuidado del agua y el suelo.

Su producción de cafés especiales tiene un proceso de recolección, beneficio y secado «muy diferente» al empleado en las formas más tradicionales.

«La persona que compra nuestro café está apoyando directamente el cambio y la conservación», aseguró el también técnico agropecuario.

Beneficio ecológico

Aprovechando las raíces cafeteras de su esposa, Gloria Herrera, se aventuró a «vivir del campo» junto a ella con apenas un lote de 1.200 árboles «mal abonados» y de baja producción, que fueron expandiendo tras aprender desde semillas certificadas hasta la transformación del café.

En ese ciclo de aprendizaje, la familia Vasco Herrera conectó con conceptos como economía circular, capitalismo consciente y conservación del planeta.

«A todos nos enseñan cómo hacer los procesos y cómo cuidar, pero muchos no aplican», aseguró Edison.

Explicó que en Vasher pusieron en marcha el «beneficio ecológico» al consumir la mínima cantidad de agua posible utilizando máquinas para el lavado del grano que solo necesita 3 litros por kilo de café, en contraste con los cerca de 30 litros que se emplean en el sistema tradicional.

En esa dinámica de preservar el recurso hídrico, Vasher cuenta también con una planta de tratamiento de aguas mieles con tres tanques. Uno de ellos opera como un filtro biológico que se complementa con los otros para separar los residuos y descontaminar el líquido que cae a unas lagunas de infusión, en las que, además, sembró heliconias para completar el proceso amigable con el medio ambiente.

«No esforzamos por no devolver agua contaminada», destacó de ese proceso, y señaló que mientras otros caficultores continúan talando, en su agroempresa promueven la siembra árboles nativos como el guamo, bajo criterios de sostenibilidad que no solo protegen su plantación de café, sino que trae fertilidad y control de la erosión.

Traspasar fronteras

Ese tipo de decisiones les ha permitido mejorar la calidad de su café, que incluso en sus primeros años de creación quedó entre los diez mejores de Antioquia, con sus notas diferenciadas.

Vasher, que el año pasado produjo 18 cargas de café (15 de especiales y 3 de tradicionales), ha exportado a Emiratos Árabes, Estados Unidos, Corea y Japón.

«Es un orgullo saber que con apenas seis años en la caficultura, en la especialidad café transformado, nuestro producto ya ha salido de Colombia», apostilló el productor, quien recordó que con su esposa, un técnica ambiental, empezaron vendiendo café que tostaban en un fogón de leña.

Una economía circular

A través del programa Método Base de Aceleración Agroempresarial, de la corporación Interactuar, con la además consiguieron recursos para adquirir un secador de café, esta pareja de emprendedores perfeccionó su estrategia ambiental y obtuvo la certificación de procesos e incorporación de mejores prácticas para el manejo adecuado de los recursos naturales.

«Nosotros no usamos químicos y producimos abonos orgánicos», dijo el agroempresario, y aseguró que ayudan a que las plantas de cafés sean «más vigorosas» y tengan «más defensas» contra plagas y enfermedades.

Para mantener fuertes sus cafetales, pusieron en funcionamiento iniciativas como un lombricultivo y una compostera, que funciona en «asocio» con gallinas para conseguir abono orgánico para las plantas y la huerta casera, en la que producen el 80 % de lo que consumen para garantizar su seguridad alimentaria.

Asimismo, crearon un sistema de protección de abejas nativas con una caja tecnificada donde se reproducen y multiplican.

«Estamos a tiempo de hacer la diferencia y de marcar una huella de cambio cuidando al planeta», subrayó el caficultor. EFE (I)

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