La política ecuatoriana y sus vicios

Fernando López Milán

Quito, Ecuador

La reciente elección de las autoridades de la Asamblea Nacional nos ha permitido constatar la persistencia de ciertos vicios en la política ecuatoriana, que, de no superarse, impedirán que en el país se practique la buena política y se desarrolle la democracia.

¿Cuáles son los vicios a los que nos referimos? Los siguientes: el maximalismo, el cinismo, el oportunismo, la falta de consecuencia y el secretismo.

El vicio maximalista es de dos tipos: fuerte y débil. El maximalismo débil es una estrategia de negociación que consiste en pedir, al principio, lo más posible, para, a lo largo de las conversaciones ir bajando el nivel de las demandas hasta llegar a un punto medio o incluso bajo, pero todavía beneficioso para el maximalista.

Si bien el maximalismo débil permite el acercamiento de las posiciones de las partes concernidas en la negociación, mientras lo hace genera incertidumbre en la población que espera que los políticos se pongan de acuerdo de manera rápida y oportuna. El maximalismo genera tensiones innecesarias y retrasa la toma de decisiones para resolver problemas políticos urgentes.

El maximalismo fuerte, en cambio, cierra desde el principio las posibilidades de negociar y acordar, pues uno de los actores políticos define una posición inflexible, a la que espera que los otros se sumen de manera irrestricta y a cambio de nada. Esta forma de maximalismo es propia de las organizaciones ultristas. Esas que pretenden tener siempre la razón, y que, apoyadas en dicho convencimiento, muchas veces exigen lo imposible, contrariando, así, la naturaleza de la política que, como se repite a menudo, es el arte de lo posible.

El acuerdo legislativo entre la ID y Pachakutik, en el que se establecía una línea de acción ante la cual a los demás sujetos políticos no les quedaban otras opciones que aceptarla de manera absoluta o rechazarla y apartarse, provocó el alejamiento de Creo y estuvo a un tris de permitir que los correístas, con el apoyo non sancto de los socialcristianos, llegaran a dirigir la Asamblea.  Los seguidores del maximalismo fuerte no quieren acordar sino dominar, conspiran, así, contra la democracia: un sistema basado en la posibilidad real del acuerdo.

El cinismo es una mala costumbre política muy arraigada en Ecuador, hasta el punto de que  a uno no le resulta difícil imaginar a un político que no mienta de manera desvergonzada o que, siguiendo con la definición del diccionario, no practique acciones vituperables sin que se le altere la sonrisa ni el aire de suficiencia moral.

Decir que van a combatir la corrupción y pactar con los correístas para proteger a la ya larga fila de corruptos que ha incubado el movimiento y que están prófugos o en la cárcel es el mayor ejemplo de cinismo político que nos han dado los socialcristianos. Quienes, para más inri, no han tenido empacho en reclamar indignados a Creo el no haber cumplido el pacto de la impunidad con el correímo.

El cinismo político es hermano siamés del oportunismo. No otra cosa, sino oportunismo es que el PSC y Unes hayan querido aprovecharse de la fragmentación de la Asamblea para forzar acuerdos francamente inmorales. Creo, Pachakutik y la Izquierda Democrática fueron, también, tentados por el demonio del oportunismo y casi, casi terminan vendiéndole su alma. Ojalá sepan mantenerse firmes ante sus solicitaciones, pues el demonio del oportunismo nunca descansa.

Un partido que, como Creo, logró con su candidato llegar a la presidencia de la república por haber representado la opción democrática frente al autoritarismo correísta, mostró esa falta de consecuencia que es muy común en las organizaciones políticas ecuatorianas cuando pasan de la arena de la política electoral a la del manejo de la cosa pública. Hicieron un pacto indebido y, gracias al peso de la opinión pública, rectificaron y dieron marcha atrás. Esta retirada nos muestra algo positivo: Creo, al parecer, sabe oír. Pero debe trabajar con firmeza para desprenderse de los vicios políticos propios de la política ecuatoriana que también le afectan. Entre estos, el secretismo; ese vicio que atenta contra el principio de publicidad: fundamental en un Estado de derecho. Hacer política, evidentemente, es hacer acuerdos. Pero estos deben realizarse a la luz del día. Y sus términos deben ser expuestos públicamente.

¿Qué podemos decir de Unes? Que reúne todos los vicios mencionados y algunos más. Hay, pues, que dejarlo solo. Si en la Asamblea Nacional se presentan proyectos de ley que permiten que los ecuatorianos ejerzan sus derechos, y Unes y los socialcristianos no los apoyan porque no han recibido ningún beneficio a cambio, esto quedará a la vista de la ciudadanía. Tanto los correístas como los socialcristianos están obligados a actuar de modo decente so pena de desaparecer, los unos, o de perder lo que hasta ahora han ganado, los otros.

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