The Day After

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Recuerdo este título no por la película únicamente sino por un artículo de Simón Espinosa en el diario “HOY“ luego de la derrota de Rodrigo Borja ante León Febres Cordero.

Desde su óptica de entonces, el autor arremetía contra el presidente electo, presagiando las siete plagas de Egipto para el País, acudiendo al cartelismo tan en boga del oligarca insensible frente al pueblo necesitado y maltratado.

Casi cuarenta años han pasado desde aquel artículo. Y resulta sumamente interesante analizar el giro que la intelectualidad ha dado en ese lapso.

Sin intereses de jorga ni partido, sin ambiciones de poder, ha sido refrescante leer opiniones ecuánimes, sensatas por parte de los intransigentes articulistas de ayer, respaldando a un oligarca banquero en sus afanes presidenciales. Y coadyuvando para su victoria electoral.

Nada de anatemas, de tremendismos, de predicciones agoreras. La opinión pública independiente plegó hacia una opción de centro, sin estridencias, sin ribetes populistas, en lo que constituye en mi criterio un “mea culpa” y una silenciosa sepultura a las veleidades izquierdistas y teóricas de hace varias décadas.

El mundo ha cambiado y es de sabios el reconocerlo.

Las ideas marxistas huelen a moho en el nuevo escenario, y el público percibe las reivindicaciones sociales como una invitación a la violencia gratuita más que una bandería contra la injusticia. Es la hora del rescate de las ideas liberales, mañosamente torcidas hacia la izquierda por un rebaño de políticos ambiciosos cuyo fracaso en la práctica es hoy evidente.

La habilidad en la semántica, que mantuvo embobadas a varias generaciones, no puede ocultar los abusos y los conflictos que crearon los líderes mesiánicos en la práctica. Para los teóricos, seguirá vigente el argumento que invoca “a la verdadera izquierda” como balsa de salvación frente a los fallos recurrentes de quienes la usan para llegar al poder y son incapaces de imponer la teoría ante la praxis.

Ellos seguirán negando la evidencia. Pero para un sentido común cada vez más lúcido, está claro que el progreso se alinea con la iniciativa privada y con la apertura mental e ideológica. Hemos madurado. Pero no todo está claro.

Persiste en buena parte de la población la urgencia, el inmediatismo, el desconocimiento de cómo funciona la economía, y ese es el gran desafío de este gobierno. Desarmar un estado paternalista y autodestructivo es una tarea de titanes. Hacer comprender al gran público que el Estado no es sino una ficción jurídica que recauda y gasta los recursos de los contribuyentes pero es incapaz de crear riqueza por si mismo es una muy difícil asignación.

Borrar de la mente la idea que el activismo político no es una forma de conseguir empleo es otro desafío enorme. Y es allí donde es indispensable la educación y la guía de la intelectualidad.

Hay que hacer el esfuerzo de seguir aprendiendo de la historia y de la vida y girar los goznes del pasado para entender el presente. Liberarse de viejos dogmas y abrazar nuevas realidades no es siempre fácil, pero es necesario. No quedarnos en la pequeña historia, en el chisme malévolo y en el reclamo estéril es nuestro aporte para lograr un cambio significativo en la sociedad.

Los pequeños pero significativos cambios éticos en el manejo de la cosa pública, acostumbrada al despilfarro y al abuso de poder son buenas señales. Hay que profundizar ese viraje hacia la transparencia y la corrección en el manejo del dinero de todos.

Y es obligación de la sociedad civil exigir esa responsabilidad y claridad para alivio y descargo de un presupuesto esquilmado por décadas de abusos e indelicadezas. Los objetivos están claros. Hay que cumplirlos con el ejemplo y la colaboración de todos !

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