Guayaquil, Ecuador
Dentro del derecho público, la igualdad es un principio básico. Hoy parece que ciertas minorías activistas y algunas autoridades responsables del orden público han olvidado que la ley liga estrechamente los derechos con los deberes, y que estos se garantizan mediante el respeto (Art 11, numeral 2 y Art 16 de la Constitución).
Lo sucedido el pasado mes de Junio durante las manifestaciones y desfiles por el «orgullo LBTGI» deja claro la falta de respeto que este gremio muestra públicamente, y probablemente avergüence a los propios homosexuales moderados, que viven su sexualidad con conciencia y sin ostentación, al igual que los heterosexuales, como debería ser.
Podría parecer que el Orgullo ha sido reducido a un carnaval que alaba y pide medidas liberticidas para quienes no están de acuerdo. Usando los colores del arcoiris, símbolo que llama a tantos a pensar en la paz, como a creyentes en la divina alianza, los activistas pudieron ser retratados semidesnudos marchando y trepados en monumentos públicos (donde muchas veces se prohibe a la ciudadanía y/o turistas apoyarse a descansar o comer) exigiendo derechos.
Homosexuales que podrían parecer fascistas por sus expresiones axiomáticas, intolerantes a la contradicción y el disenso, desfilaron disfrazados de Jesucristo endosando minifalda y zapatos de taco a punta mientras mostraban las palmas de sus manos con stigmatas pintados y gritaban ofensivamente discursos contra la fe religiosa de billones de personas, al mismo tiempo que pisoteaban imágenes de líderes conservadores como Giorgia Meloni, Simone Pillon, Mario Adinolfi, Viktor Orbàn, Donald Trump y el Papa Francisco sin censura alguna, en ciudades como París, Milano, Roma y New York indistintamente.
El hecho que autoridades civiles, responsables de la ley y el orden se adhieran a este tipo de manifestaciones iluminando edificios públicos y decorando ciudades, así como el que celebridades y personas influyentes abracen estos hechos como causa «progresista» puede hacer mas mal que bien, los medios adoran ese tipo de pronunciamientos y el pueblo no confía en quienes viven fuera de órbita.
Por otra parte, si de respetar el principio de progresividad de los derechos humanos se trata todo esto, entonces podemos suponer que las autoridades se deben adherir también a las manifestaciones del gremio heterosexual a favor del derecho a la vida desde la concepción y el respeto a la familia en su forma natural, democráticamente.
«Los derechos humanos son un código internacional de conducta» -Shirin Ebadi-