«El nido vacío», segundo libro de Gisella Raymond (Guayaquil, 1969), derrocha tanta ternura que uno rezuma miel por todas partes cuando lo lee. Quizás las mamás más maduritas, que ya hemos visto alzar el vuelo a nuestros polluelos, o las que estamos al borde de hacerlo, lo sentiremos más intensamente, pero a todo el mundo lo conmoverá.
“Es fácil escribir», dice Gisella, «pero lo importante es que a través de la palabra podamos lograr mover sentimientos. No busco ser activista de una causa, pero si a través de esta historia perruna se logra impulsar la adopción de un callejero, será una misión cumplida. El personaje Chelo, el perro protagonista de «El nido vacío», nació durante los meses de pandemia y lo presenté a través del Instagram en un En Vivo en el que la mayoría de quienes se conectaron fueron mis alumnos.”
“La pandemia nos dejó aprendizajes como lo necesario de volver a lo simple y sencillo. Yo planeaba para mi segundo libro un lanzamiento con muchas personas, con un brindis, cobertura de medios. Pero me pasó como a las novias, que esperaban un gran evento para casarse, pero por la pandemia optaron por algo con menos aforo. La tecnología que ha sido una gran ayuda para quienes somos maestros ya que pudimos continuar con las clases, también para los escritores es una forma de estar en contacto con los lectores”, dice.
Raymond es periodista, con una Maestría en Comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Rosalía, su mamá, fue profesora de Lengua y Literatura, y por ella terminó la carrera de Literatura en la Universidad Técnica Particular de Loja y de ella heredó el amor a los libros.
«Mi primer libro fue Sin despeinarse», cuenta Gisella: «un libro testimonial donde se describe el recorrido familiar en la búsqueda de recuperar la salud mirando de frente al cáncer. Cuando escribí este libro en el fondo buscaba que quien atraviese un proceso similar encuentre las fuerzas para culminar el tratamiento. No es que sea exigente con la literatura, pero, como comunicadora pienso que, las palabras son un canal potente para movilizar a las personas.”
“Las historias que nos contaban cuando nos íbamos vamos a dormir se hacen parte de cada uno, por ello, en tiempos del storytelling, el poder de lo humano nos une para lograr objetivos medibles y alcanzables, como se estila decir en el mundo de las empresas”.
“Ahora, estoy concentrada en la academia. Atrás quedaron las redacciones de los medios de comunicación y el mundo corporativo. He sido afortunada de poder estar en distintos campos de aprendizaje, porque el conocer a mucha gente me permite hoy estar muy cerca quienes son mis lectores. Cuando escribo pongo ingredientes que nos unen como seres humanos. Por ejemplo, en Chelo, el perro del nido vacío, la ternura es protagonista. La ternura inesperada podemos encontrarla en un cuatro patas que está pendiente de lo que nos pasa y logra comunicarse sin palabras.”
“En cuanto a mi familia», continúa Gisella, “ya está acostumbrándose a esta Literatura testimonial que está presente en mis libros. Como vengo del periodismo estoy acostumbrada a escribir sobre la realidad, por ello, tomo los personajes de la realidad y así pongo dosis de la vida misma. Mi esposo, mi hijo, mi papá, mis amigas aparecen en ambos libros como protagonistas. En este segundo libro se los puede identificar aún más porque le hemos puesto imágenes».
«Para mí fue importante que este segundo libro esté ilustrado, porque así me aseguro de darle a la Literatura un aliado como es el mundo visual. Mi amiga Daniela Verduga puso mucho esmero en la graficación, con la que busco llegar más aún al público juvenil. Voy a seguir escribiendo. Tal vez haga una zaga con las historias de los perros rescatados. Sin embargo, pienso que tengo un pendiente con el género novela. Las historias ya las tengo preparadas en mi cabeza lo que necesito encontrar es el tiempo de soledad para instalarme con mi compu a darle vida a los personajes que obviamente todos son de la vida real”, concluye.
María Rosa Jurado