Con orgullo por poder mostrar al mundo su ciudad y con algo de escepticismo sobre las intenciones de los políticos, los habitantes de Glasgow (Escocia) viven este domingo el inicio de la cumbre del clima de la ONU COP26, que da impulso a los comercios locales al tiempo que altera la vida cotidiana con carreteras cortadas y una enorme presencia policial.
En la céntrica zona de Merchant City, los glasgüenses -o «weegies», en inglés- asisten con curiosidad a la gradual llegada de unos 30.000 delegados y líderes mundiales que entre hoy y el 12 de noviembre participan en la conferencia presidida por el Reino Unido, que aspira a alcanzar un consenso para limitar a 1,5ºC el calentamiento del planeta.
Mientras que en el centro aún se respira una expectante normalidad, en las inmediaciones del Scottish Event Campus, sede del evento a orillas del río Clyde, la policía está alerta y los guardias de seguridad comprueban las credenciales de los visitantes, que deben presentar diariamente un test negativo de covid.
«Voy a seguirlo todo en las noticias, me pasearé a ver lo que sucede. Me interesa mucho, ¡especialmente porque es en Glasgow!», declara a Efe Sandra Kennedy, una funcionaria de 49 años que acaba de comerse el bocadillo del almuerzo bajo una estatua de la reina Victoria a caballo en la popular George Square.
«Hay una cierta rivalidad entre Glasgow y Edimburgo y Edimburgo se lo lleva casi todo, así que es genial cuando Glasgow consigue algo. Me siento orgullosa», sonríe.
Kennedy afirma que los glasgüenses son «gente muy simpática y abierta» y «se implicarán» en la COP26: «Cuando algo sucede en Glasgow, la gente se interesa (…) Si mi padre estuviera vivo, allí estaría viendo qué pasa».
En una cafetería de moda cercana, Jack Mackenzie, de 26 años, sirve a los clientes mientras confiesa a Efe sus dudas sobre los resultados de la cumbre.
«Es muy positivo que se hable y que se piense sobre el cambio climático, que los poderosos se lo planteen, pero soy un poco escéptico sobre si se traducirá en el cambio que se necesita», manifiesta.
«Esperemos que no sea solo charlatanería y puesta en escena, discursos superficiales para ganar votos», señala, para añadir que se necesita «un plan, objetivos y medidas para conseguirlos».
Mackenzie admite que sus amigos están emocionados tanto porque se celebre una cumbre sobre un tema tan importante como «por ganar dinero alquilando sus pisos por precios de locura».
Un apartamento por el que él pagaba unos 600 euros al mes se oferta ahora por más de 20.000 euros por cinco noches. «Menos mal que a mí no me han subido el alquiler», dice aliviado.
Uno de sus clientes habituales, el agente de hipotecas de 60 años Paul McCalahey, apunta que él está «encantado» de que la COP26 tenga lugar en su ciudad, pero lamenta que el Gobierno británico quiere «llevarse todo el crédito» ninguneando al Ejecutivo escocés.
«Prácticamente no ha invitado a la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, a ningún acto oficial. Es muy infantil. Tenemos un primer ministro (Boris Johnson) que es una vergüenza en el panorama internacional», dice, y apostilla: «Todo esto es para socavar el movimiento de independencia en Escocia».
Con unos 610.000 habitantes, Glasgow, del gaélico Glaschu -que significa «Querido lugar verde»-, es la primera urbe de la nación histórica y la cuarta del Reino Unido, y se precia de ser la más ecológica, con el compromiso de llegar a un cero neto de emisiones en 2030.
Sus más de 90 parques y jardines, iniciativas de sus restaurantes para no generar desperdicios y su poca exposición a los efectos del cambio climático, según estudios de aseguradoras, la convierten en un destino idóneo para las negociaciones. EFE