La Habana, Cuba
Las calles casi vacías y la tensión en el aire. Así se vivió este lunes en La Habana, una jornada en la que grupos independientes habían convocado a una Marcha Cívica por la libertad de los presos políticos y un cambio democrático en la Isla. Las mismas avenidas y comercios que dos días antes estaban repletos de gente, en este 15 de noviembre solo había policías uniformados o vestidos de civil.
Un día antes, el dramaturgo Yunior García Aguilera –uno de los principales organizadores de la protesta pacífica– había quedado encerrado en su casa con las turbas oficiales gritando frente a su puerta. A pesar de impedirle salir de su vivienda, los represores no pudieron evitar que el activista regalara para la historia de Cuba una imagen de un civismo poderoso: un hombre encarcelado en su propio hogar, asomando su mano con una rosa blanca por la ventana.
El excesivo despliegue policial y represivo que ha desatado el régimen cubano no solo ha afectado a quienes este lunes fueron víctimas de actos de repudio, sufrieron el corte del servicio de acceso a internet o resultaron arrestados al intentar salir a la calle. El costo principal ha ido a la cuenta de las propias autoridades que han mostrado su rostro más feo ante una ciudadanía cansada de los excesivos controles que han aumentado significativamente tras las protestas del pasado 11 de julio.
En las calles crece el desagrado y la indignación ante la desproporción de fuerzas entre los ciudadanos desarmados y unas fuerzas oficiales dispuestas a «enfrentar cualquier acción», tal y como advirtió el gobernante Miguel Díaz-Canel el viernes pasado. La ira crece y, aunque el miedo atenaza aún muchas gargantas, el castrismo pierde cada día más adeptos entre los familiares, vecinos o amigos de quienes son reprimidos.
Mantener por mucho tiempo este estado de terror es casi imposible para la Plaza de la Revolución. Aunque los líderes del Partido Comunista tengan el deseo de prolongar por meses la vigilancia en cada esquina, los piquetes de policías políticos acechando frente a las casas de los disidentes y los vociferantes mítines de odio alrededor de las viviendas de los activistas, para todo eso hacen falta recursos. Este sistema se acostumbró a comprar lealtades, aunque fuera con migajas y ni migajas quedan.
El país está quebrado y la gente está harta. Ni la crisis económica ni el malestar popular pueden ser revertidos a corto o mediano plazo. Aunque este 15N han logrado ahogar la Marcha Cívica apelando a los viejos métodos de la intimidación, en las climatizadas oficinas del poder en Cuba ya saben que así no pueden gobernar por mucho tiempo. Saben que perdieron el camino para llegar al corazón del pueblo; saben que el miedo cambió de bando en esta Isla y ahora ellos son los que temen.
- Yoani Sánchez es periodista independiente cubana. Su texto ha sido publicado originalmente en el sitio 14yMedio, que ella dirige.