Las supremacías

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Una combinación de factores ha convertido un fenómeno cíclico en la historia del mundo en un motivo de debate nunca antes visto.

En el pasado, el desconocimiento científico convirtió a un virus en una plaga, y redujo la población mundial a niveles dramáticos. La inexistencia de una vacuna para la peste, la gripe española, la polio, el paludismo, la tuberculosis, etcétera. significó una lucha por la supervivencia de la especie, en la que sobrevivieron los más aptos, los más fuertes o aquellos que por algún motivo tuvieron las defensas para resistir a la plaga.

A medida que fue avanzando la ciencia, se descubrieron antídotos para mitigar, eliminar y controlar esas enfermedades. La mayoría recibió sin discusión los antídotos, y el resultado fue la disminución drástica de la propagación de dichas enfermedades, hasta que se las considere extintas.

Pero como decía al principio, una peligrosa combinación de factores ha convertido en el centro del debate a la vacuna contra el COVID.

Y es que los supremacistas han tomado como caballo de batalla para conseguir adeptos la oposición y la censura a esta opción para proteger a la humanidad. Atacan sin cesar a las multinacionales farmacéuticas, a los billonarios que no son de sus simpatías, fabulan conspiraciones mundiales, estados profundos y otras alucinaciones.

Y tienen por supuesto sus adeptos, que gracias a las redes sociales han conseguido difusión de sus ideas a nivel mundial.

Por el otro lado, una corriente mayoritaria ha alertado sobre el peligro de no vacunarse, ha distribuido las distintas vacunas por el mundo y busca afanosamente que la población que se resiste a la vacuna cambie su actitud en beneficio de la comunidad.

La intromisión de los políticos en esta divergencia, que debería ser eminentemente científica, ha complicado más aún el panorama.

El estilo de los distintos líderes ha establecido normas más o menos obligatorias bajo su jurisdicción, y ha recibido acusaciones de fascista y totalitario por parte el otro bando.

En el medio, como siempre, una población desconocedora del tema que duda ante las advertencias de cada una de las partes. No es una novedad. El ser humano es gregario, instintivo, necio e irresponsable. Y está a merced con frecuencia de líderes irreflexivos que solo buscan adeptos para consolidar su poder.

Los “ contreras “ han existido siempre y en todos los ámbitos. Lo que resulta increíble es que aún hoy la teoría pretenda imponerse a la práctica, que se pretenda negar la evolución de la ciencia porque no cuadra con ciertas creencias, y que se quiera empujar al ser humano hacia su extinción por motivos non santos.

La historia ha demostrado que las vacunas han sido un gran antídoto contra las enfermedades, que no siempre han salido victoriosas en el corto plazo pero siempre en el largo, que la esperanza de vida del hombre ha aumentado dramáticamente junto con su calidad, y que el mundo es hoy un lugar más seguro que hace milenios en muchos aspectos.

Pero a pesar de todas las pruebas en contrario, la necedad y la ambición siguen siendo un motor para la desinformación y la incredulidad. Vaya entonces mi granito de arena como aporte para reconocer mi ignorancia en tema médicos, pero mi confianza en los aportes de la comunidad científica, mi escepticismo frente a las conspiraciones mundiales a cargo de banqueros judíos que ya no tienen el poder de antes, así como las de billonarios octogenarios o retirados que están más preocupados por sus achaques que por la conquista de un mundo del que se irán muy pronto.

Ojalá valoremos más la confianza que la suspicacia, el estudio serio que la improvisación, y la virtuosidad sobre la maldad, en un mundo que tiene ambas vertientes desde tiempos inmemoriales.

LaRepública.

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