Quisimos tanto a Tania

Carlos Jijón

Guayaquil, Ecuador

Conocí a Tania Tinoco cuando ambos aún no cumplíamos los 20 años. Ella era asistente del archivo de videos del noticiero Televistazo. Yo, reportero de la revista Vistazo. El mundo que hoy conocemos era todavía demasiado joven. Teresa Arboleda era editora de los videos de los periodistas importantes. El Artieda de la televisión no era Lenín, sino su padre, Fernando, que años después se consagraría como un gran poeta. Creo que fue Nila Velásquez, que en esa época dirigía los noticieros del canal 2 de Guayaquil, quien le permitió a Tania empezar a ejercer en las calles la carrera que estudiaba en la Universidad Laica. Hasta que un día, la noche de un viernes más precisamente, le pidieron urgentemente que reemplace a la presentadora de noticias de Telemundo que a última hora había avisado que no llegaría.

Años después Tania me contó que esa noche estaba enferma y que tenía fiebre. Pero que ese momento supo reconocer la oportunidad que le ponía el destino. Debió haberlo hecho bien porque la siguiente vez que la presentadora faltó, les pareció natural que ella la reemplace nuevamente. Y no sé si finalmente la presentadora renunció o alguno de los productores pensó que Tania lo hacía mejor y se quedó para siempre.

Cuando ocurrió, es probable que muy pocos hayan intuido que la chica del archivo iba a llegar mucho más lejos que presentadora de noticias de la medianoche. Ella estaba empezando desde abajo e iba a cumplir uno a uno todos los pasos. Durante el día, reporteaba en la calles, editaba videos, escribía sus textos. Era prolija y responsable. A la medianoche, acompañaba al gran Alberto Borges, en ese entonces, el periodista más querido y popular de la televisión. Un día, más bien una noche, Alberto murió en su escritorio, víctima de un infarto fulminante, poco antes de salir al aire. Con el corazón roto, ella tomó conciencia de que las noticias nunca podían parar, y que en esas circunstancias, uno debía secarse las lágrimas e informar de manera serena y precisa la muerte del amigo.

Cuando asumió la dirección de Telemundo, tras la muerte de Alberto, Tania Tinoco era ya una reportera de gran experiencia. Roberto Aspiazu, que todavía era periodista de la cadena, la describía como la única machaleña que le había dado la mano a George Bush. Y esa descripción era perfecta. Tania venía de Machala. Se había educado en Guayaquil, en el colegio de las monjas de La Inmaculada y para entonces ya había vivido más años en Guayaquil que en lugar natal, pero ella había hecho de esa circunstancia una característica fundamental de su personalidad. Ella era de Machala. Y cuando asumió la dirección de Telemundo, uno de los noticieros históricos de Ecuavisa, había entrevistado ya a tantos personajes, que haberle dado la mano a George Bush, en esa época el hombre más poderoso del mundo, era solo una anécdota.

Tania había entrevistado a todos los presidentes del Ecuador en ejercicio, a los expresidentes, a los pintores más notables, a los más grandes escritores, y sobretodo, diariamente, al hombre de la calle, a la gente común, que se había acostumbrado a verla en su hogar todas las noches, y a quererla. Recuerdo haber coincidido con ella en Panamá, a mediados de los ochenta, unos días antes de la invasión norteamericana para derrocar a Noriega. Y la vi también en Bogotá, una noche que había estallado un coche bomba, en los días que se instalaba la Asamblea Constituyente que promovió el Presidente Gaviria. Cuando, meses después, Pablo Escobar, el capo de todos los capos, murió asesinado en un tejado de Medellín, Tania se dio manera de cubrir el funeral y conseguir que la madre de Escobar le entregara la carta que su hijo le había enviado antes de morir, para poder leerla ella ante las cámaras.

Días después le pregunté cómo había logrado llegar al lugar con la seguridad de poder salir. Había contratado una moto. Tras pagar por adelantado el regreso, le dio al chofer como propina la mitad de un billete de cien dólares. La otra mitad se la iba a dar cuando esté de regreso en Bogotá. Cuando le pregunté cómo había logrado que la madre de Pablo Escobar le diera la carta para que la lea ante las cámaras, sonrió: “Ella no me la dio, yo se la quité”.

Periodista de raza, nunca fue cercana al poder. Normalmente ella no expresaba sus opiniones en público, pero sus reportes con frecuencia causaban el disgusto de los poderosos. Tuvo una mala relación con Febres Cordero, con Álvaro Noboa, con Rafael Correa. Tania Tinoco se convirtió en la mejor periodista de la televisión ecuatoriana gracias a su inteligencia natural y a su trabajo esforzado que realizó al mismo tiempo que era una compañera amante de su marido, la madre que educaba correctamente a sus hijos, y una estupenda amiga de sus amigos, amable, preocupada y generosa.

No conozco a nadie que la haya conocido que no la hubiera querido, respetado o al menos estimado. Quizás por eso formo parte de esa legión que se honra en haber sido su amigo. Tania tenía unas veinte amigas entrañables y quizás algunos pocos menos amigos queridos que hoy nos sentimos desamparados y huérfanos por su partida.

Creo que el país va a extrañar su periodismo serio, responsable y comprometido con las mejores causas. Sus amigos la vamos a extrañar a ella.

Carlos Jijón, Director de LaRepública y Tania Tinoco, directora del Noticiero Telemundo, de la cadena Ecuavisa, en una foto de abril de 2014.

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