Eduardo Jijón Jurado
Guayaquil, Ecuador
No puedo dejar de pensar en lo que pasó. Recuerdo la mañana del sábado 21 de mayo, cuando desperté mi familia estaba comentando una noticia: un joven había sido asesinado, al estilo sicariato, en el Buijo Histórico. Recuerdo haberme sentido impactado, inseguro y desolado. Un nuevo sicariato, de los que se están convirtiendo en una costumbre en un país cada vez más peligroso. Lo que no sabía era que esta noticia me iba a acompañar por el resto de la semana. Y quién sabe hasta cuando.
Pocas horas después, se identifica la identidad de la víctima. «Debe ser un error», pensé (ingenuo). O quizás muy optimista. La foto que me habían enviado era de un conocido, pero seguro es un error. Tiene que ser un error. Inmediatamente, busqué la respuesta en Twitter y efectivamente: Jaime Villagómez Fayad, de 32 años, había fallecido en una tragedia sin nombre.
A principios de este año tuve la suerte de conocer a Jaime por motivos laborales; una persona muy atenta, educada y agradable. Parecía, en toda regla, la definición de una buena persona. Persona que, hoy, vive en los recuerdos de sus seres queridos.
¿Cómo llegamos a esto?
Al momento de escribir este artículo, no tengo respuestas. Pero sí tengo muchas preguntas.
¿Quién será el siguiente? ¿Será la próxima víctima de la inseguridad del país un desconocido, o será alguien a quien aprecio? ¿Tendremos todos que depender de la suerte de poder salir a cenar y poder volver con vida a nuestros hogares? ¿Habrá algún verdadero cambio que nos pueda asegurar una mayor tranquilidad? ¿Entraremos en otro inútil estado de excepción? Según las cifras oficiales, en lo que va del año, 1.225 personas fueron asesinadas en todo el país, un 50% más que en el mismo período del año pasado. ¿Hay algo que el gobierno pueda implementar para realmente combatir la delincuencia?
¿Habrá justicia para Jaime? ¿Habrá justicia para Jaime? ¿Habrá justicia para Jaime?
Entiendo que no existe un botón mágico que el presidente Guillermo Lasso pueda presionar para acabar con la delincuencia. Pero al mismo tiempo, tiene que haber algo que podamos hacer.
Este domingo, tras no haber sido capaz de sacar de mi cabeza lo que pasó, me despertó mi madre por la mañana. Le pregunté si pasaba algo y me dijo: «No puedo dejar de pensar en lo que pasó con ese chico». Y me di cuenta que no era solo yo quien no podía dormir.
Hoy, espero justicia para Jaime.
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En redes circula una petición que busca justicia para Jaime. Puedes firmar aquí.
