Quito, Ecuador
«Compatriotas, las armas os darán la independencia, las leyes os darán la libertad»
Simón Bolívar
Meses después de haber sido declarada la independencia de la Provincia de Guayaquil en 1820, Antonio José de Sucre llega allí con instrucciones del libertador Simón Bolívar. Sucre debe adelantar su llegada a Quito y con esto se vuelve el personaje protagonista de esta gran novela titulada 1822 de Íñigo Salvador Crespo publicada por Editorial Planeta.
Salvador ha hecho una gran labor patriótica desde la Procuraduría General del Estado y hoy desde la literatura. Así, como lo fue su padre, el ilustre historiador Jorge Salvador Lara, Íñigo tiene esa capacidad de adentrarse en la historia. Más, con 1822, ésta se vuelve poesía e inmortaliza aún más la figura de Sucre y de Bolívar y por ende de la propia libertad.
«Señores miembros de la Junta de Gobierno, ciudadanos de Guayaquil… lo que nos reúne esta tarde en torno a esta selecta mesa es la libertad. La libertad de Guayaquil, la libertad de Quito, la libertad del Perú, ¡la libertad de la América toda! Pero en el centro de todo ello está la libertad de Quito», dice firme el mariscal Antonio José de Sucre en un acto valeroso y sin dar un paso atrás.
Puede resulte imposible saber cómo era la voz del prócer, llena de sentido patriótico, de ver una unión sólida y convencimientos plenos. Más, no resulta complicado notar que el tirano no podrá dar marcha más allá. La gallardía de un soldado se mide no sólo en la manera de empuñar su sable sino lo que hace con éste.
Es imposible que una gesta libertaria tenga espíritu si no se comprende en sí misma lo que implica una unión. Las letras de Salvador Crespo son un repliegue a ese civismo, a ese patriotismo, a entender que sin una cabeza y un liderazgo, es imposible mantenerse firme en las batallas y en la vida.
Ecuador, debió pertenecer a una Gran Nación llamada “La Gran Colombia”, un gran territorio unido por el tricolor amarillo, azul y rojo. Jurídicamente ésta existió entre 1821 y 1831. Justamente un gran territorio unido por los ideales, integrado por el Virreinato de la Nueva Granada, la Capitanía General de Venezuela, la Real Audiencia de Quito y el Gobierno de Guayaquil, tenía como objetivo mantener la unión por las causas.
Por otro lado, la novela histórica seduce al lector por su mezcla entre la historia y la literatura. La fuerza recae, en la novela de Salvador, justamente en Sucre quien debió, por, sobre todo, tomar el control de Quito en una victoria que no le sería nada fácil. En Guayaquil fue recibido por el triunvirato formado por José Joaquín de Olmedo, Francisco María Roca y Rafael Ximena.
Olmedo fue precisamente el primer Presidente de la Provincia Libre de Guayaquil, seguido por el triunvirato antes mencionado y después el Gobierno lo volvería a tomar Olmedo quien fue sucedido por Simón Bolívar. Estos sucesos ocurrieron entre 1820 y 1822.
Al sur, José de San Martín, había perdido varios batallones en Cuenca, y tuvieron que regresar al Perú. Sus fuerzas habían sido minimizadas por el enemigo. Guayaquil, por su parte tenía una consigna: no ser parte ni de Perú ni de Colombia, querían ser ya totalmente independientes. Así mismo, fue el clamor de Quito.
Sucre, entonces, con el uso magistral de la oratoria, algo que Salvador recoge en su libro, fue a dar esperanzas libertarias (sobre todo a Quito). Es, en sí, la otra capacidad de la narrativa literaria: dar voz a personajes de quienes jamás escucharemos el timbre y el sonido de sus palabras, pero que aquello no implica que no se pueda, lector audaz, con imaginación entenderlas y que éstas resuenen en nuestros oídos y conciencia, como las pronunciadas por el mariscal. Como las que, a todo pulmón y con gran brillo en los ojos, dijo:
«Tal vez puedo errar yo mi concepto, pero desde ahora aseguraría que los que se quejan o son hombres viciosos o son turbulentos o no son patriotas».
La Batalla de Pichincha, gestada aquel 24 de Mayo de 1822, que nació de ese Primer Grito de Independencia proclamado un 10 de agosto de 1809, permitió, por sobre todo, entender que esta República soberana estará siempre del lado de la libertad, la democracia y de aquellos valores que por sobre todo, resucitan, en cada ciudadano.
Así lo demuestra, como documento histórico y literario, la novela 1822 de Íñigo Salvador Crespo cuyo principal eje es testificar que los tiranos no son bienvenidos en nuestra historia, ya que la democracia y la necesidad de ser libres, podrá siempre con los que pretendan ultrajar esta nación. Sean éstos propios o ajenos.