El papa Francisco aseguró hoy que el viaje que emprenderá el próximo domingo a Canadá es «una peregrinación penitencial» por los abusos que los indígenas sufrieron en internados católicos durante los siglos XIX y XX.
«Queridos hermanas y hermanos de Canadá, como saben acudiré ante vosotros en nombre de Jesús sobre todo encontrar y abrazar a las poblaciones indígenas», explicó el pontífice desde la ventana del Palacio Apostólico tras el rezo del Ángelus mariano.
«Lamentablemente -reconoció-, en Canadá muchos cristianos, también algunos miembros de institutos religiosos, han contribuido a la política de asimilación cultural que en el pasado dañaron gravemente en diferentes modos a las comunidades nativas».
Por esa razón, el pontífice argentino recibió recientemente en el Vaticano a algunos miembros de tales comunidades, a los que manifestó su «dolor y solidaridad por el mal sufrido».
«Ahora me dispongo a emprender un viaje penitencial que espero que, con la gracia de Dios, pueda contribuir al camino de sanación y reconciliación emprendido ya», terminó el papa.
Se trata de un viaje muy importante para Francisco, que sin embargo se vio obligado a suspender los previstos a Sudán del Sur y República Democrática del Congo por sus dolores de rodilla.
Su «peregrinación», entre el 24 y 30 de julio, llega después de conocerse que poblaciones indígenas como los inuit o métis sufrieron abusos en internados gestionados por la Iglesia católica durante los procesos de asimilación forzada en los siglos XIX y XX
El año pasado se produjo el hallazgo de los restos de 215 niños, alumnos del Kamloops Indian Residential School, en la provincia de Columbia Británica, lo que hizo revivir la tragedia de los pueblos originarios canadienses y su petición de justicia.
Los gobiernos canadienses encomendaron desde finales del siglo XIX hasta 1997 a instituciones católicas, anglicanas y protestantes la educación de los niños indígenas, que eran apartados de sus asentamientos, incluso sin el consentimiento de sus padres, y en esos internados se les prohibía usar su nombre, su idioma y sus tradiciones.
Se calcula que entre 1890 y 1997 alrededor de 150.000 niños indígenas fueron internados a la fuerza en centenares de residencias escolares y que unos 4.000 menores murieron por las condiciones insalubres en las que vivían. EFE (I)