
Rochester, Estados Unidos
Hace un año aproximadamente, una horda de desadaptados atacó al Congreso estadounidense pretextando un fraude en contra del entonces Presidente, derrotado claramente en las urnas.
Más allá de las imágenes y el destrozo, la pérdida de vidas y el caos, la secuela fue la sanción a los atacantes y la investigación a Trump por su participación en tan repudiable acto.
No hubo mesas de diálogo, no hubo impunidad ni se cedió a los pedidos de los manifestantes. El ex presidente no fue exculpado ni las razones del atropello aceptadas. Las democracias no son perfectas, pero hay principios que no pueden olvidarse ni disfrazarse.
Los norteamericanos siguen confiando en la Justicia y sus decisiones. La época de los Gerónimos embadurnados de pintura de guerra pertenece ya a la historia norte americana, así como la pretensión de imponer condiciones por la fuerza.
Los indígenas norteamericanos han recibido sin embargo muchas concesiones para permitirles incorporarse a la vida moderna, con resultados mixtos pero visibles. Permisos de juego de azar, reservaciones, etc. Hay por tanto un reconocimiento a los atropellos del pasado y un afán de resarcirlos.
Pero en ningún momento se basaron en la prepotencia y la impunidad, sino en la justicia. Ejemplo a seguir para nuestra incipiente y blanda democracia.

