«Nuestras 11 vidas están en manos de Dios», dice obispo sitiado en Nicaragua

Managua.- El obispo nicaragüense Rolando Álvarez, sitiado desde hace 8 días por la Policía Nacional que lo acusa de intentar «organizar grupos violentos», dijo este jueves que su vida, así como la de 5 sacerdotes, 3 seminaristas, y 2 laicos que se encuentran retenidos en un Palacio Episcopal, «están en manos de Dios».

«Nuestras 11 vidas están en las manos del Señor», afirmó el alto jerarca al ofrecer una misa telemática desde el Palacio Episcopal del departamento de Matagalpa (norte), donde se encuentra recluido desde el jueves pasado.

«Estamos en las manos de Dios. Queremos hacer solamente su voluntad y queremos darle gloria a Él», continuó Álvarez, de 55 años y obispo de la Diócesis de Matagalpa, administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, ambas en el norte de Nicaragua.

El religioso, quien precisó que están «retenidos» en la Capilla las Mercedes de la Curia Episcopal de Matagalpa, donde se encuentra Jesús Sacramentado, aseguró que están, «gracias a Dios, bien de salud, viviendo en comunidad, en familia, rezando, celebrando la eucaristía, compartiendo entre nosotros, dialogando, conversando, con fuerza interior, con paz y serenidad en el corazón».

También «con una alegría en la conciencia que solo puede proceder de Dios», indicó.

«Es una paz, fuerza, serenidad y alegría sobrenatural. Estamos experimentando un retiro en la presencia del Señor», señaló.

ACUSADO DE INTENTAR «ORGANIZAR GRUPOS VIOLENTOS»

El obispo fue acusado el viernes pasado por la Policía Nacional de intentar «organizar grupos violentos», supuestamente «con el propósito de desestabilizar al Estado de Nicaragua y atacar a las autoridades constitucionales», y desde hace ocho días se encuentra retenido junto a cinco sacerdotes y cinco laicos en el Palacio Episcopal, que está sitiado por fuerzas especiales policiales.

El religioso sostuvo que solo ante el Señor sus rodillas se postran, sus rostros se inclinan, «y nuestros labios proclaman su señorío».

Asimismo, dijo que están «convencidos totalmente que todo ocurre para nuestro bien, porque Dios nos ama y nosotros le amamos», y ofreció al Señor «esta experiencia que estamos viviendo».

«Las experiencias dolorosas no caen en balde, no caen en el vacío, se ofrecen al Señor y el Señor las retorna en bendiciones para nosotros», apuntó.

El jerarca también instó a superar el odio, la desesperanza, y «no guardar rencor ni resentimiento en el corazón, no desear mal a nadie, no pagar mal por mal, sino vencer el mal con la fuerza y el poder del bien».

«Jamás, Dios nos libre, que en nuestro corazón alcance la más mínima intención de desearle daño a una persona», expresó.

Explicó que «cuando en el corazón se desea mal a alguien, quiere decir que el demonio ha logrado penetrar tu corazón y ha logrado infectar tu corazón y eso no hay que permitirlo», porque «el odio destruye a una persona».

A su juicio, «al mal se le vence a fuerza del bien», porque «el bien es eternamente poderoso» y «el mal es tremendamente limitado».

«Lo que sucede, por supuesto, es que el mal es ruidoso, hace mucha bulla (…) y dentro de su naturaleza demoníaca trata de confundir haciendo pensar que es el que vence y que es mayor que el bie

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