Sergio Leone y Walter Hill, un duelo en la madrugada veneciana

Con las primeras luces del alba, el árido aire del oeste sopló en el Festival de Venecia: los harapientos villanos de Sergio Leone revivieron en un documental sobre su universo, mientras Walter Hill volvía con un nuevo «western», «Dead for a dollar«, para animar la jornada del certamen.

El padre del «Spaghetti western» protagoniza el documental «Sergio Leone: el italiano que inventó América», producida por su propia familia para desentrañar con su propia voz su mundo de forajidos.

Leone, fallecido en 1989, fue uno de tantos niños que creció en aquella Italia asolada por la II Guerra Mundial: «Yo nací en el cine», rememora en unas imágenes de archivo, ya que era hijo de los populares actores de cine mudo Roberto Roberti y Bice Waleran.

Sin embargo, la idea de ponerse detrás de la cámara o a escribir guiones no fue inmediata, sino que aquel muchacho reconoció siempre una gran aversión al cine hasta sus 14 años debido a que su padre acabó sumido en el ostracismo por sus posturas antifascistas.

Pero, sin embargo, aquel arte acabaría conquistándolo, definiéndolo como «un espectáculo inmenso que propone aspectos enmascarados de la vida a través de la fábula o el mito».

Y precisamente esa fue la gesta que el destino reservaba a Leone a partir de la década de los cincuenta, «mitimizar el mito» del oeste americano que llegaba a las salas italianas desde el Hollywood de John Ford y John Wayne.

Sergio Leone, codo con codo con su compañero de pupitre, Ennio Morricone, autor de sus bandas sonoras más emblemáticas, acabaría rodando en los desiertos españoles películas inolvidables como su «Trilogía del Oro»: «Por un puñado de dólares» (1964), «La muerte tenía un precio» (1965) y «El bueno, el feo y el malo» (1966).

Clint Eastwood, un héroe indolente eternizado, recuerda en el documental sus años al servicio de aquel director italiano que no dudaba en volar por los aires puentes y empalizadas: «No nos entendíamos, nos comunicábamos con gestos», rió.

Eli Wallach, Tuco el feo, el incómodo acompañante de Joe, no ha olvidado la frase con la que expresó su extrañeza al saber que un italiano rodaría un «western»: «Esperaba que fuese como la pizza con piña», refiere el actor, muerto en 2014, a carcajadas en la cinta.

Leone, de algún modo, sirvió de nexo entre el cine clásico y el Nuevo Hollywood, y así lo reconocen ante la cámara algunos de sus más fervientes admiradores, como Quentin Tarantino, Steven Spielberg, Martin Scorsese, Darren Aronofsky o Damien Chazelle.

El recuerdo de aquel universo que él ideó, de bandoleros harapientos y moral discutible, que venderían a cualquiera por una pepita de oro, se cernió este martes en un festival, el de Venecia, que constató que el género del «oeste» está más vivo que nunca.

El cineasta Walter Hill acudió a la Mostra para estrenar, fuera de concurso, su último trabajo, «Dead for a dollar», y recoger de paso el premio «Cartier Glory to the filmaker» por su «extraordinario trabajo, talento y contribución original» al cine contemporáneo».

La película recorre las andanzas del cazarrecompensas Max Borlund (Christoph Waltz) desde las profundidades de México hasta toparse con su acérrimo enemigo, el pendenciero jugador de cartas Joe Cribbens (Willem Dafoe), en una encarnizada batalla por el honor.

Pero en esta ocasión con una evidente intención feminista pues la «dama en apuros», interpretada por Rachel Brosnahan, no permite que nadie le enseñe a disparar.

«No sé por qué el ‘western’ regresa siempre a mis películas. Es un género que me gusta porque transmite un sentido de nostalgia por un periodo de la historia estadounidenses que gira en torno a una idea mítica y poética», señaló en la presentación el autor de «The Warriors» (1979).

Y, como no podría ser de otra manera, elogió públicamente a Leone y Morricone, que legaron al cine «un bien mundial» imperecedero. EFE

Más relacionadas