Escocia, la tierra donde Isabel II se escapaba del mundanal ruido

Viviana García

Edimburgo (R.Unido) .- Escocia, donde Isabel II murió a los 96 años, era el lugar donde la reina se escapaba del mundanal ruido, montaba a caballo, caminaba o presenciaba la majestuosidad del paisaje, algo que le permitía desconectar por unos meses de las obligaciones de Estado, pero sin desentenderse de ellas.

En el castillo de Balmoral, ese palacio que se erige entre la exuberante vegetación del área de Aberdeenshire, al noreste de Escocia, la soberana estaba a gusto, se relajaba, aún si el tiempo estival de este alejado rincón del Reino Unido le obligaba a tener a mano alguna cazadora o llevar consigo el paraguas.

Hoy los escoceses reconocen en ella lo mucho que dio por esta región, con la que estaba vinculada por línea materna ya que su madre, la reina Isabel, procedía de una familia escocesa por ser hija del decimocuarto conde de Strathmore.

«La muerte de Su Majestad en el castillo de Balmoral implica que Escocia ha perdido a una de las servidoras más dedicadas y queridas», ha dicho la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, que ha calificado de «conmovedor» que el féretro de Isabel II inicie hoy el recorrido desde su hogar en Aberdeenshire a Edimburgo.

PASÓ MOMENTOS DE LA INFANCIA EN BALMORAL

Desde pequeña, cuando su futuro no estaba marcado para ascender al trono, Isabel II solía pasar un tiempo con sus padres -Jorge VI e Isabel- en Balmoral o con sus abuelos maternos en Glamis, en el este de Escocia, y por entonces ella reconocía, a través de cartas a la familia, la felicidad que Escocia le producía.

El giro que dio después su vida y que marcó su juventud fue cuando su padre, entonces príncipe Alberto, ascendió al trono en 1936 como Jorge VI tras la abdicación de su hermano Eduardo VIII.

Aquel momento histórico, que provocó fricciones familiares porque, según cuentan los historiadores, la reina madre nunca perdonó a su cuñado, convirtió a Isabel en princesa heredera.

ISABEL II INVITABA A PRIMEROS MINISTROS A BALMORAL

Al ascender al trono el 6 de febrero de 1952, con tan solo 25 años de edad, Isabel II mantuvo la tradición de pasar las vacaciones en Balmoral, donde, como era costumbre, la reina invitaba al primer ministro de turno a pasar unos días de descanso.

El exprimer ministro laborista Tony Blair recordó estos días su experiencia en Balmoral y contó lo mucho que le sorprendió al ver que era la misma familia real, y no los sirvientes, los que ponían la mesa y recogían los platos y que a él no le dejaban hacer nada.

La familia llevaba siempre faldas tartán cuando estaban en Balmoral, hacían la barbacoa en verano, a cargo casi siempre del duque de Edimburgo, o pescaban en el río Dee, rodeados de abedules, avellanos o coníferas, así como de ciervos o ardillas rojas.

A veces acompañada por su hijo mayor, el ahora rey Carlos III, Isabel II no faltaba a los tradicionales juegos escoceses de las Altas Tierras, al aire libre, como el tiro de cuerda.

A lo largo de sus setenta años de reinado, Isabel II ha visitado todos los rincones de la región, mientras que ha inaugurado las sesiones del Parlamento de Holyrood (regional).

Una mujer, que dijo llamarse Annetta, dijo a Efe ante el palacio de Holyroodhouse, antes de depositar unas flores que recogió de su jardín, que la reina «era muy feliz y se sentía cómoda en Escocia» dado que su madre era escocesa, y resaltó lo mucho que hizo por «mantener unido al país».

NO SE PRONUNCIABA SOBRE ASUNTOS POLÍTICOS

Un aspecto que marcó su reinado fue su determinación a no opinar de política ni a ofrecer entrevistas, aún cuando el referéndum sobre la independencia de Escocia, en septiembre de 2014, vislumbraba la posible separación de la región del resto del Reino Unido.

Su única referencia en aquellos días fue un comentario casual a unos seguidores cerca de Balmoral, a los que les dijo que esperaba que «el pueblo pensara muy cuidadosamente sobre el futuro», una clara referencia a su inquietud sobre una posible independencia.

Isabel II cumplió la promesa que hizo a los 21 años de edad de que, fuera corta o larga, su vida estaría dedicada al deber público.

Así, a pesar de una salud visiblemente frágil, Isabel II cumplió hasta el final ese compromiso, al llamar el pasado 6 de septiembre en Balmoral, a la nueva líder conservadora, Lis Truss, para pedirle que formase un nuevo Gobierno.

Nadie imaginó que ese sería su último deber constitucional. Dos días después moría en paz en su paradisíaco castillo escocés. EFE

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