Todo sea por la libertad

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

«Con la libertad, las flores, los libros y la Luna, ¿quién no sería perfectamente feliz?»

Oscar Wilde

Ante tanto ruido de la coyuntura sería mejor hacer una pausa y preguntarnos: ¿qué tan libres somos? Si bien, mucho se habla de libertad, pocas veces ésta se pone en práctica. Si realmente queremos ser libres el principal hecho a defender es que el individuo tenga las garantías (porque posibilidad biológica la tiene) de tomar sus propias decisiones. El ser humano tiene derecho a la autorrealización, un tema que de hecho ya discutían los antiguos alquimistas tras buscar en Rebis, el ser humano supremo que era hombre y mujer al mismo tiempo, una esencia del crecimiento.

De hecho, los alquimistas sustentaban que gracias al deseo de superarse de la humanidad, Dios vio la necesidad de dividir a Rebis en hombre y mujer. Aunque, esto parecía una suerte para mermar el desarrollo del sapiens para autorrealizarse, se vio que ambos sexos, con el tiempo, formaban un complemento, más que un opuesto. Entonces, el ser humano dejó de pensar en una supremacía total para hacer la vida en pareja: el reto fue que tanto hombre como mujer debían autosuperarse individualmente pero también entre sí.

Poco a poco se crearon las sociedades y cuando el hombre dejó de ser nómada buscó un modelo de sociedad. De éstos surgieron, principalmente, los gobiernos de tipo imperial, sultánico y monárquico que rigieron durante la Época Clásica, el Medioevo, el Renacimiento y, en algunos casos, sobrevivieron a la Ilustración y siguen vigentes hasta hoy en día. Sin embargo, a pesar de que en la Antigua Grecia y Roma gobernaban emperadores, fue época del inicio de las leyes, la concepción de Estado y surgió el rol del sujeto dentro de los demás (nació el ciudadano). Así las leyes crearon los parámetros para designar los derechos y obligaciones de cada persona. Qué sería legal y qué no, así como el papel del Estado.

Se creó el tema del impuesto o tributo, una cantidad que se debía pagar a cambio de acceder a beneficios como obra pública y desarrollo por parte del gobernante. Curiosamente, durante el Imperio griego y romano, mucho «dinero público» fue usado a su vez para pagar arquitectos, matemáticos y artistas para que creen templos, retraten a los dioses y hagan investigaciones matemáticas que busquen un desarrollo. Es decir, el emperador dejaba trabajar a los eruditos y les daba las herramientas para crear, al tiempo que recibían retribuciones económicas. Crecían.

A pesar que los primeros griegos estaban divididos por las ciudades-Estado (las polis) ya tenían una organización política, entre ellas, ya existía un tipo de parlamentarismo en el que el ciudadano podía sentirse representado ante sus máximos líderes. Sin embargo, gracias a la tiranía, éstas entraron en crisis, y permitió a Alejandro Magno, como un líder nato, unificar en una sola a Grecia y volverla Imperio, lo que permitió dar origen a la Época helenística, con lo que además conquistó el Imperio aqueménida (el más antiguo de los persas).

Con esto, la expansión griega no fue sólo política sino también cultural y artística. Magno gobernaba y, a pesar de su rol de conquistador, dejaba que bajo su mando la gente se desarrolle y prospere. Con la caída del Imperio macedonio y la conquista total del Romano, tomó aún mayor fuerza el parlamentarismo en donde el Senado acaparaba todos los poderes del poder Ejecutivo, y al mismo tiempo estaba supeditado por una especie de «comicios». El Parlamento era una consejería del emperador en el que participaba la aristocracia romana —aunque después se dejó a los plebeyos inmiscuirse también en política—.  Al llegar el Medioevo y los distintos territorios del Imperio romano cayeron, surgieron, por la nueva fe (la cristiana) reyes de tipo católicos quienes estaban, a su vez, bajo las órdenes del Papado.

Gracias a la Iglesia surgieron las primeras universidades —una renovación de las academias clásicas de la época romana y griega— que entregaban títulos a sus estudiantes, ya sean éstos adscritos a la fe o no. Con ello, se dio un giro más amplio al concepto de libertad y la educación era parte, aunque aristocrática y de gente dotada, ya de las conversaciones cotidianas en los reinados católicos.

Con el Renacimiento, la Iglesia tuvo un poder más amplio aún y aumentó su presupuesto para el arte y la arquitectura, al tiempo que los sacerdotes y frailes eran obligados a hacer misiones en los territorios que lograron expandirse durante el Medioevo. La Ilustración, buscó, entonces, separar a la religión de la política, y Francia eliminó su monarquía tras una sangrienta revuelta. Entonces, se convirtió el reinado en República. Sin embargo, otras naciones, como Gran Bretaña, cuya norma se renovó tras la Revolución de 1688, logró dar inicios para combinar un régimen monárquico con uno parlamentarista. Los franceses buscaron ser un gobierno netamente republicano, a pesar que Napoleón se nombró emperador.

Durante el siglo XVIII en adelante, el republicanismo ganó fuerza y tras la liberación de las colonias de Europa, se creyó haber llegado al punto máximo de la libertad —tanto que surgió el rol del libertador—. La libertad es un tema que buscó desde siempre el ser humano (desde que los judíos fueron aprisionados y esclavizados por los egipcios, luego por los persas) hasta hoy. Sin embargo, el ser humano, logró torcer lo hecho por el hombre, y aún con repúblicas se consolidaron dictaduras tanto fascistas como comunistas.  

La humanidad puede ser seducida por el poder, quizá más fuerte que la lujuria incluso. Tanto que si ésta implica parte de su «autorrelización» no le importará aplastar al de al lado. El Ecuador, como muchos países de América Latina, vio tiempos muy oscuros, que hoy, en lugar que aquella tétrica década nos diera lecciones, hoy se cometen los mismos actos. Alguna parte de la prensa carente de toda ética, piensa más en sus deseos y locuras que en el republicanismo. Los colectivos sociales —que en un principio con la llegada del liberalismo y el libertarismo— fueron abanderados de la libertad, hoy son fieles censores a la opinión ajena. Se habla de Estado de «derechos». La gente se llena los labios de los derechos, pero poco profesan las obligaciones, que sirven para garantizar los derechos de los demás. Se quiere que el Estado de a manos llenas sin hacer un mínimo esfuerzo, obligando a que el que se esfuerza lo deje todo para vivir cómodo de lo poco que puede dar el Gobierno (que dicho sea de paso es dinero que sale del trabajo de otros).

No es el tema «Ni una Menos», es el sentido «Nadie Menos», no es «Black Lives Matter» es «All Lives Maatter», el respeto a la vida es lo primordial para garantizar la libertad. Nadie tiene derecho a atentar contra la vida del otro.

Mientras esto pasa, la gente se acostumbra a pedir, pero a no dar nada a cambio. Eso es parte del fracaso. Así como hubo monarcas y emperadores, hoy se reza por un Estado paternalista. Cuanto menos Estado haya en la gente, más libre el individuo. Pero, muchos les cuesta digerir aquello, por el feroz populismo en el que nos quieren ver sometidos. Es, en parte, un tema más cultural que hay que ir cambiando. La batalla, en ese sentido, será dura, pero no por ello menos interesante de aceptarla y hacerla mientras el ser que la tenga en el alma posea fuerzas para dicha empresa.
¡Viva la libertad!   

María Belén Bernal

Más relacionadas