El mejor homenaje a María Belén

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

Hace dos años, en Minneapolis, un ciudadano afroamericano, George Floyd, fue víctima del excesivo uso de la fuerza por parte de un grupo de policías. Murió asfixiado ante la mirada de algunos transeúntes, el silencio de los demás miembros de la patrulla, y desencadenó una serie de protestas en los EEUU. El sujeto responsable fue apresado, sus compañeros acusados de complicidad, la Policía entregó una millonaria suma a su familia, ofreció reestructurar a su departamento para evitar estos excesos y pidió disculpas públicas.

Sin embargo, los excesos siguen. Muchos casos no tienen la exposición mediática que recibió George Floyd, un sujeto con antecedentes penales, y afectan a ciudadanos comunes que reaccionan erróneamente ante los requerimientos policiales. La fuga se convierte en un detonante para el uso de armas con un desenlace doloroso.

Sin embargo, nadie se siente con el derecho de pedir la cancelación de un Ministro de Estado, peor de un Presidente de la República. Se pide rectificación y mejora en las leyes para garantizar a los ciudadanos. Esa es la exigencia.

Tampoco los noticieros permiten a sus reporteros hacer comentarios picantes ni sembrar dudas con respecto a los hechos lamentables que relatan. La noticia se trata como es: un relato de los hechos. Existen otros espacios para la opinión, el chisme y la maledicencia.

Lamentable desde todo punto de vista la muerte de María Belén. La inacción y la complicidad de un reducido grupo de personas debe ser investigada y castigada. Los culpables sancionados con el rigor de la ley. Pero convertir un hecho aislado y doloroso en un botadero de basura contra todo y todos es igual de innoble y peligroso. Ninguna entidad en el mundo es perfecta. Ningún ser humano tampoco.

A diario se registran hechos que nos recuerdan la falta de transparencia de muchos actores e instituciones. La meta es por supuesto mejorar el nivel. También cabe recordar que la Policía es la entidad que hace pocos meses se enfrentó a la violencia inmisericorde de los movimientos indígenas para evitar mayores destrozos por parte de los vándalos. Que la seguridad de la población está hoy amenazada por delincuentes organizados, con recursos y con fines protervos, y la Policía es la encargada de enfrentarlos. Estos solos hechos justifican su presencia y su accionar en beneficio de la ciudadanía.

No tengo en lo personal mucha simpatía por los «chapitas”. He palpado su prepotencia, su suspicacia y su suficiencia. También su afición al dinero fácil. Los controles permanentes en el carretero son fuente de abusos y discriminaciones odiosas. Todos tenemos relatos que ilustran su ineficacia frente a los robos de todo tipo de bienes. La exigencia y el pedido de mejorar sus servicios es más que justificado. Pero la “ bandera de lucha “ contra sus errores e ineficacias huele a oportunismo político y a demagogia.

Hago votos porque el tema se trate sin intereses ocultos ni manipulaciones. Que no se pretenda convertir un drama pasional en un crimen de Estado, que se tomen los correctivos necesarios dentro de la Policía y que se comprenda que la violencia es un mal social que puede manifestarse en cualquier entorno. El mejor homenaje a María Belén es no politizar su muerte para otros fines. Paz en su tumba.

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