En campañas, ‘antes estábamos mejor’

Gonzalo Ruiz Álvarez. Quito, Ecuador.

Gonzalo Ruiz Álvarez

Quito, Ecuador

A 16 días de las elecciones seccionales en el Ecuador el deterioro de la política conduce a un notorio agotamiento de la población. Parece que la gente ya no cree en nadie.

La presente campaña electoral se debiera dividir en segmentos en procura de un análisis más certero.

Un escenario es el de las prefecturas, la primera dignidad en jerarquía de la presente elección, cuya utilidad y supervivencia pocas veces se ha debatido con criterio y seriedad. En las provincias más pobladas el grueso de la votación para las prefecturas viene de las grandes ciudades, allí donde justamente la influencia de la prefectura está ausente ya que los cabildos se llevan las responsabilidades y más cuantiosos presupuestos. Los votantes citadinos ponen prefectos y los habitantes rurales los sufren.

Además, y salvo en el caso de Pichincha, hay una especie de superposición de funciones con los gobernadores, que son designados por el poder Ejecutivo y disputan el poder con los prefectos.

Para los pobladores de ciudades como Quito, Guayaquil, Cuenca, Manta o Portoviejo, especialmente, más peso político tienen los alcaldes, aunque jerárquicamente la jurisdicción provincial abarque más territorio y población.

En el caso de las ciudades los concejos municipales tienen su importancia. Deben fiscalizar la labor del alcalde, pero la complejidad de la elección, en especial en aquellas jurisdicciones donde el voto es distrital, hace casi imposible la conformación de mayorías. Llegan a acuerdos, muchas veces contra natura, y el tira y afloja por el ejercicio del poder se vuelve ‘municipal y espeso’, parafraseando al poeta Rubén Darío.

Para los vecinos de las grandes ciudades las juntas parroquiales y sus gobiernos constituyen un auténtico misterio. Probablemente para los habitantes de aquellas parroquias los discursos y las disputas políticas de las grandes ciudades solamente contribuyen a debilitar la imagen de la clase política.

Otro escenario desconocido y misterioso para la gran mayoría de ciudadanos es aquel del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, Cpccs. Desde la consulta popular convocada por el presidente Lenin Moreno, su conformación emerge de las urnas. Fue la búsqueda de un remedio para el cáncer del control político de ese organismo inventado por la Constitución de Montecristi, pero la fórmula no dio resultados. Algunos de sus personeros fueron destituidos y la estrambótica presencia del cura Tuárez terminó por arruinarlo, al Cpccs y al propio cura, que fue a la cárcel.

La tarea de luchar contra la corrupción ha sido invisible y la designación de autoridades, compleja y atravesada por las presiones de los poderes, fácticos y de los otros. Todo terminará con un Cpccs anulado si gana la pregunta de la acotación de funciones y con los actuales consejeros prorrogados. ¿Qué pasará con los que ganen la elección? Nadie sabe la respuesta. Fuera de eso hay más de 40 candidatos y tres papeletas distintas. Algún día habrá que extirpar ese organismo de la Constitución.

Cuando el tiempo de divulgación de encuestas toca a su fin por mandato de la ley, la confusión parece reinar. Alta indecisión, encuestas contradictorias con distintos resultados que corren por las redes, cada cual prefabricada para satisfacer vanidades o ambiciones y la ausencia total de los sondeos a los que antes era habitual acceder.

En tiempos en que el e mail y las redes sociales no existían llegaban a las redacciones de los medios de comunicación interesantes estudios de opinión y encuestas, había unas cuatro encuestadoras con mayor o menor grado de credibilidad, a veces convivían con los resultados prefabricados de Vitirón o Mercanoboa. Pero los datos aquellos eran tan poco creíbles que componían parte del paisaje. Ningún analista serio las tomaba en cuenta.

Pero poco a poco el uso y abuso de los datos torcidos por cada campaña a su manera, pensando que pueden influir en las corrientes de opinión, nos han llevado a una paulatina desaparición de las encuestas como elemento de información y análisis. Esta vez han circulado por las redes unas pocas y nadie sabe a ciencia cierta si son reales o inventadas. Cabe apuntar que tampoco han llegado formalmente datos de alguna de las casas encuestadoras conocidas, como no sea una encuesta parcial de unas pocas ciudades y provincias, pero nada más.

Ese silencio que parece ser un vicio de los tiempos a los que asistimos, tampoco se ha llenado con las mentiras de los trolls centers y de las campañas oscuras, es decir que el intento de manipular las corrientes de opinión parece dar menos resultados hoy en la marea tormentosa de las redes sociales y los mensajes de ataques personales y noticias falsas, que jamás ase pueden verificar en razón del volumen y la constancia de los mensajes que intoxican. La verificación debiera ser un ejercicio indispensable pero el empeño es abrumador.

Y a propósito de encuestas, hace ya varios días que no se sabe de los estudios últimos sobre el referendo. Los comentarios de los corrillos políticos dicen que el voto por el SI, oscila entre el 63% y el 80%. Grupos opositores radicales hacen fuerza por el NO para tratar de endosar esa negativa a la popularidad del Gobierno que luce desgastada. En ambos casos se trata de toda una apuesta política incierta.

Junto a las peculiaridades de esta campaña está la primera ocasión de debates en 17 provincias y 21 cantones que organizó el Consejo Nacional Electoral y que merecerá ajustes futuros.

Por lo demás, los tiempos están marcados por un escándalo que habrá que investigar a fondo y seriamente. Un medio digital ha ido denunciando por entregas lo que podría ser una trama de corrupción. El descrédito oficial a las primeras versiones ha ido transformándose. Lo que cabe es que la Fiscalía profundice en las indagaciones y, si es del caso, iniciar acciones penales.

Otro papel importante se le confiere a la Comisión Anticorrupción del Gobierno, ya veremos cómo actúa y si se mantiene concordancia con el discurso oficial de transparencia. Ojalá sea así.

Pero el entuerto de la denuncia es un platillo suculento en el variopinto mapa político de la Asamblea. Hay una Comisión de Fiscalización que hubiese parecido el espacio propicio para ventilar estos enojosos casos. Pero hubo una iniciativa de la Comisión de Justicia y luego el Pleno de la Asamblea terminó por conformar una Comisión Multipartidista. Pan y circo o pan para el circo. Lo que corresponde es que se conozca toda la verdad y que el ruido político en campaña se torne en una investigación a fondo en un país agobiado por la corrupción que parece un mal institucionalizado y crónico.

La verdad completa incluye saber si el cuñado del Presidente tiene que ver o no con este episodio y el destino de Hernán Luque, quien tuvo un alto cargo de confianza que dejó recién. Los medios comentan que salió del país. El Presidente ha dispuesto que busquen a Luque y al señor Cherres, amigo de su cuñado. El Gobierno ha pedido renuncias a altos cargos del sector energético. Ya veremos en que para todo.

El Grupo Parlamentario Anticorrupción entrega miles de documentos a la Contraloría y pide investigar los contratos en materia energética y eléctrica. Fernando Villavicencio y sus compañeros de empeño ofrecen investigar a diestro y siniestro.

Mientras todo eso ocurre los candidatos están a la pesca de votos con selfies, tik toks, memes y todo tipo de excentricidades. Jaime Durán Barba, un consultor de trayectoria, destacó que es ingenioso un diálogo con supuestos ladridos de un popular candidato con grillete. Si los seres humanos entendemos el lenguaje perruno no es demostrable. Pero los si los ciudadanos nos volvemos a equivocar al formular los votos en las elecciones seccionales y la consulta, pagaremos los platos rotos.

La frase inventada hace tiempo que fue usada en campaña: ‘Con Lucio estábamos mejor’, ha sido plagiada por, los ‘creativos’ de la revolución ciudadana, algo nada extraño conociendo sus habilidades manuales e intelectuales de los siniestros personajes prófugos.

Lo que si es verdad, al menos, es que, con las campañas de antes, las del balcón, la radio y la televisión, las cuñas imaginativas y discursos retóricos coherentes, estábamos mejor que en esta política líquida, o peor, cenagosa y dominada por trolls, memes y 140 caracteres y en algunos casos con millonarios costos que asume el erario nacional. Al menos en materia de campañas, antes estábamos mejor.

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