Correísmo islámico

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

Las asambleístas Viviana Veloz, Marcela Holguín, Pamela Aguirre y Johanna Ortiz, impulsadoras del juicio político contra el Presidente Guillermo Lasso, como no podía ser de otra manera, son acérrimas defensoras del régimen iraní y sus abusos a los Derechos Humanos.

Lo inquietante (y ridículamente contradictorio) es que sean mujeres quienes justamente defiendan el asesinato de otras en un país regido por el Estado islámico —como lo es Irán que dejó 500 muertas en protestas por la igualdad— y es considerado un régimen peligroso para occidente que además apoya a las fuerzas militares rusas en la invasión a Ucrania.

Curiosamente se quejan que en Ecuador rige una «dictadura» y que hay «violencia» mientras aceptan las políticas de un país que fusila a sus desertores y detractores. La mojigatería del correísmo se dibuja en una película de terror, buscan sin prueba alguna increpar al Presidente Lasso de actos que no se han probado que haya cometido, mientras, con burka —casi como personajes salidos de la película de James Wan, La monja— usan su escamoteado aspecto para rendir pleitesía al terrorismo y la barbarie.

En Quito sacan los dientes, en Teherán, hacen vítores a quienes destruyen la libertad de las mujeres y se vuelven sumisas ante ese modelo. La ideología ha carcomido el sentido común de las izquierdas que se contradicen en verbo y acciones. Usan un papel higiénico redactado por La Posta y Mauro Andino contra la democracia ecuatoriana mientras se arrodillan a los rifles AK-47 que silencian a luchadoras por la igualdad en territorios hostiles para vivir y profesar la libertad.

En su tiempo se habló de una alianza del correísmo con las FARC, el ELN (investigaciones de la revista Semana de Colombia), luego fue la fotografía de Rafael Correa con los Latin Kings y los Ñetas acompañada de un elocuente discurso del líder de la Revolución Ciudadana diciendo que son «gente honorable como los boyscouts». Parecía que la delgada línea de la moral, el correísmo la pasó hacía tiempo hasta que la imagen de las cuatro «sacerdotisas» del islam recorrió por las redes sociales.

Evidentemente, hubo una justificación: escueta y maltrecha, pero la hubo. ¿Todo sea por la ideología? La situación va más allá, es el hecho de reflexión de lo nefasto que implica que ciertos actores tengan, así sea, un gramo de poder porque implica un descalabro. En democracia existe izquierda y derecha (aunque hoy se habla que hay, más bien, republicanos y populistas). Sin embargo, estar detrás de asesinos y torturadores es ya un lugar de no retorno. Un vacío moral y ético del cual no se sale.

Allí, entonces, queda el álbum de fotografías correístas, cuya última imagen es un culto, casi una admiración romántica, de Veloz, Holguín, Aguirre y Ortiz, como las brujas adorando a Satanás en El aquelarre de Goya, al islamismo y todo lo que implica.   

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