S.O.S.

Juan Diego Vivanco Vieira

Baños de Agua Santa, Ecuador

Probablemente este escrito se pierda, como tantos otros, con el tiempo en el olvido. Como se perderán los mensajes de chat y conversaciones con ciertos funcionarios públicos de alto rango que debieron (y deben) hacer su trabajo, atender y escuchar las necesidades, quejas y sugerencias de quienes, en definitiva, somos quienes, con nuestros impuestos, pagamos sus sueldos y salarios; pero que, por el contrario, al igual que algunos medios de comunicación, así como una gran parte de la ciudadanía, se echan para atrás y se hacen de oídos sordos.

Lo que por lo general se queda en la memoria son la exclusión, las amenazas, las intimidaciones, la prepotencia, el despotismo, los desplantes, los maltratos, las calumnias y las injurias que solemos recibir de estos “ilustres ciudadanos”; razones por las cuales, la mayoría prefiere mirar al otro lado y vivir sus vidas; mientras que hay quienes que escogen (gustosamente) aliarse y defender todas estas barbaridades por el simple hecho de que, haciéndolo, se beneficiarán mutuamente de los privilegios que ese status les confiere.

Al otro lado estamos nosotros, la gente común y corriente, la de a pie, en el perpetuo abandono, sin saber a dónde ni a quién acudir.

Es mejor no entrometerse y llevarse bien con todos”, –  es lo que nos dicen los de la generación silenciosa, los que han podido llegar a viejos -, “el mundo da vueltas y nunca se sabe de quién se va a necesitar o a quién se tendrá que pedir un favor algún día…”.

Nos acostumbramos a obedecer, a adular, a callar, a ser complacientes y ser domesticados, o bien por las buenas, con acuerdo entre privados, con dádiva y soborno; o bien por las malas, con el látigo y todo el aparataje de intimidación antes mencionado.

Estamos muy lejos de vivir en democracia y quién sabe, nunca lo estaremos. Vivimos en una sociedad autoritaria por un lado y, por otro lado, demasiado permisiva, somos la sociedad del “marido es” y del “pegue nomás, patrón”; la autoritariedad de la autoridad o, dicho de otro modo, vivimos dentro de una sociedad fragmentada, en donde el abuso de autoridad está presente desde los estratos más altos de la sociedad, hasta sus mismísimos cimientos.

Debe ser por nuestra peculiar geografía, enclavado en el centro del país y rodeado todo de montañas, que el Valle del Olvido parecería contener el mundo entero resumido dentro de un enrevesado pueblo, si no es el resumen del mundo, al menos es, de nuestra tan estropeada y triste realidad nacional; y es que son tantas las cosas que nos asemejan.

¿Me pregunto si pasará en otras partes, lo mismo que aquí? Por lo que se ve, se lee y se escucha, parecería que sí.

¿Será que también en otras partes, los presupuestos generados por el Estado a Gobernaciones, Municipios, Juntas Parroquiales, Ministerios, Coordinadoras Zonales, Distritos, etc., etc., parecieran desaparecer en un “no sé dónde” no muy bien justificado y que luego se los pretenden encubrir, solapándolos o disfrazándolos con la colaboración de otros entes del Estado, o simplemente endeudando más al ciudadano, generando más impuestos o creando aporte “voluntario” a los padres de familia, como podría suceder en algunos Distritos de Educación y otras entidades públicas?

De estas cosas es preferible, “mejor no hablar”.

¿Será que también en otras partes hay autoridades incompetentes y tozudas que no hacen su trabajo, que hacen caso omiso a la opinión pública y pisotean el derecho ciudadano a la participación y tener injerencia en las decisiones a tomar sobre el futuro de la sociedad en que vivimos? ¿Hasta cuándo la corrupción y este cínico silencio? ¿Hasta cuándo obras carísimas, mal construidas, grises y sin alma?…

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